S e i s

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Necesito salir de aquí. Mi muerte puede llegar en cualquier momento. No me han traído comida, ni agua o cualquier otra cosa que pueda ingerir.

Cada noche se escuchan nuevos gritos, más risas y más lamentaciones. Pero todas las personas asesinadas son mujeres. O al menos eso he escuchado.

La noche a transcurrido en silencio. No hay señales del sujeto. Intento recordar quién podría ser, pero por más que lo piense no tengo sospechas de nadie.

¿Cómo estará mi mamá? ¿Me estarán buscando?

Extraño en esos tiempos cuando sentía que mi mamá era la heroína de la historia, cuando pensaba que me podía proteger del mundo y de las diversidades que eso conllevaba. Pero estaba completamente equivocada. Hay cosas que mi mamá no puede controlar.

La puerta se abre, mis lágrimas ya están cayendo del miedo y mi corazón está tan cansado de latir por el pánico, pero aún así lo sigue haciendo.

El sujeto entra a la habitación. Sus manos están hecho puños y puedo notar su furia a pesar de la máscara que cubre su rostro.

Se pone rodillas para dar conmigo, me toma por las mejillas tan fuerte que me es inevitable sacar un gemido de dolor.

—¿Te das cuenta que morirás en cualquier segundo? No puedes salvarte, nadie puede hacerlo. Tú cuerpo siempre va a estar aquí mientras así lo permita, ¿entiendes?— No contesto, mi voz no sale, no me da. —¡Contéstame, carajo!— Grita, haciendo más fuerte el agarre entre mis mejillas.

—S-Sí— Digo débilmente.

Me suelta y respiro profundo antes de volver a verlo. Quiero que esto sea un mal sueño, que todo esté en mi imaginación, por favor.

—Para dejar mi marca, quiero que cierres los ojos— Pide, sacando una navaja de su pantalón.

Las lágrimas no dejan de salir, y siento que el miedo me ataca tan fuerte que no puedo moverme, me debilita. Él va ha hacerme daño.

—No... por favor... No lo hagas— Suplico, cuando el toma mi brazo. —No me hagas daño.

Pero no me responde, simplemente pasa la hoja afilada de la navaja por mi brazo. Grito del dolor y él me da una fuerte bofetada. Sollozo cuando él se para y yo quedo en el suelo. Toda mi vista se nubla cuando siento de nuevo el dolor de otra bofeta, y luego de su puño, y de otro y de otro. Caigo al suelo sin poder evitarlo y comienzo a gritar cuando él me da una patada en mi estómago. Siento el sabor a sangre en mi boca.

—¡Por... favor... para! ¡Te lo suplico, para!— Pero no me escucha, simplemente sigue golpeandome.

Y siento que en voy a perder la consciencia, pues ya no siento el dolor, todo a mi alrededor comienza a desvanecerse y como lo predije, caigo en un profundo y terrorífico sueño. Pero esta vez pido que sea para siempre.

DesaparecidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora