—Me gustan tus ojos, son algo supuestamente comunes, pero a la vez son confusos, no se si son verdes o cafes, pero son lindos —comentó la castaña.
Lo raro era que no había pedido su bebida favorita.
—Me gusta tu sonrisa —tomó la mano de la castaña—. ¿Cómo reaccionarias si te digo que en éstas dos semanas, solo he venido por ti a este bar? — preguntó nervioso, todavía no soltaba la mano de la castaña.
