Una tarde correntina, allá por el 2000.

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           (Un paseo imaginario por la calle Junín, plena peatonal correntina, una tarde de viernes o sábado, basada en la cotidianidad y las costumbres de una ciudad que me adoptó sin poner demasiados pretextos, desde 1994, y aunque me sienta uno mas en esta tierra no puedo dejar de extrañar mi gente, mis costumbres y mi querido Chaco)

Un gurí que creo que no alcanzaba los 10 años, sentado en un pedazo de cartón sucio y mojado, con la voz llorosa y los mocos colgando me pide unas monedas, me inclino y le ofrezco un pedazo de chipa frío que acabo de comprar en la anterior esquina, pero no acepta, no le sirve para comprarse los cigarrillos que un desgraciado le vende a él y a sus amigos; mas allá, una señorita me invita sonrientemente a pasar aun local donde puedo encontrar lo que no estoy buscando, a un precio que no deseo pagar, pero extrañamente entro, como un zombi, no se para que; Después de unos pasos, un bocinazo enfurecido parece despotricar sin sentido y otro le contesta, y otro mas, y así sigue la cadena de insultos fáciles, cuando un silbato enloquecido intenta controlar lo incontrolable. 

 Camino y mientras camino, cual futbolista en una inspiración maradoniana, voy esquivando relojes, espejitos,remeras, paraguas, manteles y demás yerbas deportadas de su origen, ingresadas a estas tierras gracias a algún gendarme "coimero" y aprovechador de las necesidades ajenas. 

Mas allá un joven que lleva a cuesta una barba prominente y los pantalones sucios, inventando esculturas con pedazos de metales baratos, el alguna vez soñó con ser arquitecto, pero la vida no se lo permitió. 

 Casi sin quererlo observo una escena imposible; un grupo de excitadas colegialas con su pelo multicolor suelto y sus uniformes arrugados hostigan salvajemente a un apuesto joven, que asombrado, igual que yo, solo atina a mirarlas, y desbordado por la situación deja escapar una temerosa sonrisa, entonces el grupo de niñas con sus cigarrillos a medio terminar le obsequian una catarata de besos fogosos desde la esquina, el joven se sonroja y baja su mirada, ellas se marchan satisfechas,cual cazadores con su presa, (en ese mismo instante pienso en Carmen Agustina,mi hija.) 

 Un poco mas allá, dos o tres señores, muy elegantemente vestidos, leen el diario, toman un café y discuten sobre absurdos y miserias, sin saber demasiado de que se trata, mientras un anciano descalzo, transpirando alcohol, lustra sus modernos zapatos, mirándolos envidioso, lo que no puedo descifrar es si los envidia a ellos, a sus zapatos o a la hija de uno de ellos. (Admito, fui vilmente engañado ... mas tarde entendí que no era la hija aquella bella muchacha que estaba sentada junto a los tipos,aunque por la edad lo parecía, perdón) 

 Una agradable señorita, mejor dicho, mas que agradable señorita, infartantemente vestida, igual que un par de amigas que la acompañan, me obsequia una tarjeta, la que intento leer, pero no alcanzo a concentrarme en el papel infectado de su perfume, ...algún mortal lo haría??? (creo que me he sumado al grupo de las colegialas y los tipos que toman café) Así, sin rumbo fijo sigo deambulando y antes de llegar al final encuentro unos amigos, nos sentamos estratégicamente, hablamos de todo y de nada, recordamos fracasos y éxitos, nos reímos y prometemos recíprocamente visitarnos en estos días...siempre lo hacemos, pero ya hace casi mas de un año que nos veíamos.... 

 Después de un rato, llego a casa, cansado pierdo la mirada en mi ventana entreabierta, la cortina desteñida se hace un nudo con el viento, un sentimiento extraño me sorprende, la nostalgia me aprisiona el alma, soy un forastero creciendo entre chamamé,amores, penas, playas, costanera, carnaval y noches de truco, quilmes y amigos. 

 Pero doy gracias a Dios (una vez mas en mi vida) porque aunque el sol parezca demasiado ajeno, sin pedir nada a cambio me despierta cada día, acompañando fielmente mi estadía, secando silenciosamente mis lagrimas y alentándome en cada tropiezo.        

HISTORIAS brevesWhere stories live. Discover now