Capítulo 4 (El Museo)

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Me situé detrás de una de las columnas de ladrillo que había sujetando la bóveda de Atocha, y sigilosamente me fui acercando hasta Kassia. Supuse que no me había visto porque aún se la veía dando pequeños pasos hacia delante y hacia atrás, mientras giraba su cuello para tratar de encontrarme entre la gente que se acercaba.

Tan pronto como llegué hasta ella, sin darse cuenta de que estaba detrás suya, puse mis manos sobre sus hombros y grité: 

-¡¡BUUUHHH!!

-¡AAAAAAHHHH!!, chilló ella.

Kassia dio un gran salto y pegó semejante chillido, que la gente de alrededor se giró, asombrada. Yo me puse algo nervioso porque no me esperaba haber causado semejante atención, pero tampoco que Kassia fuese a gritar así. De todas formas no me importó demasiado, y sin poder evitarlo, me puse a reír a carcajadas, porque la reacción que tuvo me hizo mucha gracia.

-¡Serás idiota!, ¡Dios mío, casi me da un infarto!, reaccionó ella al verme reír.

-Lo siento mucho tía, pero no puedo evitar reírme. Tu reacción me ha dejado de piedra, mira la gente cómo nos está mirando, ¡Jajajajajaja!

-Ay de verdad... No me seas... Anda ven, dame un abrazo, respondió algo enojada.

Al darnos un abrazo, pude sentir que ya se había relajado un poco, y había vuelto todo a la normalidad. La gente algo extrañada por lo sucedido, dejó de mirarnos, pero algún curioso lo seguía haciendo para ver qué pasaba después.

-Oye Cosmi, te llevo esperando media hora tío... A este paso se nos hace de noche, expresó con cara de preocupación.

Pegué una pequeña carcajada, mi predicción se hizo realidad... Dijo exactamente lo que pensaba que iría a decir.

-Ay Kassia, como nos conocemos, Jejeje, sabía que dirías eso, respondí aún riéndome. A ver, lo siento mucho de verdad, es que...

-Ya, ya, bueno, tranquilo, no importa, me interrumpió ella con una cara parecida a la que uno pone cuando no quiere seguir escuchando lo mismo de siempre. El retraso de los trenes, nunca tendrá comparación al tuyo, hijo mío,y ya no sólo por tiempo, sino por retraso mental, continuó diciéndome, esta vez con una sonrisa en la cara.

-Jajajajaja, lo sé tía, pero te juro que me he esforzado por llegar lo menos tarde posible, así que agradécemelo, la respondí con voz de pijo.

-Jajajajaja, me  meo, reaccionó. Bueno, ¿A dónde quieres que vayamos?, o ¿Qué quieres hacer?, preguntó con una de sus dulces sonrisas.

-Ay, pues mira, quiero ir a algún museo que veamos que esté abierto por ahí porque necesito inspirarme un poco y estirar las piernas, que llevo mucho tiempo encerrado en mi casa, como si fuera un maldito cavernícola...que por cierto, hablando de cavernícolas... me he topado con unos hace un  momento en las escaleras mecánicas y en serio...Qué ganas de vomitar me han entrado, dije poniendo una cara de asco.

-Ay Dios, ¿A que sí? Es que malditos "Unga-Ungas"... Son una plaga, ¡No les aguanto!, me respondió ella con la  misma cara de asco que yo.

Kassia y yo llamábamos "Unga-Ungas" a este tipo de chicos a los que asociábamos con los hombres de las cavernas, por su forma de actuar, hablar, o tratar y dirigirse sin respeto hacia las demás personas que les rodeaban, haciéndoles ver "quiénes mandaban" allá dónde iban y creyéndose los reyes del universo, pensando que el mundo giraba alrededor de ellos, además de ciertas conductas misóginas, homófobas y sexistas que les caracterizaba e iban provocando. Sin duda, el asco que les teníamos, era algo en lo que Kassia y yo coincidíamos totalmente.

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⏰ Última actualización: Jan 04, 2019 ⏰

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