Capítulo extra D-49.2 - Sólo mía

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Sin poder esperar más comencé a avanzar hasta la mesa, sentándola sobre ella en cuanto la alcanzamos sin dejar de besarla. Sus manos se metían entre mi pelo y empujaban mi nuca para atraerme al máximo hacia ella, sin apenas poder coger aire mientras nuestras lenguas jugaban con furia la una contra la otra.
Ella pegó más su cadera a la mía y abandonó mi boca para dirigirse a mi oreja.

- Sabes que los elfos tienen el oído fino, ¿no?- Su obvia insinuación susurrada a mi oído me hizo sentir un escalofrío de placer.

- Entonces habrá que ser silenciosos. - sentencié en el mismo tono.
- Lo intentaré, pero no puedo prometerte nada...
- Me ocuparé de que no puedan oírnos.

Aún sentíamos que no habíamos recuperado todo el tiempo perdido, a pesar de que estuvimos casi toda la noche anterior intentándolo.

Mystika podía ser tan ardiente como tierna y eso me volvía loco. A decir verdad todo en ella me volvía loco: su olor, sus gestos, su mirada, la forma de tocarme o besarme. Y eso me daba ganas de complacerla en todos los sentidos, donde y cuando fuera.
Por cada caricia con sus manos o su lengua sentía crecer mi erección rápidamente, algo que seguro habría notado desde hace rato, al haber pegado todo su cuerpo al mío.

De repente me atrapó rodeándome con sus piernas, lo que provocó que nuestras entrepiernas se pegaran con más intensidad. Podía notar el calor que desprendía su intimidad a través de mi ropa, acelerando mi ritmo cardíaco más de lo que estaba. Entonces ella movió sus caderas provocando un roce intenso en mi miembro, lo que me arrancó un sonoro gruñido en su boca.
Noté su sonrisa en mis labios y luego los lamió con suavidad y tranquilidad. Sus manos abandonaron mi nuca para dirigirse a mi chaleco, que desabrochó y retiró mientras me miraba a los ojos de forma provocativa. Y era precisamente mi deseo de complacerla lo que me frenaba de tomarla ahí mismo sin contemplaciones.

Una vez liberado de mi chaleco volví a atrapar su boca y fui subiendo su camisón desde los muslos hasta las caderas con tanta tranquilidad como pude, deleitándome con su suave piel bajo mis ásperas manos. Luego las llevé al pecho recorriendo cada centímetro de su abdomen mientras ella se retorcía bajo mi tacto por las cosquillas, provocando así más fricción entre nuestros genitales.

Al llegar al borde de la tela tiré de ella hacía abajo sin delicadeza alguna liberando sus hermosos pechos. Ella contestó con un jadeo mientras mi lengua jugaba con su oreja y bajaba lentamente por el cuello y la clavícula. Entonces apreté uno de sus senos, estirando ligeramente el pezón, a lo que ella respondía con más jadeos y suspiros, conteniéndose para no hacer ruido.

Al fin me separé de ella mientras acariciaba su piel rosada y observaba como su pecho subía y bajaba más rápido de lo habitual. Su boca entreabierta, inhalando y exhalando con cierta dificultad, me invitaba a devorarla de nuevo, pero no eran esos labios los que iba a probar.
Pegué mi pecho al suyo jugando de nuevo con su oreja y empujando su cuerpo contra la madera de la mesa hasta que finalmente se estiró sobre ella. Bajé mi boca por su piel hasta dar con uno de sus pechos, que succioné y mordí mientras cubría el otro con mi mano. Ella se retorcía bajo mi cuerpo y enredaba sus dedos en mi pelo, invitándome a no detenerme.
Así que le hice caso y continué besando cada rincón de su abdomen hasta llegar a las caderas. Tomé una de sus piernas, elevándola un poco y comencé a lamer la fina piel del interior de sus muslos.

Podía sentir su cuerpo temblar ligeramente bajo mis manos. Repetí la acción con la otra pierna, besando la cicatriz que tenía de ese desagradable recuerdo, como si pudiera borrarlo con mis labios y luego hice que ambas piernas descansaran en el borde de la mesa.
La pequeña pieza de tela que cubría su vagina estaba completamente húmeda y yo tenía que hacer un gran esfuerzo para contenerme, quería hacerla disfrutar a ella primero, aunque eso fuera una tortura para mí.

La tomé de las caderas y acerqué mi cara a su entrepierna, rozando su clítoris con mi nariz de forma sutil, a lo que respondió con un jadeo. No pude evitar sonreír imaginando su cara, intentando no hacer ruido.
Esta vez pasé la lengua ejerciendo un poco más de presión, provocando que de nuevo temblara todo su cuerpo.

LEMON - Diario de una Guardiana - ELDARYADonde viven las historias. Descúbrelo ahora