Uno

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CAMILA

Tras la aparición nocturna de mi padre y mis tíos, fui a ducharme y me encerré en mi habitación. Estaba furiosa, sin poder creerme que la estúpida de Lauren se hubiese unido a ellos en la fiesta y me hubiera dejado tirada.

Alejandro tenía el poder de hacerme cabrear, pues no tenía derecho a meterse en mi vida como lo hacía. Dormirme con el ruido de la música y las risas procedentes de la terraza había resultado toda una hazaña. Mi padre y mis tíos, bebidos, no eran manejables, lo sabía por experiencia, así que ignoré el follón como tantas otras veces, consciente de que tendría tiempo para sermonearlos al día siguiente.

Definitivamente eso no era nada extraño en mi vida. Desperté en mi cama, no sabía la hora que era. Me puse una bata, ya que me había acostado desnuda; me gustaba hacerlo cuando estaba muy cansada. Salí de mi habitación y bajé las escaleras, para encontrarme en la sala de estar con un espectáculo indeseado: cuerpos tirados en mis sillones y por el suelo.

Como una posesa, de inmediato empecé a pegar gritos; mi visión rápidamente realizó un escáner y vi al infeliz de Lauren durmiendo enroscado en los brazos de una rubia con tinte barato.

Caminé hacia la cocina, cogí del refrigerador una jarra con agua y regresé con la intención de pararme frente a él y estampársela de una vez por encima.

— Fuera de aquí, fuera ya mismo todos de mi casa.

De regreso, tiré de cada cuerpo que encontraba, de los sillones al suelo.

Al llegar a Lauren, le volqué el agua por encima. Se despertó sobresaltado y me miró sin entender nada. Me importó un carajo, lo más probable era que se hubiera tirado a esa rubia oxigenada en mi casa.

—No digas ni una palabra, recoge tu ropa y lárgate de inmediato de mi casa, cabrón asqueroso.

Fui hasta la chimenea y cogí el atizador, para volver junto a él amenazante.

—Cálmate, princesa Nine, ya me voy, déjame ponerme los pantalones.

—Te dije muy claro anoche que para ti soy Camila; ni siquiera te atrevas a llamarme Mila o Camz, porque te parto esto en la cabeza.

En mi ataque de furia, amenacé a todos los presentes con el atizador hasta que el último salió de mi apartamento, huyendo como una rata de alcantarilla.

LAUREN

Llegué a mi apartamento, en el 443 de la calle Greenwich, en Lower Manhattan, y metí mi Tesla en el garaje, descartando los servicios del aparcacoches del edificio. Lo estacioné en el espacio que estaba destinado a mis automóviles; tenía una colección de ellos, eran mis juguetes preferidos. Cuando bajé del vehículo, tuve que sostenerme la cabeza porque todo me daba vueltas aún.

—Joder, no tendría que haber conducido, debería haber cogido un taxi y más tarde regresar a buscar mi coche.

Me alejé del vehículo en dirección al ascensor privado que llevaba directo a mi ático. Observé mi reflejo en los cristales espejados de los ventanales del garaje y me vi desastroso; sin duda merecía sentirme peor de lo que lo hacía, y no sólo por mi aspecto exterior, sino por cómo me comporté la noche anterior con Camz.

Jugueteando con mis llaves, entré en el ascensor y me sorprendí a mí mismo por albergar en mi interior un sentimiento que no sabía que tenía para con una mujer. La Lauren que yo conocía no sentía remordimiento alguno por cómo se comportaba con ninguna fémina, sólo tomaba lo que estaba a su alcance y lo disfrutaba. Pero, definitivamente, haberme despertado en el sofá de Camz junto a una rubia, desnuda, que me estaba usando de almohada no había quedado nada bien, y aunque pensaba que hacía tiempo que había perdido mi conciencia, parecía que en mi cuerpo aún habitaba un resquicio de virtud.

Devuélveme el corazón | Camren G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora