En el avión con destino hacia Suiza, Maddie se revolvía impaciente en su asiento. Miraba por la ventana, y a pesar que le daban náuseas la vista de quince mil metros hacia el suelo, mas ganas de vomitar le provocaban las habladurías de su nana.
—Y por eso debes cuidarte al momento que quieras tener una relación sexual— Finalizó con tono de sexóloga profesional.
Maddie se volteó para mirar a su compañera de rubios cabellos y ojos azul cielo. Y aunque parecía un ángel, era mas molesta que una picazón en la espalda— Dios mío ya. ¿Puedes callarte?— Soltó.
—Si te incomoda el hecho de hablar sobre tu sexualidad pues no deberías— Respondió con el mismo tono. La muchacha de castaños cabellos suspiró exasperada y volcó los ojos, mientras su nana seguía hablando, miró con malicia a la azafata que atendía amablemente a unos pasajeros mas adelante. Ya planeaba la próxima broma que gastaría— No, nisiquiera lo pienses— Le reprendió la nana al parecer leyendo sus pensamientos.
Maddie ni le prestó atención. Se levantó de su asiento y caminó hacia el baño ignorando los llamados de Tatiana. Sacó ún chicle de su bolsillo, lo masticó hasta que estuviera suave y húmedo, lo colocó sobre la manilla de la puerta y listo, una sorpresa pegajosa para el próximo que necesitara hacer sus necesidades.
Algo sencillo y novato en comparación con las bromas que había gastado antes pero suficiente para entretenerla un poco.
Se regresó a su asiento con pasos de niña buena— Madisson. Ultima vez que te advierto, ya estas bastante grandesita como para actuar como una niñita traviesa— La regaño.
—Y tu al parecer no tienes vida social como para cuidar esta niñita— Espetó— Oh ya sé, el dinero.
Tatiana se acomodó sus lentes, indignada— Tus padres me han encargado llevarte desde casa hasta aquí. Y eso es lo que estoy haciendo— Negó con la cabeza reprobatoriamente.
—Y te pagaron un dineral por eso— Respondió cruzándoce de brazos. En las peleas de palabras ella siempre ganaba.
La nana iba a responder pero la voz distorsionada de una mujer se escuchó por todo el avión— Pasajeros del vuelo 171, por favor abrocharse sus cinturones, ya vamos a aterrizar. Gracias por volar en nuestra aerolínea.
Y nuevamente Maddie tenía la última palabra.
***
—¿Es aquí?— Preguntó Maddie. Frunciendo el ceño.
—Si— Le respondió Tatiana— Iré a llevarla y regreso— Le avisó al taxista. El señor asintió.
Ambas bajaron del auto. Madisson cargaba una mochila sobre su espalda, y una maleta en cada mano—¿Es enserio? ¿Un castillo?— Dijo con cara de asco.
—Camina— Le ordenó.
—Camina— Respondió Maddie imitando su chillona voz. La rubia la fulminó con la mirada.
La muchacha de ojos verdes observó lo que sería su nuevo hogar durante tres meses. Era un castillo, sin duda. Tenía paredes de roca rústica en tonos grises, ventanales inmensos con decoraciones en colores, varias torres y en la mas alta de todas, había una gárgola*, un poco deteriorada pero le hizo recordar a las que había visto en las películas.
El patio frontal era inmenso, lo cubría metros de césped bien podado con arbustos coloridos. Habían varios pinos bastantes altos a cada lado del sendero que dirigía hacia la gigantesca puerta.
Se podía observar, que detras del castillo se expandía un frondoso bosque, verde y oscuro al mismo tiempo.
Hacía un frío terrible, seguro y pronto comenzaría a nevar. Por suerte Maddie llevaba puesto un abrigo bastante acolchado más sus botas gruesas.
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Internado Hanson Berguer [Versión 2015]
Novela JuvenilLa vida de Madisson Lewis da un giro cuando sus padres deciden enviarla al reformatorio Hanson Berguer por sus desfaces y mala conducta. No esperaba encontrarse con todos los secretos que guardaba esa estructura. [Capítulos en blanco en edición] Act...