Capítulo 4

520 11 0
                                    

Joel

 Observo a Alexia mientras hago el cuadre de caja con Mary. Está riendo con Laura, ha hecho buena amistad con ella. Con todo el personal, mejor dicho.  Ella es una chica fresca y divertida, se ha amarrado el pelo y se ve más sensual. Pero, ¿Qué estoy diciendo? Concéntrate Pimentel.

Felicito a mi personal por la maravillosa jornada de hoy y se despiden hasta el otro día. Excepto Alexia. Con ella necesito hablar. Hoy la vi desenvolverse con naturalidad con los clientes y observé una que otra sonrisa de satisfacción ante su servicio. Ella es justamente lo que necesito y lo demostró.

Esta sentada junto a Laura, que tampoco se había ido. Y en cuanto me ve se pone de pie.

-Laura es tarde.- miro mi reloj, las dos y cuarenta de la madrugada- Alexia, solo tardaremos unos minutos, no quiero que andes tan tarde sola.- ella asiente.

-Adios Joel.- toma su bolso- Alex.- besa su mejilla. ¡Vaya!, las mujeres entran en confianza muy rápido.

-Adiós.- agita su delicada mano.

-Alexia.- empiezo pero me interrumpe.

-Alex.- la miro desconcertado- Dime Alex.- asiento comprendiendo.

-Bueno, lo que te quería decir es que el trabajo es tuyo.

-¿En serio?.- la ilusión y la emoción suben a sus ojos. Unos hermosos ojos color café  que me dejan embobado por uno segundos.

-Claro que sí, me has demostrado que eres buena en esto y yo doy oportunidades.

Ella sonríe ampliamente y da unos saltitos. Adorable.

-Gracias, de verdad. No sabes lo desesperada que estaba. Ahora voy a poder pagar la escuela de arte y ayudar en casa y...- habla sin parar y suelto una carcajada. Ella se sonroja. Muy tierna.

La miro fijamente por unos segundos. Es preciosa, su brillante cabellera obscura que llega más abajo de sus pechos. Esos ojos con un maravilloso brillo, sus labios carnosos, sus anchas caderas y estrecha cintura te dejan en el limbo por unos instante. Sus pechos firmes a simple vista y su trasero ni hablar. Parezco un pervertido, pero ella es difícil de ignorar.

Por lo que vi hoy, es alegre, divertida, amable, cordial y un sin número de cualidades. Me imagino como seria conocerla más a fondo. Sacudo mi cabeza, ahuyentando mis pensamientos. Es tu empleada Pimentel, además aún no has resuelto el problema con Samantha.

Suspiro. Me ha llamado todo el maldito día y desvío sus llamadas. Quiero estar tranquilo para cuando hable con ella.

-El asunto de la paga y el uniforme lo hablamos mañana. Ya es tarde y no quiero que estés en peligro.- digo dirigiéndome a mi oficina. Necesito recoger mis cosas- Te voy a alcanzar a tu casa de hecho.- agrego nada más me pasó por la cabeza.

-No es necesario.- dice negando.

-No lo es. Pero yo quiero hacerlo.

-No se moleste.

-No es molestia.- insisto y supira. He ganado.

Toma sus cosas y salimos del restaurante. Cierro la puerta y la guío hasta mi auto.

-¡Vaya nave!.- dice al ver mi Porsche Cayman color blanco. No soy muy rico pero me puedo permitir varios juguetitos.

-¿Te gusta?.- pregunto mientras abro la puerta del copiloto.

-Gracias.- entra al auto- Y sí, me gusta.

Sonrío con un poco de arrogancia y me deslizo al interior. Arranco el motor y miro a Alexia para que me de la dirección. Tras quince minutos de camino la dejo en la entrada de su edificio.

-Gracias por traerme, Joel.- dice apoyada en la ventanilla.

-No hay de que.- le resto importancia al asunto.

-Adiós.- se despide y espero a que entre al edificio para marcharme a casa. En eso aprovecho para ver el movimiento de sus caderas al caminar.

Me estoy volviendo loco y solo es el primer día.

****

Hogar, dulce hogar.

O eso pensé hasta que vi a Samantha parada de brazos cruzados en medio de la sala. Cierro los ojos con fuerza y pellizco el tabique de mi nariz. Aquí vamos.

-¿Porqué me has ignorado todo el maldito día?.- trata de sonar calmada pero no le sale.

-Primero. No eres nadie para reclamarme nada a mi. Segundo. ¿Cómo tienes el descaro de venir a mi casa?.- mi voz suena irritada. Y lo estoy.

-¿De qué hablas?.- pregunta enojada- Soy tú novia.- ahora está indignada. ¡Vaya, que volátil!

-No. No lo eres.- niego con la cabeza- Por un momento pensé en proponértelo pero, gracias a Dios que me di cuenta antes de quien eres.- frunce el ceño.

-¿Qué quieres decir?

Busco mi móvil en el bolsillo y cuando tengo la foto en la pantalla se lo entrego. Su rostro muestra varias emociones: enojo, nervios, miedo. Se pone pálida y comienza a tartamudear.

-Yo, yo, Joel, lo siento.- suelta lágrimas- Pero es que, me sentía sola, abandonada por ti. Solo estabas pendiente de tu negocio y de mi no.- suspiro y cuento hasta diez.

-¿Te estás escuchando Samantha?, ¿Estas loca o qué?.- espero su respuesta pero solo recibo sollozos. Odio esta mierda- Lárgate.- le pido.

-¿Qué?.- me mira confundida.

-¡Qué te largues te digo!.- grito y ella se sobresalta.

-Pero son casi las cuatro de la madrugada. Me puede pasar algo- Se excusas. Pero yo no quiero verla.

-Dile a uno de tus amantes que venga por ti.- dicho esto, la tomo del brazo sin lastimar, hay que ser caballeroso ante todo, y la saco de mi casa.

La escucho llámeme pero no hago caso. No me importa si amanece afuera o si la asaltan.

Me dispongo a ducharme. Me saco mi ropa y entro a la regadera. Siento el agua fría penetrar mi piel y calmar lo caliente en mi al pensar en el cuerpo de Alexia. Ella es hermosa.

Salgo del baño y escucho la voz de Samantha. Pondré el estéreo con música suave para callar a sus gritos. Se tiene que cansar o los vecinos llamarán a la Policía. Lo segundo es lo más posible.

Me acuesto en mi cama y pienso en mañana. Seguro tendré a mi madre preguntándome el porque deje a Samantha y yo estaré preparado para mostrar la razón.


Laura en multimedia





ALEXIA  ||Joel Pimentel||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora