─Estuviste ahí ese día, te vi entre parpadeos y latidos acelerados. Sabía que estabas ahí porque la túnica que llevas ahora, que probablemente has portado durante toda tu existencia, es inconfundible.
─Te recuerdo mortal inútil, que no soy la única que recoge almas...
─Pero eras tú. Estoy tan seguro como que mi vida se esfumo el día que elegiste ─Interrumpió Norman.
Ese día luego de grandes golpes en las costillas, vi muchas cosas desde un infierno ardiente hasta unos algodones de azúcar tan grandes como un edificio, inclusive alcancé a verla a ella, sostenido mi mano. Por un momento pensé que estaba alucinando porque le escuché disculparse a lo lejos, y lo que parecía una explicación que no alcancé a entender puesto que mi cerebro apenas podía descifrar.
─Todo eso está bien mi querido amigo, sin embargo, todavía no haz dicho una sola verdad sobre el hecho de que estás a punto de arder por la eternidad.
─Pienso ─se levantó Belfegor─ que es tiempo de que el juicio tome otro rumbo. Pido se me permita interrogar al testigo en este caso.
─Todo tuyo ─le respondí.
El pequeño gnomo se movió a un lado de su silla y se dirigió sin mirar a ningún lado más que a los ojos de nuestra rata de laboratorio. Una vez se acercó al estrado, le golpeó con un puñetazo en el rostro.
─Solo quería asegurarme de que no eres una proyección ─dijo luego de un quejido de parte de Norman─. Podría repasar toda tu historia hijo, pero no tengo tiempo así que es tiempo de que vayas al grano. ¿Qué sucedió con la chica?
─Ella se lo buscó ─sonrió con un poco de sangre en el extremo del labio derecho.
─¿Estás aceptando tu culpa?
─Si ya todos lo sospechan ¿Qué más puedo hacer?
Peste se puso de pie.
─El acusado está tomando el pelo de este jurado, y de todos los presentes en este momento está evadiendo preguntas para proteger al verdadero culpable. No podrás engañarme Norman, conozco tus pensamientos y no estás pensando en el suceso, sino en el rostro de esa chica. Dejen que termine su historia, al parecer no hay otra forma de que podamos saber la verdad.
El olor. Ese olor, el del cigarrillo quemándose en una noche de lluvia tenue, es como extasiarme, es, incluso mejor que un estupefaciente, porque me recuerda a los mejores días. Esa época en la que el azul, era azul, el rojo era rojo, y mi corazón estaba justo en el sitio donde debía estar y no donde mis pensamientos y las personas pretendían que estuviera, en parte por eso trabajaba escribiendo, porque durante mucho tiempo mis padres quisieron que fuera arquitecto, pero mi corazón no estaba en los números, sino en las letras, no en la vida real, sino en el mundo de Alicia.
Y así fue como me recuperé, ella cuidó de mí. Me llevaba a veces hasta la ventana y me dejaba en la silla de ruedas, mirando la lluvia, mientras ella fumaba un cigarrillo. Cuando empezaba a sentir monotonía, preguntaba si ella estaba presente y respondía con un tono de garganta y eso me bastaba.
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Norman
General FictionLos humanos han subestimado el amor, y la desgracia. No saben que no existe una cosa sin la otra, están de la mano, como la lluvia y el viento, o el agua y las olas, inclusive algo tan malinterpretado como el bien y el mal. Mantengo esta idea desde...