Cinco

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LAUREN

Acababa de correrme y necesitaba que la rubia se fuera ya mismo de mi cama. No podía entender lo que me pasaba, todo el tiempo que me la había estado tirando no había podido apartar de mi mente el rostro de Camz, extasiada mientras la bombeaba con mis dedos.

Maldición, jamás me había pasado eso con ninguna mujer; yo siempre podía sacar de mi mente a la que fuera, y follarme y conectar con varias féminas en una misma noche; ellas sólo representaban un coño para mí.

Pero ése ni siquiera me atraía para echar otro polvo. Cualquiera en mi lugar se sentiría tocando el cielo con las manos: me había ido del Provocateur con la chica más hermosa que había allí esa noche, pero a mí no me atraía, mi mente estaba obsesionada con esos ojos verdes que se habían clavado en los míos mientras mis dedos la enloquecían.

Sentí un brazo invadiendo mi cuello y ladeé la cabeza para mirarla a la cara.

—No me va lo de los abrazos y acurrucarnos después de follar. No quiero ser grosero, pero... iré a darme una ducha; tendrás un taxi a tu disposición cuando bajes, puedes ir vistiéndote.

Me levanté de la cama y me quité el condón, que anudé mientras caminaba hacia el baño. De camino cogí mi billetera y mi móvil, por eso de mi instinto de conservación.

—Creía que podríamos echar otro polvo antes de que me fuera —intervino la rubia antes de que me perdiera en el interior del cuarto de baño.

—El taxi te espera —dije cerrando la puerta de un puntapié, ignorando su comentario. La oí refunfuñar, mientras notaba cómo deambulaba por el apartamento.

—Todo lo que tienes de guapo lo tienes de gilipollas; ni siquiera eres un buen amante, eres un flojo y un idiota.

Me pasé la mano por la cara mientras me apoyaba en el lavabo y me miraba en el espejo. Recordé lo húmeda que ella estaba, y mi polla se endureció al instante; recordé también que, mientras bajaba las escaleras de la trastienda del nightclub, había chupado y olido mis dedos y casi me había corrido en los pantalones. Esa mujer era exquisita, y quería tenerla, quería enterrarme en su coño y tirármela toda la maldita noche.

De pronto me di cuenta de que estaba con la verga en la mano, estimulándome sin parar mientras pensaba en ella, mientras rememoraba el momento en el que con mis dedos hurgué en su vagina... Joder, qué sedosos eran sus pliegues, qué ceñida la había sentido. Continué bombeando mi polla y agitando las caderas como si estuviera enterrándome en Camz. ¡Joder, era demasiado bueno, demasiado liberador! Desparramé mi eyaculación por toda la punta de mi verga y me puse duro de nuevo, lo que me hizo entender que, por más que me diera alivio yo mismo, no sería suficiente hasta tenerla realmente.

CAMILA

Shawn yacía a mi lado, dormía profundamente; lo habíamos hecho dos veces y, si hubiera sido por él, hubiésemos seguido, pero la verdad es que nunca me había pasado lo que me pasó mientras estaba acostándome con él; la imagen de Lauren invadiendo cada momento me atormentó todo el rato que lo tuve encima de mí, así que, cuando empezó a intentar que folláramos una tercera vez, fingí estar dormida y esperé hasta que él lo estuvo.

Si no se tratara de shawn, no me hubiera importado dejarlo en mitad de todo, pero en ese instante debía admitir que él tenía razón: no había sido una buena idea que nos enredáramos de esa forma. Me levanté con cuidado para que no notara el movimiento de la cama y me quedé mirándolo; su cuerpo era armonioso y haría babear a cualquiera...

A punto de salir de su casa, cuando me estaba calzando el último tacón, él apareció somnoliento, rascándose la cabeza; tenía que admitir que el chico estaba comestible por donde se lo mirara; incluso con el desaliño que tenía tras dos polvos, se le veía muy interesante. Estaba desnudo; su anatomía era la de un adonis. Los abdominales piramidales eran una perfecta uve que resaltaba en el conjunto de músculos que conformaban su cuerpo, apuntando como una flecha a su erección. Podía afirmar sin temor a equivocarme que ninguna mujer que estuviera con él se hubiera resistido a caer de rodillas y perder su polla en la boca, pero ése no era mi caso, pues mi cabeza estaba plagada, casi hasta parecer enferma, de las imágenes que hubiera preferido nunca almacenar; para ser sincera, en ese instante deseaba que mi cerebro fuera un disco rígido que se pudiera formatear, para así poder eliminar todas las que había guardado de Maverick.

—Espérame, que me visto y te llevo. No tienes que huir de mi casa. Creía que estábamos de acuerdo en lo que ha pasado esta noche.

—No estoy huyendo —le dije no muy convencida—, simplemente, como estuvimos de acuerdo, estoy actuando de la misma forma que actuaría con cualquier otro.

Devuélveme el corazón | Camren G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora