Shawn entró a ese bar, tan sencillo y discreto, estaba dispuesto a decirle todo lo que sentía, trataría de ser lo más sencillo posible y de no enrollarse con palabras estúpidas y promesas tontas.
Sentía como Piper le daba vida, color y sentido a su mundo, a ese solitario mundo en el cuál Shawn vivía.
Pero no la vio en la barra, no la vio sentada en ninguna mesa, no vio la botella de Vodka cerca de la barra, no la vio por ningún rincón de ese maldito bar. Entonces, ahí mismo su
emoción se desvaneció totalmente.—¿Y Piper? —preguntó Shawn.
Él puede jurar que, ella no falta los sábados, y los domigos por una extraña razón el bar no abre, al igual que los cinco días restantes.
—No ha venido, señor —respondió Auston, el chico que siempre le servía sus bebidas favoritas.