Toma mi mano

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Me sentía mal por Haru. Yo no hice nada, ¿cierto?, al menos eso quería creer. ¿Qué le había hecho enojar tanto? Analizaba la situacion una y otra vez... Mis palabras no fueron tan duras, no le dije nada tan horrible para que se pusiera de tal manera. Ex convicto. Esa fue la palabra que desató el caos. Para mí no significa nada, pero no quiere decir que para Haru tampoco signifique nada...

Llegué a la escuela decidida a pedirle perdón. Pero oh sorpresa cuando el asiático no estaba donde siempre con sus amigos de siempre. Tal vez está en clases, o eso quería pensar. Llegó la hora del almuerzo. Sofía y yo estábamos donde siempre. En unas mesas en frente del estacionamiento donde suelen estar El Rey y sus estúpidos amigos. Que por cierto,  ahora no estaban las porristas, ni tanta gente a su alrededor.
—Que extraño -susurro mi amiga mirando fijamente a la nada-
—¿que es lo extraño? 
—Haru nunca falta a clases...  Y hoy...  ¿Le habrá pasado algo?  -abrió los ojos con angustia y me miro-
—no creo, tal vez... Enfermó
—¿crees que un resfriado lo detiene?  Sus estornudos son tan hermosos
—es humano, algo tiene que hacerlo faltar
—ni siquiera faltó un día nevado,  y todos vinieron, me incluyo, por que sabíamos que iba a estar aquí, a los profesores no les quedó más que dar las clases... Tiene tanto poder...
—más bien tiene un ejército de idiotas atrás de él -Sof me mira casi asesinandome- sin ofender... Pero, ¿en serio nunca había faltado?
—no... Y es tan aburrido -miré alrededor, todos estaban apagados,  hasta sus amigos no hacían nada más que mirar el cel y las chicas acercándose para preguntar por él tatuado. Hasta el cielo estaba completamente nublado. No sé si sentirme orgullosa por haber hecho que El Dios de la escuela faltara por primera vez, o sentirme mal por ello-.

La clase extra no fue nada sin él,  debo admitirlo. Estar sola con un guapo Francés después de clases en una aula alejada de los demás me hubiera hecho imaginarme muchas cosas y estar feliz,  pero esos ojos y esos tatuajes tan perturbadoramente sexys no salían de mi cabeza.
Un mensaje llegó a mi cel, pero Adrien estaba enseñandome a preparar Trufas de chocolate.  Cuando por fin término la clase me senté afuera a esperar por mi mamá. Puse mis audífonos y me perdí en las canciones.  Había una en particular, no sé por que a mi mente se vino el Japonés...
Pasó media hora,  mi celular anunciaba su agotamiento de batería. Lo tomé y ví el mensaje, mi madre no vendría por mi, y la lluevia comenzó a caer.
—¡MIERDA!  -grité, el profesor Adrien siempre sale junto conmigo para cerrar el aula, así que me tenía que ir en autobús-.
El cielo estaba en un gris azulado muy frío, caminaba por el parqueadero de la escuela, las trufas las guardé en la mochila para que no se mojaran, la llovizna era leve pero aún así fría. De pronto tres chicos en bicicleta se acercaron.
—Hey -me dijo uno de ellos-
—¿de dónde eres niña? -preguntó otro, hice como si no lo escuchara y caminé más rápido, pero los tres me rodearon, el que me saludó era un chico delgado, pálido y su cabello atado en trenzas pegadas al cráneo,  otro de ellos era un chico de color muy apuesto y el otro un rubio algo pasado de peso- es de mala educación  no responder-
—soy de...
—me gusta su mochila de Alien,  ¡yo la pido! -habló el gordo, yo abri los ojos asustada, me iban a asaltar cerca de mi escuela, puta madre-
—a ver niña, ya escuchaste a mi amigo -las bicicletas me cerraban el paso, miraba alrededor y no había nadie, me quedé quieta, jamás me había pasado, y de dónde vengo pasa muy seguido- ¡DASELA!
—no seas tan grosero -esa voz... -
—¿y tu quien eres maldito Chino? -dice el chico de color sacando una navaja, sus dos amigos rieron y por sorpresa, Haru también- ¿de que te ríes? 
—de nada... Me voy -abri los ojos sorprendida, iba a protestar pero el asiático estira su mano- vamos chica alien -sonreí, iba a tomarle la mano pero el gordo lo toma de la muñeca-
—¡hey!  -dice enojado el obeso, Haruka sonríe de la manera más angelical posible, para después hacer un tipo de giro con el brazo torciendole la muñeca al tipo y empujandolo contra sus amigos,  los tres cayeron por el peso-
—¡corre!  -comenzamos a correr-
—quitate maldito gordo -dice el flaco-
—¡vamos!  -logra safarse el de la navaja y corre detrás de nosotros.  Debo decir que mi condición física no es la más buena de todo el mundo, pero ahí estaba, casi desmayandome tomada de la mano del chico sexy y tres pandilleros detrás de nosotros con una navaja,  ¿que romántico, no?
—¡apurate! -la lluvia seguía cayendo, pare por un momento para descansar-
—ya...  Ya no puedo
—toma mi mano... -la tomé y comenzamos a correr más rápido, cruzamos una calle y había una motocicleta del infierno ahí, a lo que más le tengo miedo-
—¡oh no!...
—oh si...

El Chico Asiático 2.5 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora