Escribió BB en un pequeño papel que puso sobre el último corazón que había recibido. Eran las iniciales del muchacho.
Era un corazón joven, tenía las piezas limpias y enteras, no había manchas ni sarro que declararan intensiones oscuras, en realidad no había mucho por hacer con él, limpiar y engrasar si acaso.En solo unos días estaría listo para volver a su dueño. Aunque el joven advirtió que quizá no volviera por él, que lo más probable era que lo hiciera un amigo o un familiar. Tony no entendió a qué se refería, nadie nunca abandonaba su corazón, en ninguno de los sentidos: era imposible. Tomó el órgano con sumo cuidado y lo acunó en el pecho, de esa guisa fue a la parte trasera del taller y lo guardó junto a otro que estaba por reparar.
Entonces se sentó en el escritorio y respiró hondo antes de penetrarse el pecho con la mano derecha y sacar de él, su pequeño, rojo y brillante corazón. Lo puso a un lado y de un cajón extrajo las pinzas, lijas y atornilladores que pudiera requerir. Abrió el corazón de la última mujer que había acudido en un grito desesperado, nada más posar las manos en la piel del órgano pudo experimentar el dolor que la sometía. La habían engañado, y para peor, una nueva persona la ayudó a salir del hoyo solo para dejarla en uno más profundo. El hombre murió en los campos de batalla.
Contuvo una exclamación. En ocasiones las desgracias atacaban sin tregua.
—¿Te ayudo, Tony? —Penny se había colado en el taller.
—Estoy bien —contestó y le sonrió a la asistente; Penny, que no era su nombre sido un mote que con cariño le había dado, giró con la intención de salir para dejarlo solo—. Aunque... ¿Valery, podrías ayudarme con la tienda? Está algo desordenada.
—Claro.
Regresó a la tarea y abrió su corazón a la par que tenía el otro expuesto. Lo observó un segundo, brillaba con el resplandor tenue característico de la vida, iluminando cada pieza y con pequeñas corrientes de fino polvillo azul haciendo que cada parte funcionara tan bien como podía hacerlo con el dolor.
Extrajo del corazón ajeno varios tornillos oxidados, y rescató los que pudo al limpiarlos con ácido mientras que a otros los tuvo que sustituir por los que había comprado. Agarraba, con la delicadeza con la que se trataba a un recién nacido, cada pieza porque, aunque frente a otros pudieran lucir como cualquier otra, lo cierto era que albergaban en cada átomo la vida de la mujer. Los recuerdos estaban impregnados en forma de rayones, degastes e inclusive manchas, algunos eran normales y otros eran malignos, cantidades ingentes tristeza de golpe eran peligrosas.
Continuó examinando el interior y cayó en cuenta que había un engrane que no tenía solución, y no podía sustituirlo por uno nuevo. Oxidado, resquebrajado y desgastado. Más de lo que debería.
El corazón de los humanos soportaba solo hasta cierto grado las intrusión de metal sin magia para adoptarlo y de manera paulatina volverlo igual al resto de las piezas, hacerlo parte de sí como si siempre hubiera estado allí, demasiado acero podía llegar a matarlos. El suyo, por el contrario, era capaz de soportar un cambio completo de piezas, siempre que la piel estuviera limpia de agentes externos.
Y con un suspiro se fijó en su corazón, que nunca estaba completo, a veces faltaban un par de tornillos, otras un engrane o una tuerca, ya fuera porque los había donado o porque no pudo tenerlo completo. Sin embargo, andar de esa forma era similar a intentar respirar con la nariz tapada, sí, podía respirar por la boca pero pasados unos momentos la sentía reseca y la garganta le ardía.
Con una pinza tomó el engrane de su corazón, un pinchazo de dolor lo acometió, pero no se detuvo, y con mayor cuidado lo colocó en el otro corazón, hubo un par de chispas y él ahogó un gemido, la prueba de que el corazón ya se había apropiado del engrane. La mujer volvía a tener un corazón completo. Así superaría más fácil la pena.
Tony era capaz de sentir el dolor de las personas cada vez que tocaba los corazones, era vivir lo que ellos sufrían y en ocasiones podía llegar a aborrecerlo, él ya tenía suficiente con cargar con un corazón maldito, no solo debía cargar con la incomodidad y ardor de arrancarse piezas, sino que también sentir más de lo necesario. A veces se preguntaba como lo soportaban los otros, porque era por ende que debía haber otros como él. No podía ser el único maldito con un corazón como ese.
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El herrero de corazones
Fiksi PenggemarTony Stark repara corazones, siempre ha sido así, aún cuando el suyo está en mal estado permanentemente. Y cuando aparece Steve Rogers todo parece pintar para bien, olvidando su profesión, hasta que aparece alguien con un corazón incluso más roto q...