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Peter entró en el complejo para llevar a cabo su misión: Conseguir que su mentor fuese con él al baile de navidad que este iba a llevar a cabo

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Peter entró en el complejo para llevar a cabo su misión: Conseguir que su mentor fuese con él al baile de navidad que este iba a llevar a cabo. Saludó de forma sencilla a Visión y a Rhody y entró al enorme taller del famoso Tony Stark.

Dentro de este pudo observar la cara de concentración de su mentor. Era tan jodidamente sexy que si no recordase su fiesta de cumpleaños número dieciocho, pensaría que los años no habían pasado y que seguía siendo ese hormonal adolescente de quince años que Tony conoció como Spiderman.

Para qué mentir, había cambiado física y emocionalmente durante esos tres años. Su aniñada cara había mutado a una mucho más viril: su mandíbula se perfiló, sus grandes pecas fueron menguando poco a poco hasta que no quedó ninguna y su cabello perfectamente ordenado había desaparecido hasta darle paso a uno mucho más desarreglado. Su cuerpo también había sufrido cambios: era mucho más alto que a sus quince años, sus músculos se habían desarrollado y su redondo trasero se había vuelto más respingón que en ese entonces gracias a los duros entrenamientos que Rhody le había impuesto desde los dieciséis.

Pero a pesar de no ser ya ese adolescente, había cosas que no habían cambiado (y dudaba mucho que llegasen a cambiar): Como su amor platónico hacia el señor Stark y su imán hacia el caos y la destrucción. Pero para él una de esas dos cosas nunca habían sido un problema, porque antes confiaba en si mismo, pensaba que era capaz de conseguir lo que se estaba proponiendo. Hasta hace unas semanas, claro.

Hace veintiún días exactos había descubierto que los rumores que tanto le desconcertaron en su momento fueron reales. El señor Stark había estado en una relación con el imbécil del Capipaleta. Y eso no era lo peor de todo, lo peor era que gracias a él su mentor no había vuelto a abrir su corazón a nadie en el sentido amoroso. Tres años, tres malditos años intentando conseguir el amor del unigénito de los Stark y no había conseguido absolutamente nada. Pero estaba decidido a poner todas sus bazas sobre la mesa, y la primera era conseguir que lo llevase al baile de navidad como su acompañante.

Underoos, ¿estás bien? — preguntó Tony despegando su vista de una de sus plantillas y devolviendo a Peter a la realidad.

— Perfectamente, señor Stark — respondió rápidamente y Tony alzó una ceja.

— ¿De veras? Porque no lo parece — el de ojos ámbar volvió su vista a su plantilla al decir esas palabras — Puedes contarme lo que sea, chico.

— No es nada, señor Stark — respondió dejando la mochila en el suelo y acercándose hacia donde estaba su mentor.— ¿Para qué es la plantilla?

— Para un nuevo prototipo de armadura de Iron Man, en esta he añadido varias cosas que puse en tu traje pero no en el mío — respondió sin siquiera mirarle a los ojos, estaba demasiado ocupado configurando el código binario de la fase central del traje.

— ¿Mi traje tiene cosas que no tiene el suyo? Eso no me lo esperaba.

— No te emociones, las puse en último momento por si acababas atentando contra tu vida como normalmente haces — agarró un folio y apuntó en este un código base.— Tengo bastantes muertes sobre los hombros, no quiero llevar también la tuya. Por no hablar de lo que me podría hacer tu tía — un escalofrío recorrió los hombros del mayor y Peter no pudo retener una carcajada.

— Mi tía es un encanto, nunca te haría nada.

— Sigue repitiéndotelo muchas veces y te lo llegarás a creer.

La conversación dio por terminada y el más joven comenzó a intentar arreglar uno de los antiguos trajes de Iron Man mientras pensaba cómo conseguir que el de ojos ámbar le invitase al estúpido baile. Después de un par de horas de duro trabajo Visión apareció por la puerta con una bandeja con dos cafés y los dejó sobre la mesa de Tony. Este le hizo una seña al chico para que se acercase y cuando Visión salió por la puerta Peter se acercó a su mentor. Entre los dos empezaron una amigable charla sobre la universidad mientras se tomaban el café. O eso intentaba Peter.

Al pobre chico se le hacía imposible centrarse en el tema del que Tony le estaba hablando porque estaba muy ocupado observando los gruesos labios del mayor. Cada día tenía más ganas de besarlos, pero sabía que no debía hacerlo, no era lo correcto. En ocasiones pensaba que el señor Stark lo hacía a posta, que esas lamidas en los labios y esos guiños que le dedicaba no podían ser obra de su imaginación. Pero rápidamente se retractaba, claro que lo podían ser, el señor Stark podría tener a cualquiera a su lado y él tenía una imaginación demasiado desarrollada.

Underoos, ¿de verdad que estás bien? — le sacó Tony otra vez de sus pensamientos.

— ¿Podría dejar de decirme así, señor Stark? — preguntó cerrando sus puños con fuerza, ese apodo solo le recordaba que su mentor lo veía como a un niño.

— No, tu siempre serás mi Underoos, aunque tengas noventa años — le señaló con un dedo acusadoramente. Algo revoloteó en el estómago del de ojos negros al escuchar ese "mi".

Pasaron la tarde entre bromas y anécdotas hasta que se hizo tarde, y a pesar de que Peter había soltado unas cuantas indirectas a Tony para que le llevase al baile, él parecía no haberlas pillado y eso le frustraba. ¿Siempre pillaba su sarcasmo e ironía y ahora no pillaba unas simples indirectas? No podía ser cierto. Al final, con un cabreo notable se encaminó hacia la puerta, pero la voz de su mentor le impidió atravesar el umbral.

— Oye, Underoos — dijo autoritariamente el de ojos ámbar.

— ¿Si?

— Arréglate para el baile, te iré a recoger a las nueve y media. Más te vale estar listo, sabes que no me gusta esperar.

Peter salió del taller sin siquiera girarse para mirar a su mentor porque la sonrisa que llevaba en los labios le delataría en todos los sentidos en los que le podía delatar y no quería eso, primero tenía que llegar el baile.

ese maldito baile | starker.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora