Epílogo

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Ambos cuadernos forman un inexplicable peso sobre sus manos, mucho más grande del que sabe, estos mostrarían en una báscula si los pusiera ahora mismo. El que se encuentra en contacto directo con sus palmas empieza a sentirse pegajoso debido al sudor de las mismas; sabe que debe abrirlo, pero no cree tener la fuerza para lograrlo. La mirada expectante sobre él tampoco ayuda a la situación que se formó de manera involuntaria en la entrada de su casa. Debe decir algo, su cerebro se lo dice a gritos, pero el nudo en su garganta se vuelve más fuerte conforme pasan los segundos, impidiéndole siquiera soltar el más insignificante ruido.

Frente a él, la persona responsable del pequeño ataque de pánico que tuvo hacia menos de una hora debido a la desaparición de uno de esos cuadernos, se encuentra en una condición parecida a la suya. Lo sabe por la forma en la que su dedo índice no deja de rascar el gordo, Stiles es consciente que la herida que poco a poco se deja ver, no estaba cuando éste tocó a su puerta con la intención de entregarle algo que, posiblemente, represente un peligro para su estabilidad emocional; esa es la señal de que llevan más de unos cuantos minutos parados en la misma posición. Pero por más intentos que haga para que su cuerpo reaccione, no logra que la iniciativa surja.

El sobresalto que sufre su cuerpo al escuchar la voz de su padre tan sólo baja de la patrulla lo regresa a la realidad, al problema que se encuentra enfrentando en ese momento. El peso que sus manos se encuentran cargando se vuelve mucho más real después de que el Sheriff Stilinski les pregunte si no van a pasar. Stiles asiente, sin ser capaz de decir palabra alguna aún, y le hace una seña con la cabeza al moreno para que lo siga escaleras arriba.

El análisis rápido que su cerebro hace durante el tiempo que les toma subir el tramo de escaleras es bastante simple:

1. Derek Hale apareció en la puerta de su casa con un cuaderno que creyó perdido.

2. Este vino acompañado de uno nuevo que aún no se atrevía a abrir.

Tenerlo en su habitación logró que la situación tomara un peso un poquito más grande, porque era su refugio, nadie más que el propio Scott y su padre entraban en ella. Y ahora Derek Hale se encontraba viéndolo desde el umbral de la puerta con unos ojos de cachorro desamparado que no sabía, era capaz de hacer, mientras esperaba el permiso para dejarle entrar. Como si todo el camino realizado fuera para dejarlo fuera de su habitación mientras le gritaba cosas sin sentido en un intento de defensa.

—Realmente no sé qué esperas que diga —soltó Stiles, después de varios minutos en silencio—. Encontraste mi cuaderno y me regresaste dos.

—Sólo quiero que leas el segundo, no espero una respuesta inmediata, sólo que lo leas.

Stiles bajó la mirada hacia el cuaderno en sus manos, sabía que el de arriba era el suyo, después de tantos años escribiendo en el, era imposible que no lo reconociera. El desgaste de la portada y los bordes de hojas que sobresalían a la vista lo delataban. En cambio, el de abajo era nuevo, no por el estado del mismo, porque el maltrato se notaba en el, pero podía decirlo por el estado de las hojas. A diferencia del suyo, el nuevo parecía no encontrarse terminado, cosa que le dio curiosidad.

—Si lo leo, ¿te irás de mi casa y harás como si nunca hubieras encontrado mi diario? No diré como si nunca lo hubieras leído, porque por tu mirada puedo saber que lo hiciste —Stiles negó con lentitud mientras una pequeña sonrisa de lado aparecía en sus labios—. No eres bueno disimulando la culpa, y este es el único objeto aquí que podría estar dándotela.

Derek desvió la mirada por unos segundos, soltando un suspiro, que Stiles supuso, era un intento de relajación, que no estaba dando el resultado deseado.

Ten things that I love about himDonde viven las historias. Descúbrelo ahora