3- Memorias

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Día 3: Momento Histórico
Será la voluntad del lector quien le de un rostro y nombre a aquel par de almas.

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Ni una mirada fue dada antes de la despedida.

Ambos pares de ojos estaban abiertos, pero ya eran incapaces de ver el rostro de la persona que por tanto tiempo sus corazones habían amado y anhelado.

Nadie dejó que un suspiro fuera liberado, la decisión ya había sido tomada y ninguna palabra serviría para enmendar la herida que sus almas sufrieron al separar sus futuros.

¿Quién había tenido la última palabra? Ya no servía pensar en ello, no cuando en pocos minutos sus vidas de separarían completamente.

Nadie admitiría el dolor que estaba sintiendo, porque ya hace mucho que les perforaba el alma como una daga oxidada y roída por los años. ¿Cuándo fue que el hilo que les unía comenzó a partirse? Quizás si alguien se hubiera dado cuenta de ello habría sido posible llegar a otro final.

Con pasos firmes y una expresión de templanza, aquella figura de piel tostada caminó sin duda alguna en su andar. Sus pasos se sentían firmes como siempre, mientras con postura orgullosa mantenía erguida la espalda. Pero sus piernas temblaban, y sus ojos llorosos se esforzaban por retener las lágrimas.

La persona que permaneció de pie no pudo sino observar estos pasos, sujetando firme sus propias manos para así intentar frenar los temblores que recorrían su cuerpo.

No deseaba este final, pero su persona amada ya estaba alejándose, sin saber siquiera si algún día volvería a amar con la misma intensidad y pasión que aquellos ojos oscuros le proporcionaron por una milésima de tiempo fugaz.

¿Había arrepentimiento en alguien? Solo el tiempo lo diría, cuando la herida que tanto tiempo permaneció abierta sanara y dejara una cicatriz imborrable.

Sin embargo aquella persona continuaba caminando sin titubear, sin ni siquiera dar un pequeño indicio de pesadumbre.

Todas las promesas que se hicieron ahora yacían impías en lo más profundo de un antiguo cajón, esperando ser devoradas por los años o destruidas por el olvido.

Cuando ya no hubo dos sino solo uno, la más pequeña de las lágrimas cayó. Y aquella persona, aún con la coraza que por años había construido, se permitió derrumbarse por unos minutos.

Lejos de allí, con la mirada fija en la distancia, esos ojos oscuros tan solo se cerraron por un momento para recordar aquel rostro tan querido antes de continuar su camino.

Las memorias quedaría grabada en ambas personas hasta el fín de sus días. Y solo sus espíritus serían testigos de ese eterno anhelo.

Latin Hetalia - Promptatón 2018Donde viven las historias. Descúbrelo ahora