Intenté levantarme de la cama pero había algo que me lo impedía, miré detrás de mi y vi a Selene abrazándome, quité cuidadosamente su brazo y me levanté, intenté buscar a los demás pero ninguno estaba a la vista, miré a mi cómoda y allí estaba la ropa que mi madre me dejó preparada antes de ir a trabajar, cogí mi ropa y me cambié, una camiseta verde con un oso dibujado y unos pantalones vaqueros. Al volver a mi cuarto la persiana estaba levantada y la ventana abierta, seguramente Selene se había despertado, cogí mi gato negro de peluche y me fui a la cocina, al entrar vi a Selene sonriente, estaba sentada en la encimera con los codos apoyados en sus rodillas y la cabeza en sus manos mientras movía sus piernas.
- ¿Dónde están los demás? - Pregunté dejando al gato en la mesa y yendo hacia ella.
- No lo sé, esta mañana no estaban, seguramente se fueron a dar un paseo o algo - Dijo bajando de la encimera, no le di mucha mas importancia y empecé a hacer el desayuno.
Ya eran las cinco de la tarde, ellos no habían venido aún, Selene y yo estábamos en el salón, ella curioseando la misma estantería de siempre y yo jugando con el peluche de gato, era invierno pero en el salón había un calor agradable gracias a la estufa, entonces oí la puerta abrirse y mi madre entró al salón, sus ojos estaban enrojecidos, ¿estuvo llorando?
- Hola mamá, ¿cómo te fue en el trabajo? - Dije levantándome y yendo hacia ella, ella me cogió en brazos y me abrazo.
- Bien cariño, ¿qué hiciste cuando estabas solo? - Dijo dándome un beso en la mejilla.
- Desayuné y estuve jugando con mi amiga.
- ¿Con una amiga? ¿Cuál de ellas?
- Selene, aún esta aquí, los demás se fueron, pero no sé a donde.
- Oh... tus amigos imaginarios, bueno, ¿qué te parece si salimos a dar una vuelta por el parque y juegas con niños... reales? - Dijo dejándome en el suelo.
-¡Vale!
Fui a mi habitación a por mi abrigo verde oscuro favorito y mi bufanda blanca con rayas negras.
- ¿Yo me tengo que quedar aquí? - Dijo Selene mirándome desde la cama.
- Si, pero intentaré no tardar mucho - Volví al salón pero paré al oír la puerta de la entrada abrirse, rápidamente me escondí en el baño y me asomé mirando hacia la entrada. Mi madre le había abierto la puerta a dos hombres, uno tenía pelo castaño y ojos azules, era un poco más alto que mi madre y llevaba gafas negras, en sus manos llevaba un maletín, el otro tenía pelo negro y ojos marrones, llevaba el mismo maletín que el otro hombre. La cara de mi madre se volvió en una de disgusto.
- ¡Os dije que no vinierais aún! ¡Idiotas! ¿¡Qué es lo que no entendisteis!? ¡Él esta en casa! - El de pelo castaño se colocó las gafas y miró a mi madre empezando a hablar con una voz suave.
- Lo sentimos señora, pero no podíamos venir a la hora que usted pidió, ahora, debemos hablar con su hijo - Mi madre estaba visiblemente enojada pero aún así dejó pasar a los hombres, se giró y me vio mirandoles, me mostró una pequeña sonrisa y se acercó a mi.
- Cariño iremos al parque otro día, ¿vale? Ahora estos señores quieren hablar contigo, ve al salón, yo estaré en la cocina - Dijo para después darme un tierno beso en la frente.
El salón estaba lleno de un silencio incómodo, ninguno de los hombres parecían querer romperlo sólo apuntaban cosas en sus libretas, el de gafas me miraba de reojo de vez en cuando y el de pelo negro no apartaba la vista de su libreta. Ellos dos estaban sentados cada uno en uno de los sillones mientras que yo estaba en el sofá con mi peluche en mi regazo, Selene estaba sentada en el reposabrazos que estaba a mi lado, fue entonces cuando vimos una cabeza asomar por la puerta entreabierta, era Oliver, entró en la habitación y se sentó en el respaldo del sofá sin decir ni una palabra. El señor de pelo negro me miro y empezó a hablar.
- Bueno, ¿cómo te llamas chico? - Preguntó sonriente.
- Me llamo Caleb, ¿vosotros? - Oliver se bajó del respaldo y se sentó a mi lado poniendo una mano en mi hombro.
- Yo soy Sebastián y mi compañero es Andrés, somos de una organización que ayuda a niños especiales como tu, tu madre nos a dicho que tienes muchos amigos imaginarios, ¿cómo son? - Dijo el de gafas mientras que su compañero miraba el salón.
- Mamá los llama así, ¡pero no son imaginarios son reales!
- Vale, ¿podrías decirnos sus nombres y si tienen alguna "decoración" en su cuerpo? - Dijo Andrés dirigiendo su mirada a mi mientras cogía su bolígrafo.
- Selene tiene un agujero rojo en su cabeza, Oliver tiene manchas rojas por todo su cuerpo, Gabriel no tiene ninguna mancha y su hermana Thalia tampoco - Andrés apuntó todo y Sebastián empezó a hablar.
- ¿Alguno de ellos está aquí?
- Si, Selene y Oliver están a mi lado - Andrés apuntó lo que acababa de decir y le susurro algo al oído a Sebastián - bien, vamos a hacer una cosa, esta noche pondremos cámaras en tu habitación, ¿vale?
- ¿Por qué?
- Siempre ves a gente que da miedo, ¿no? - Dijo Andrés mirándome - Tu madre nos lo dijo, pondremos cámaras para protegerte.
Acabamos de cenar y fui a mi habitación, Gabriel estaba apoyado en el armario, Thalia estaba sentada en mi escritorio mientras jugaba haciendo figuras con sus manos en la luz, Selene estaba sentada a los pies de mi cama y Oliver sentado en la ventana mirando la luna. Miré a mi alrededor, había una cámara entre unos libros de una estantería, otra en mi escritorio y otra entre un montón de peluches, esas eran las que estaban visibles, me metí en el baño y me puse mi pijama a rayas, volví a la habitación y dejé el peluche de gato en la estantería donde estaba una de las cámaras, fui a la cama y me tape con las sábanas y la colcha. Pasaron unos minutos y por mucho sueño que tenía no conseguía dormirme, me sentía vigilado y supuse que sería por las cámaras, entonces oi un fuerte golpe, me senté en la cama y vi que los libros de la estantería donde estaba la cámara se habían caído junto a la cámara, el peluche no estaba, miré a mi alrededor y vi aterrado como el gato de peluche se acercaba lentamente a mi cama, empecé a sentir una presión en mi garganta, como si hubiera un grito atascado, el peluche llegó a los pies de mi cama y de un brinco subió a ella, grité y le di una patada a través de las mantas, el gato cayó de la cama.
- ¡Vete! ¡Vete! - Empecé a gritar tan fuerte que me empezó a doler la garganta, fue entonces cuando el gato cayó al suelo como si hubiera vuelto a ser un peluche, esperé unos minutos escondido debajo de la sábana y cuando no pasó nada me levanté y cogí el peluche, salí de mi cuarto y me dirigí a la cocina, cuando llegué fui directo al cubo de basura y tiré allí el peluche para luego volver a mi habitación para intentar dormir.
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Amor más allá del Espíritu
RomansDesde pequeño Caleb fue especial, siempre tuvo muchos amigos imaginarios y jugaba todos los días con ellos, así el nunca estaba sólo ya que a él le daba miedo estar sólo, veía cosas, gente tenebrosa que iba a por él, en su habitación, la cocina, la...