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Siquiera sabía el porqué había aceptado ese trabajo, su vida era un desastre

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Siquiera sabía el porqué había aceptado ese trabajo, su vida era un desastre. ¡Carajo! Los pendientes lo tenían vuelto loco, sus padres estaban presionando para que tuviera una relación formal y concibiera matrimonio. Cassidy se había dado el trabajo de hablarles sobre su ruptura a tan solo unas horas del acontecimiento, seguramente pensaba que al hablarles de eso ellos harían que él cambiara su opinión y regresara con ella, pero al parecer no se ha dado cuenta que sin confianza no hay nada. El teléfono no paraba de sonar, detuvo el coche tomó el celular y sin importarle quien estuviera llamando lo aventó por la ventana no tenía cara para atender a nadie.

Dejo el coche afuera y entro a la casa, desde hace mucho tiempo algo faltaba no era que se sintiera solo, él amaba su soledad.

***

—¿De nuevo tu? No tienes nada que mejor que estar aconsejandome?... no! Acosandome es acosandome, luego el me dice "¡La verdad no! Me gusta acosarte"— ensayaba sin parar desde que le entregaron los parlamentos, cada tres líneas se equivocaba o tartamudeaba sino que se le olvidaban las palabras.

Daba vueltas en el escenario donde ocurriría, en la parte trasera de un restaurante después de que el novio de la protagonista la haya dejado plantada. Se sentó un momento a reflexionar lo ha aprendido, mañana comenzaría a ensayar bien con todo el elenco, no podía equivocarse no podía fallarles, fallarle a las personas que le habían dado la oportunidad sería como fallarse a sí misma.

Un par de personas con gesto cansado se acercaron hasta ella y le pidieron que ya se retirara pues ya iban a cerrar. Obedeció afligida, quería seguir perfeccionando la escena y que mejor si donde sería grabada.

No se había percatado del tiempo, el ensayo la había consumido por completo, la noche se veía tan oscura como siempre y más desde donde ella estaba situada. Camino rápido por aquellos callejones oscuros por donde se aconsejaría no pasar ni siquiera de día, pero era eso o terminar expuesta a morir atropellada por un auto. Llegó varios minutos después a su departamento, consiguió el sueño como era de esperarse, al parecer lo único que quería su subconsciente era dormir.

Despertó como cada día, sentía no haber dormido lo suficiente pero aun así se levantó con mucho esfuerzo tomó una ducha rápida y salió corriendo al trabajo. Estaba solo, no había clientes y por primera vez sentía una serenidad inigualable, se propuso limpiar las mesas con una canción tarareando en voz baja y terminó antes de lo esperado. Pasaron las horas, los clientes comenzaron a ocupar los asientos y a ordenar.

—¡Hey Lana!, te solicitan en la mesa ocho- ordenó Ary desde la cocina, se aproximo hasta la mesa donde había un señor con la carta cubriéndose el rostro y sacó una pequeña libreta de la bolsa del pantalón.—Soy Lana yo lo atenderé, ¿que le gustaría ordenar?—se quedó pensativo un momento.

—Un café y... a ti mi hermosa Lana— bajo la carta mostrando su cara. Lo miró conmocionada, hace tres años que por desgracia lo había visto por última vez, retrocedió tres pasos hacia atrás, sin poder hablar, sin poder reaccionar, la serenidad se le fue de las manos. El hombre se puso de pie acercándose a ella.—¿Aun me recuerdas? Hace tanto tiempo desde...— respiro complacido con una maldita sonrisa tratando de acortar la distancia.

Eterno Secreto©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora