Adicciones

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Decir que fue una vez seria mentira y decir que yo quería sería otra más, en realidad Daeyeol me había obligado a estar con él tres veces, Daeyeol era la clase de chico "tímido" y con cero popularidad, el ser prácticamente manipulable al antojo de su hermano le daba una seguridad tremenda, la segunda ocasión que estuvimos juntos descubrí uno de los fetiches de Daeyeol, aquello había sido realmente humillante y asqueroso, la sensación de aquel líquido caliente chorrear en mi cara y mi boca ser llenada, digamos que la orina por si sola no era tan desagradable, era la idea en mi cabeza de saber que estaba siendo orinado la que me desagradaba. Hablábamos bastante después de cada encuentro e incluso cuando iba a ver a Yeol y él no estaba.

Mis ánimos estaban por el suelo, Sungyeol ya no me daba atención, aún cuando iba a verlo con el temor de encontrarme con su hermano, aún cuando lo buscaba para el almuerzo, aún cuando le llamaba y me devolvía las llamadas, aún cuando le mensajeaba en medio de la noche después de alguna golpiza con mi padre, nada.
¿Que estaba pasando?, ¿Sungyeol me odiaba?, ¿por qué?, ¿que había hecho?, todo era tan extraño desde la fiesta, sentía que todo pasaba a mi alrededor pero yo me sentía como muerto, veía a mis viejos amigos ser tan alegres, mirarme extraño incluso, los rumores acerca de mi homosexualidad se habían hecho más fuertes después de la fiesta, nadie me decía nada y mucho menos me molestaba, sería algo inmaduro en jóvenes de nuestra edad, aún así, los comentarios hirientes de vez en cuando hacían honor a mí y Sungyeol, bueno, él ni siquiera me preguntaba como estaba.
Mi cuarto estaba hecho un desastre, mis ánimos me impedían ordenar este lugar, mi cabello dolía y mi pómulo y ojo derecho también, alguien había enviado una carta a mi casa ofreciéndome un encuentro casual en el parque de la avenida de la universidad pues según esto se había enterado de los rumores y me tenía ganas en secreto desde hacía bastante, mi padre había sido más rápido y la había leído, el desastre fue tremendo, los golpes brutales, estaba vivo gracias al seguro de mi puerta, estupido anónimo, ¿que tan difícil habría sido conseguir mi número con alguien y ya?

-Te odio Sungyeol.

Dije con tristeza mientras me mantenía sentado en la cama frente a la computadora, observando las fotos que tenía guardadas en esta de Sungyeol, suspiré con pesadez, recordando lo que había dicho en la fiesta. Sabía que lo que me había dicho era cierto, pero nadie nunca me lo había dicho, era un puto gatito asustadizo, un cobarde y un maldito llorón que no aguantaba nada, estaba tan harto y frustrado del dolor, me esmeraba en alejar a las personas lo más que me era posible aparentando esa frialdad, pero las mentiras siempre se caen, y con esta, se venía cayendo mi autoestima y la poca estabilidad que tenía.
Tomé mis tenis, mi billetera, mis llaves y una sudadera, bajé por la ventana y caminé hasta la casa de Sungyeol.

-Mira quién viene a visitarme.

-Quiero ver a Yeol.

-Él salió.

-¿Y tu madre?

Él Rió y negó mientras se encogía de hombros.

-Con el maldito novio que tiene, ya sabes, adora estar con ese imbecil.

Negué con levedad, pensándomela seriamente en si esperar a Sungyeol o llamarle. Daeyeol detuvo mi mano al intentar buscar el celular, le miré fijamente mientras él me devolvía la mirada, había algo diferente en él.

-¿Por qué piensas tanto en él?

-¿Ah?

-Myungsoo... Joder tan sólo mírate.

Y lo hice, me miré.

-¿Que hay conmigo?

-Eres un puto hijo de dioses, estás muy guapo y tienes excelente cuerpo... Eres listo y no sé.

Si mi corazón hablara. (Yeolsoo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora