Capítulo 4

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Me levantó de la cama y me doy cuenta por primera vez desde que estoy ahí, que me encuentro solo. Por una de las ventanas entra la cálida luz del sol y el calor que transmite me reconforta, no había visto luz en mucho tiempo. A un lado de donde me encuentro hay una mesa de noche con un portarretratos, lo tomo y ver la foto hace que se estremezca cada parte de mi ser… en ella estoy con Brandon... Me quedo helado, esa foto la tengo en mi cuarto…

Estoy en casa. No me pudieron dejar aquí, estoy soñando, sí, estoy soñando. Esto no puede estar pasando.

Oigo ruidos en la planta baja de la casa, salgo corriendo de mi habitación y, lo más silenciosamente que puedo, bajo las escaleras y llego hasta el lugar de donde procede el ruido, ahora más cerca puedo oír claramente el sonido de las notas que surgen del piano al ser tocado con brusquedad e impaciencia.

Me detengo frente a un espejo de pared que está situado justo a un lado de la puerta del salón, la cual está entreabierta. Me da miedo ver mi reflejo y observar a la persona en la que me han convertido. Con temor a lo posible dirijo la mirada hacia el cristal, un gran sentimiento de sorpresa me invade, vuelvo a ser yo mismo y de nuevo creo que todo esto es un vil sueño.

Entro sigilosamente a la habitación y la silueta que está de espaldas tocando el órgano tan vehemente me resulta muy familiar: su ancha espalda y su cuerpo delgado y fuerte, sus manos que parecieran salirse de sus extremidades de tan rápido que las mueve. Recuerdo, y me sorprende hacerlo, esas manos tan hábiles y rápidas, escuchar la melodía que toca me trae recuerdos de mi niñez, mi padre todas las noches antes de dormir me tocaba esa canción y, con sólo eso, era el niño más dichoso en toda la Tierra.

Una parte de mí se rompe acordándome del momento de nuestra última noche juntos:

-Hijo, quiero decirte algo-La agilidad de sus manos fue disminuyendo hasta que el sonido se volvió casi inaudible, y sus penetrantes ojos verdes se encontraron con los míos.

-Dime, papá.-Volvió a poner sus manos sobre las teclas y comenzó a tocar con la misma impaciencia con la que lo estaba haciendo ahora.

-Ésta, Daniel, esta será la última canción que te toque…-Lágrimas comenzaron a bajar por sus mejillas, las vi con detenimiento hasta perderlas de vista en el cuello de su camisa…

Quito, arranco y borro ese recuerdo de mi cabeza antes de empezar a llorar. Camino hasta llegar hasta él y toco su hombro, voltea la cabeza y sus ojos buscan desesperadamente mi mirada, hay lágrimas en ellos amenazando con salir .

Estudio su cara con detenimiento y puedo leer las arrugas que hay en ella: relatan años de estrés y cansancio, me cuentan historias jamás dichas y sentimientos retenidos. Sus ojos verdes están oscurecidos por la tristeza acomulada en su corazón y no tienen el brillo que los caracteriza.

-Hijo…-Se pone de pie y alza los brazos para tratar de darme un abrazo, doy dos pasos atrás y casi pierdo el equilibrio. Su expresión es la misma que tenía la última vez que lo vi: entristecida. Frunce el ceño, cruza los brazos y continúa.-Daniel, sé el por qué te comportas así. Yo… nosotros nunca quisimos dejarte…

-¡Pero lo hicieron! Y yo sólo tenía diez años, era un niño conociendo la vida, y ustedes me quitaron parte de ella cuando se fueron.

-Daniel, no fue culpa nuestra, sé que...-Su voz se quebró pero lo disimiló tosiendo unas cuantas veces- sé que... has estado sufriendo y que te tenían retenido ahí... déjame explicarte...

-Y yo, ¿qué hago aquí?, ¿tú cómo lo sabes? No me pudieron dejar en casa así como así… no, no tiene sentido. Necesito una explicación…

-Déjame hablar,-me interrumpió- te lo contaré todo.

Tomamos asiento en un sofá junto al piano. Sólo mi papá era capaz de lograr que se esfumara toda el enojo que sentía hace un momento y por primera vez en siete años volví a sentir sobre mí ese manto de protección y cariño que me proporcionaba su cercanía. Fue duro el saber que los años anteriores a su partida viví con una venda en los ojos, y ellos se esforzaron porque esa venda no se aflojara o cayera.

Pasaron los minutos muy rápido al compás de las palabras que salían de la boca de mi padre. Me ocultaron tantas cosas… pasaron tantas cosas en mi presencia, pero yo vivía con los ojos cerrados, y eso no me importaba en absoluto, pero ahora sí.

Todo empezó antes de que yo naciera.

Entraron en la universidad deseosos de ser libres y hacer amigos. Ahí, en la Universidad Goodfellow, conocieron a Amy y Terrier Weitz, así es, los padres de Brandon. Con intereses y metas en común, forjaron un fuerte lazo de amistad en poco tiempo, pero las cosas se fueron complicando con el paso del tiempo, esa libertad que se avecino rápidamente hacia ellos, se convirtió en libertinaje: rompían reglas, su desenfreno se fue hacia los límites y las parejas pronto se vieron metidas en grandes problemas en los que indirectamente, nos afectarían en un futuro a Brandon y a mí.

Empezaron con bromas pequeñas hacia sus compañeros de clase, después esas bromas se hicieron mayores y por lo tanto, peores. Y ya no eran divertidas, eran pesadas y de muy mal gusto. Luego comenzaron las llamadas telefónicas fingiendo ser otras personas, los encuentros nocturnos con sus compañeros también fingiendo ser otros, y así se la pasaron, pretendiendo ser personas que no eran, y en esos momentos nadie sospechaba de los mejores alumnos del colegio.

Pero poco a poco estas bromas, al ir aumentando el grado de maldad, fueron causando revuelvo y enojo entre los alumnos y pronto empezarían a dudar de su inocencia.

Así mismo, los rumores se fueron propagando por toda la Universidad hasta llegar a oídos del director Harrison, quien tomó cartas en el asunto sin dudarlo.

Éste era conocido por llevar dirigiendo la universidad desde 1964 y, sin que él lo supiera, entre los alumnos le decían “El inmortal”. Cada año no faltaba que apostaran por su muerte, pero acababan perdiendo ya que eso nunca sucedía. A sus 81 años de edad era sorprendente que no tuviera ninguna enfermedad reumática y todavía tuviera energía para dirigir un lugar tan prestigioso e importante como la Universidad Goodfellow.

Llamó a su oficina a nuestros padres y les hizo muchas preguntas, a lo que ellos negaron todo, sin embargo él no les creía, y tramaba algo que ellos no sabían.

"-Bueno, como veo que no van a aceptar todo lo que han hecho, y puesto que yo ya lo sé todo… van a hacer unos trabajos para mí, los veré aquí la próxima semana a la misma hora."

Papá me siguió contando el relato y, entonces, mencionó a mamá y toda esa curiosidad que sentía porque siguiera la historia se esfumó.

-Espera un momento… ¿Dónde está mamá?-Su rostro se volvió una mezcla de tristeza y enojo, y sus ojos se oscurecieron como nubes a punto de soltar una fuerte tormenta de invierno.

-Se la llevaron, hijo.-Fue lo último que dijo antes de que la tormenta comenzara a caer por sus ojos.

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⏰ Última actualización: Aug 06, 2014 ⏰

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La traiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora