El ruido de la calle desfilaba entre un oído y otro. Mi cuerpo palpitaba después del apaleo. Ring! Ring! El timbre repiqueteó -No mamen, es sábado- Un sonido sordo y después silencio. Pasos se alejaban y un silencio incómodo se apoderó de la habitación flanqueada por rayos de sol y polvo; ambos bailando en piruetas traslúcidas, declarándose su amor imposible. La duda me levantó con ahogante desgano. Me quité la chamarra arrugada y me pasé la mano entre el cabello. Avancé hacía la puerta frotándome los ojos, que chillaban como pato de goma. Abrí la puerta con taciturna cautela; eché un ojo a la izquierda, luego a la derecha; - despejado, no hay imbéciles a la vista - pensé mientras volvía la vista al suelo y divisaba un paquete negro con un cordón amarillo,; con un perfecto enlazado perpendicular.
Dejé el paquete en la mesa de café, abrí el refrigerador, saqué una cerveza y me dirigí a la alacena. Saqué una sopa instantánea con jitomate. Herví un poco de agua en un sartén. Después de vertérselo al vaso desechable, le puse una caja de CD encima. Debo confesar, ese olor me relajaba por completo. Llevé la cerveza a la mesa y la sopa a un lado. - provecho - Me dijo una vecina recargada en la cornisa de la puerta - sobresaltado, levanté la cabeza. - no chingues, Jos, me sacaste un pedo - gemí, mientras cerraba los ojos lentamente y daba un profundo respiro, con alivio. Jos había sido mi única compañía. Un día su llave se rompió al forzar su oxidada perilla, afortunadamente para ambos, su chapa abrió con una tarjeta vieja del banco. Desde entonces, me agradece con su compañía y su sarcasmo infantil. - ahí hay sopas, si quieres - le dije, sin voltear a verla, hipnotizado por el extraño bulto místico. - ¿Y esa madre? ¿Qué es? De seguro estás saliendo con una darky - me dijo entre risas y retorciendo la boca, que nada fea, la hacía parecer la niña bully de secundaria. - ni madres, y aunque me gustan las darketas, alguien dejó el paquete en la puerta - dije mientras empinaba la botella hacia mi boca. - a ti te gustan todas, cabrón - dijo mientras levantaba la ceja y y estiraba la boca hacia un lado; me quitó la cerveza antes de dar el trago y le dió uno profundo; cómo de albañil. - tranquila don bucho - en cuanto la bajó, se la arrebaté y nos reímos a carcajadas. Un ruido nos hizo voltear a la puerta; solo una sombra se deslizó hacia el pasillo. Nos vimos a los ojos y nos encojimos de hombros.
Pasó la tarde y Jos seguía en mi casa, contándome sobre sus pretendientes y sus desamores. Le daba consejos que ni yo mismo seguía, algo en ella me gustaba, pero no quise arruinar lo ameno de nuestra fresca amistad. Había veces que la extrañaba, pero no me hundía en ese pensamiento. Al irse, sonrió de perfil y agitó el brazo sin mirar atrás. Yo sentado y embelesado con su compañía, sonreí y observé su cabello como se mecía al ritmo de sus pies pequeños. Por un segundo, permanecí con los ojos entornados. Me atacó el recuerdo y volteé hacia el negro invitado. Lo tomé y gire en varias direcciónes, jalé el cordón y se deshizo como seda, escurriendose hasta el piso. Un aroma se escapó del centro y dos puntas del papel negro se irgieron como alas de cuervo. Abrí lentamente el papel; en una cajita de cartón se encontraba una pieza de acrílico, en forma de hexaedro. En el centro había un mensaje. "OLVIDA TU HISTORIA, EMANCIPA TU MENTE DEL VIEJO RECUERDO, TÚ ERES TU MAS PRECIADA POSESIÓN, TÚ ERES TU PROPIO DIOS". Un símbolo extraño desfilaba al final del texto. Un ligero escalofrío recorrió mi columna. - palabras de un maldito megalómano - pensé mientras abandonaba el objeto en el sillón. Salí por la puerta y me dirigí a la calle. Las palabras del objeto adquirían en mi mente un tono indú, cómo el de Osho o de Krishnamurti; odió los gusanos mentales. - carajo -.
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El Templo de Néon
Mystery / ThrillerPara ellos era lo que siempre habían buscado, jamás se habían sentido tan comprendidos. El maestro Gris tenía una mirada cálida, y su enervante voz podía seducir al más escéptico. Su mensaje: el amor y la auto-transformacion. Un pequeño cuaderno...