III

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¡Hijo de puta!, ¡Hijo de puta!, ¡Hijo de puta!

Escuché que gritaban fuera de mi apartamento. No hice caso, volví a dormir. A pesar de que no había escrito nada por un buen tiempo, no importaba, de todas formas, a nadie le interesaba leer historias mediocres o de un amor compasivo clásico, en el que cuando das todo perdido te encuentras con la exacta verdad que el autor te ha engañado. De eso vivía de contarle mentiras a la gente, de contar, todo aquello que había soñado para mí siendo un total fracasado, no podía darme el lujo de escribir sobre mí, eso sería la decadencia de todos mis ingresos.

Me puse a pensar en Victoria, quizá deba llamarla para salir a comer. Nunca desayuno, en parte porque no tengo mucha comida en el refrigerador, y en parte porque me da pereza levantarme ir a la cocina, y hacer cereal.

A veces me pongo a pensar en una chica, como divagación de mi cabeza pienso en que tal vez le guste el helado de limón, en si le gustaría mirar montañas, o las estrellas en las noches. Pienso, en si le gustaría la música clásica, el rock, la melodía, o si preferiría el silencio. Si tomaría el agua fría, tibia, o si le daría igual. ¿Le gustará el color azul? ¿Odiaría la lluvia? ¿Le gustará el vino o prefiere el whisky? ¿Amará el verano?

Inmediatamente cambio de parecer, a la gente ya no le gustan éstas cosas, no tienen tiempo, no les gusta, o simplemente deciden sus intereses en otro lugar.

Me levanto para ver cuál es el escándalo que no me deja estar inconsciente.

Varios policías estaban hablando con una mujer, ella estaba llorando de forma inconsolable, gritaba que su hija había muerto, que un hombre con capucha le había asesinado con una escopeta. El uniformado solo negó con la cabeza, pidiéndole que se calmara.

—¡Maldito hijo de puta! —Gritaba la mujer— usted no hará nada por mí, siempre es lo mismo, yo sé lo que vi.

—Señora, su hija se suicidó, ya hemos revisado tres veces el área, no hay nadie con la descripción que usted nos ha proporcionado.

—Todos ustedes son unos inútiles —dijo ella caminando de regreso a su casa arrancando todas las señales amarillas para restringir el paso.

Supuse que era todo una confusión. Es normal en este tiempo los crímenes de esta forma.

Fui al baño. Lave mi cara. Miré mi rostro por un momento, maldije a la creación por no hacerme con un rostro con más gracia, y luego me vestí, tenía una cita con mi editor.

Salí atravesando mi improvisación de sala, hasta fuera de mi apartamento para esperar el autobús. ¿Qué esperabas? Con sueldo de escritor no me alcanza para un auto, no soy brasileño y escribo puro libro de motivación masivamente.

Cuando estoy esperando, siempre divago mucho, en este momento me pregunto ¿qué es la felicidad? ¿Ese señor del BMW es feliz? O ese señor del Toyota del 96 con una puerta chueca y sin defensa ¿Es feliz de la misma forma? La chica de al lado que fuma ese molesto cigarrillo ¿Es feliz? Quizá como el humo que sale de su boca es efímero y se desintegra con el aire, suele ser escandaloso, y ser notado por todos, como su olor, pero no siempre es gustado.

En algunas ocasiones trato de adivinar lo que los demás están pensado, por ejemplo imagino esta chica diciendo cosas como: "La vida apesta, quisiera morir mañana, pero es demasiado caro, morirse en estos días, quizá sí me ahogo en un río nadie tendrá que pagar nada acerca de mi muerte"

Entonces yo le diría: "Tal vez, pero si tanto temes por el gasto es porque a alguien le importas, por ende es posible que te busquen en el mar."

Y ella diría: "Cállate maldito pseudo escritor"

NormanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora