Ingrid la pequeña Munchkin

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Los Munchkins eran los antiguos esclavos de la Bruja del Este.

Ingrid era una joven de veinticuatro años, pelo largo lacio y abundante, tez muy blanca que hacía contraste con su cabello muy negro, ojos grandes oscuros con tupidas pestañas, nariz ligeramente gruesa, labios carnosos coronados con una perfecta dentadura y para mi sorpresa busto prominente, le debe de haber salido en los años en la que dejé de ver, en mi mente seguía siendo una niña; todavía vivía con su madre en una casa grande y antigua, con pisos de mármol y muebles elegantes pero muy antiguos, de esos que se compraron en los años setentas y nunca se renovaron, eso se explica porque la mamá de Ingrid al igual que mi mamá, quién vivía a dos casas, había heredado su casa de sus padres, en el caso de mi mamá la casa que había heredado había sido la primera casa de su infancia pero cuando la familia creció a siete hijos mi abuelo había comprado una segunda casa más grande para vivir, pero nunca vendió la primera, cuando mi mamá se separó de mi papá ahí se fue a vivir y con el tiempo mi abuelo se la regaló.

Ya estando con Ingrid ella me explicó la situación lo más claro posible, las autoridades habían dado permisos para la gasolinera cuando ésta no cumplía con todos los requisitos de ley, por lo que su familia ya estaba viendo a una abogado, yo le expliqué que si ya estaba todo en manos de abogados no quedaba mucho por hacer, pero ella me explicó que no debíamos quedarnos calladas que era nuestro deber alzar la voz, Ingrid era de personalidad burbujeante y hablaba con pasión, con esa pasión que precisamente sólo tienes en tus veintitantos años, ella creía que con marchas y protestas se podía arreglar el mundo y probablemente tenía razón, el problema era que todavía no se había enfrentado a la desidia de la demás gente, esa desidia que cuando tienes treinta ya conoces bien y por costumbre te terminas dejar llevar por ella también; Ingrid me comentó que el abogado les había solicitado que se firme un escrito por el mayor número de vecinos de la colonia, yo, viendo que ya caía la noche, ya le iba a desear buena suerte en su empresa cuando me dijo:- Quiero que me apoyes, quiero que me acompañes- por un momento sentí un golpe de inmensa flojera, yo tenía demasiadas cosas encima además de que deseaba descansar, pero inspirada por el "proyecto" acepté, supuse que si hubiera tenido veinte años en ese momento eso hubiera hecho, porque eso es lo que hacen los jóvenes, protestar por las injusticias, en este caso sería protestar contra una empresa corrupta que hacía dinero a base de pisotear a los demás. Al principio no sabíamos que hacer, pero luego nos decidimos por ir primero a una papelería cercana para sacarle copias al escrito dónde iban a firmar los vecinos, estando ahí aprovechamos e hicimos firmar a unos clientes de la papelería que vivían en la colonia e incluso al dueño de la papelería, una vez con las copias por esa zona nos dirigimos a locales comerciales para que todos los empleados de ahí firmaran su inconformidad, Ingrid entró a una tienda de buceo y yo a la cafetería de al lado, cuando salí con las firmas de los empleados de la cafetería Ingrid igual iba saliendo de la tienda de buceo de la manera más entusiasta comentó:

- ¡Me acabo de enamorar, el dueño de esa tienda de buceo, no está guapo, está guapisisisismo!

No le dije nada pero por dentro me dio mucha gracia su entusiasmo, platicó con el tipo un par de minutos y ya le gustaba, que divertida debía ser su vida, pudiendo encontrar el amor a cada minuto, yo había llevado cinco años y sólo había pensado en una sola persona y al verme no correspondida me había quedado con absolutamente nada, si Ingrid hubiera estado en mi lugar, jamás hubiera desperdiciado 5 años pensando en el mismo hombre, en su caso posiblemente ni cinco minutos, pensé, pero me equivocaba ella tenía una historia que contar y mientras avanzamos por toda la colonia, solicitando firmas de casa en casa me la fue contando.

- Lo conocí en la universidad, pero nos empezamos a llevar cuando entramos de pasantes a la misma empresa, la diferencia era que él tenía privilegios que yo no tenía puesto que la empresa era, bueno, todavía es, de su tío, empezamos a salir, pero nunca nada formal, aún así eventualmente la relación se volvió física...

Proyecto 20 Otra vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora