Los Superhéroes Azules

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Destacada por kage_delfth

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Destacada por kage_delfth

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Estaban atentos a la radio policial que habían interferido hacía tan solo una hora. Hasta el momento solo habían logrado escuchar que un oficial había ido a comprar medialunas a una panadería y nada más. ¿Cómo era posible que no haya ningún ataque de delincuentes o algo que amenace la vida de alguna persona?

Los tres suspiraron y siguieron comiéndose las uñas en un gesto de nerviosismo. De repente lo escucharon:

—Atención, tenemos un Natalia Natalia. Persecución hacia la calle Lynch y Las magnolias a la altura del mil quinientos. Son dos hombres los sospechosos, buzo azul, gorro rojo.

El grupo de amigos se puso en marcha enseguida, saltaron por la ventana y aterrizando de pie en la calle se dispusieron a correr a la máxima velocidad que sus piernas les permitían.

En el camino encontraron a una anciana llorando y tirada en el piso. Uno de ellos se detuvo y se quedó con la señora mientras los otros dos se dirigían a buscar a los delincuentes. Le habían robado la cartera a esa viejita sin ningún remordimiento y le dispararon a un hombre que se hallaba grave en el hospital.

Tinta y Pluma, disfrazados con sus respectivos trajes, corrieron hacia esos dos hombres que la policía estaba persiguiendo y los agarraron por la espalda. Entre el forcejeo se escuchó un disparo que rasgó el aire y Papel comenzó a correr nuevamente hacia donde sus compañeros se encontraban.

Los policías se encontraban esposando a los ladrones, mirando incrédulos a los tres jóvenes vestidos tan ridículamente. Tenían máscaras en la cara, y en su pecho tenían iniciales grabadas: P. T. P. ¿Qué significaba eso?

—¿Y ustedes quiénes son? —les preguntó un agente.

—Los superhéroes azules —respondieron al unísono.

En el momento no les preguntaron nada, pensaron que estaban locos y simplemente les agradecieron que hayan ayudado en la causa antes de irse.

Los tres regresaron a la casa, Pluma estaba perdiendo algo del líquido azul que le daba vida y tuvieron que depositarlo en la cama para empezar los métodos de curación.

—Estoy bien —dijo con los labios azules—. Fue solo un raspón de la bala, no es nada.

Ninguno de sus amigos le creyó y en un abrir y cerrar de ojos Tinta comenzó a extraerse sangre y se la inyectó rápidamente en el brazo a su compañero, quien dio una fuerte exhalación y recobró el color en dos segundos, su herida se cerró inmediatamente y dejó de perder líquidos.

—Bien, gracias —volvió a decir Pluma, incorporándose y viendo las manchas azules que dejó entre las sábanas.

Odiaba esa maldita vida. Los tres odiaban esa vida. Como si fuera en sincronización, los muchachos recordaron qué fue lo que los llevó a esas circunstancias. Cuando eran apenas unos bebés, sus padres, fanáticos de los superhéroes, decidieron llevarlos a una clínica de experimentos y abandonarlos ahí hasta que cumplieran la mayoría de edad y ya estuvieran listos para combatir el crimen. Lo que no sabían era cómo iban a tratar a sus hijos: inyecciones, golpes sin razón, lavados de cerebro y cosas que el ser humano no podría comprender. No entendían cómo sus hijos podían odiarlos si les habían dado poder... un poder que les podría durar poco.

La sangre de los tres era azul. Tinta tenía el antídoto para curar a Pluma y Papel, pero cada vez que él les donaba su sangre, Tinta se iba quedando sin reservas y, cuanto menos líquido tuviera, menos vida tenía. Papel era excesivamente frágil, por lo que siempre tenía que quedarse lejos de todos los crímenes, ayudando a la gente o haciendo algo que no implique un riesgo mortal. Su piel se rasgaba con apenas un rasguño y, a pesar de que no perdía mucha sangre, este no podía curar sus heridas. Pluma era el más fuerte, pero sabía que dependía de la vida de Tinta y, si llegaba a tener una pérdida muy grande de sangre, uno de los dos debería ser sacrificado.

Los jóvenes suspiraron a la misma vez, brindaron sin ánimos su primera misión y, al tomar el primer sorbo del champagne, tuvieron que salir corriendo de nuevo a otra persecución.

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