Apenas logro separarme de la manada, corro hacia mi lugar especial. Es especial porque desde allí no escucho los gritos de Gabrielle llamándome para que regrese. Es especial porque puedo estar sola conmigo un rato. Es especial porque desde allí veo todo.
Es mi prado de flores rojas.
Lo descubrí a los 13 años, una vez que había discutido con Victor, y que corrí lejos de todos. Cuando mis cortas piernas no lo soportaron mas, me encontré frente al prado. Las flores rojas se habrían con la luz de la luna, que arriba mio se mostraba, toda luz y hermosura que era. Supuse que ella lo había echo para mi, lo había escogido para que yo pueda ser feliz en secreto de mi manada.
Ahora lo frecuento siempre que puedo, pues es mi lugar, en donde soy feliz, al menos durante un rato.
Me tiro desde la cima del prado, y empiezo a dar vueltas hacia abajo, mientras rió con libertad. Al llegar, me acuesto sobre las pequeñas y suaves flores, que con sus cuerpos me acunan sin pena.
Cierro los ojos un rato.
Pienso en el bosque, en su sonido. El aroma dulce de las flores me embriaga de placer. Me olvido de todo, pues no lo necesito. Aquí estoy bien.
Cuando me despierto, veo como el sol del mediodía desaparece con la misma cautela que con la que llego. Ya deben ser pasadas las cuatro. Deben de estar preocupados todos.
Me incorporo y me levanto, pero rápidamente vuelvo a echarme, pues a lo lejos diviso a alguien. Si es alguien de la manada, no puedo dejar que me vea, pues descubrirían mi lugar, mi refugio, y jamas me dejarían estar sola de nuevo. Si es algún cazador, no puedo dejar que me vea porque podría matarme.
Intento espiar sin ser vista, para descifrar el misterio de mi acechador. Me sorprendo cuando lo descubro.
Un chico, de pelo castaño y azules verdosos, como un lago estancado, repleto de verde, que miran hacia mi dirección, pero no me descubren. Es formido, también alto. Es bastante guapo.
Me distraigo, y me tropiezo. El ruido parece alertarlo, porque comienza a caminar en mi dirección.
Sin pensarlo, solo por instinto, corro hacia el bosque, buscando mi manada. Miro hacia atrás para ver si me sigue, y choco contar algo frente a mi.
Aaron frunce el ceño mientras me ayuda a levantarme.
-Shelley?- me mira con curiosidad, pero se que no puedo decirle lo que acabo de ver- Sucede algo?
Tartamudeo un poco antes de contestar que no, pero siento como mi corazón golpea con fuerza contra mi pecho.
-Bien, busquemos a los demás- dice Aaron, y damos terminada la conversación.
Cuando todos estamos juntos, volvemos a casa.
Estoy pensando sobre el chico que vi, cuando la voz de Sophie hace que me sobresalte.
-Hoy tuvimos que cazar sin ti- me dice mientras come unas frambuesas que saco de un arbusto hace un rato.
-Lo...lo se. Me perdí y me quede dormida- le contesto. No me gusta mentirle, esta niña es importante para mi, pero no me queda de otra.
Sophie asiente y me convida frambuesas. Tomo algunas y me las llevo a la boca. Puede que así sea mejor. A veces, los secretos nos mantienen unidos.
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Hijos del eclispse (TERMINADA)
Werewolfson los años 30'. en esta tercera parte de la historia de Hanna, Shelley, una de las primeras mujeres lobo, y una antepasada de Hanna, cuenta su historia junto a su manada, y como la llegada de Zack al bosque cambia su vida y su mundo.