Capítulo 27: Mocoso simpático

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Danny:

El sol picaba un poco en la piel, pero era agradable. El mediodía empezaba instalarse en los cielos y no sabía qué hacía en la aldea de Adam. Bueno, si sabía.

Me deje convencer de Jacobo de ir a la aldea al día siguiente. No pudo ocultar su emoción cuando dije que sí. Es un tipo raro pero agradable.
Estaba en medio de la aldea, niños jugaban a atraparse. Hombres con ropa de trabajo cargaban madera y las mujeres cargaban canastas con comida. Todo era armonioso, pacífico y con una buena vibra.

—Hey, Danny—la voz de Jacobo me hizo volver a la realidad—acompáñame, hay un lugar que quiero mostrarte.

Asentí y fui tras sus pasos los cuales me llevaron fuera de la aldea a través del bosque que se volvía menos brumoso.

Tras una no tan larga caminata la cual estuvo inundada por silencio llegamos a un paisaje muy hermoso.

—Te presento el lago de las luces—Jacobo camino un poco más hacia el lago, uno de aguas cristalinas, se veía a los peces nadar, había una pequeña catarata y el lago en sí era rodeado por flores de color fucsia, parecen margaritas.

Me acerqué a la orilla del lago. Observó al castaño quien se quita su camiseta dejando al descubierto una piel levemente oscurecida y un cuerpo definido por extenuantes entrenamientos. Es simpático el mocoso.

Se acerca a mí y observa los peces junto a mí.

—Por eso me hiciste cargar con esta maleta—Jacobo me observa alegre—querías que nadará junto a ti.

—Sí, perdona por no decir nada—sonríe de lado—. Mucha charla, vamos al agua.

Esto tal vez sería incómodo. De hecho sería muy incómodo, pero ya llegamos hasta aquí.

Deje la mochila en la raíz de un árbol, quité la sudadera que traía dejándome en una corta pantaloneta. Me quito la camiseta bajo la acosadora mirada de Jacobo, sentí el calor en mis mejillas.
Me siento algo raro bajo la mirada de Jacobo, el solo sonríe y me guiña el ojo cuando volteo a verlo.

Termino de guardar mi ropa en la mochila y me acerco a Jacobo con los brazos cruzados al nivel del pecho. Él me analiza, detalla mi cuerpo y solo sonríe mientras que mantengo la vista en el lago y sus cristalinas aguas.

—Quien diría que tuvieras tal cuerpo bajo toda esa ropa—su comentario me toma con la guardia baja—. Tienes un cuerpo muy...

— ¿Lindo?

—Algo así—sonríe nervioso—. A lo que vinimos.

Camino dentro del agua, solo lo observe adentrarse en las aguas. Se sumergió y luego salió del agua. Si alguna vez han visto esa típica escena en la que el chico sale del agua y su cabello sale perfectamente despeinado, el agua en su rostro y en sus carnosos labios, dándole ese aspecto provocador, pues si han visto esa escena les será fácil imaginar lo que mis ojos ven.

—Ven, el agua está deliciosa.

Al igual que tú. Alto, aleja todo pensamiento impuro de tu cabeza.

No puedo pensar de esa forma, pero como no hacerlo con un ejemplar masculino tan atractivo.

Dudoso camino hasta la orilla y me empiezo a adentrar en el agua. Esta fría y al contacto con la piel produce cierto picor. Nado hasta estar a una distancia determinada de Jacobo, pero ¿dónde está Jacobo? Miro en todas direcciones pero no le encuentro.
Algo toma mi tobillo y me hace sumergir bajo el agua, pataleo y nado hacia la superficie donde me encuentro a un Jacobo riendo como si no hubiese mañana. Maldito mocoso simpático.

Con mi mano derecha salpico agua hacia su rostro mientras parto en risas. El me mira serio para luego repetir mis acciones riendo a la par conmigo.
Jugamos, nos perseguimos y reímos como niños pequeños. Uno que otro pez se nos acercó y uno de ellos le mordió el pie a Jacobo quien estalló en maldiciones mientras que yo lo acompañe con risas.

La tarde caía, el frío empezaba a instalarse en mi cuerpo y mi estómago gruñe.

—Vamos, es hora de abandonar este lugar y comer, traje sándwiches—sonrió al saber que puedo disfrutar de algo de comida.

Salimos del lago y cada uno tomó la toalla que había traído. La mía era una café con huellitas blancas. Sequé todo el agua posible de mi cuerpo, solo faltaba cambiarme, pero ¿cómo hacerlo sin morir en el intento?

Observo a Jacobo, con detenimiento se encarga de limpiar cada gota de agua de su cuerpo. Por mi mente pasan pensamientos que no había tenido desde hacía un buen tiempo. Se ató la toalla a la cintura y se deshizo de lo único que le quedaba de ropa. Su bóxer.

Parecía ser un buen plan, copie sus acciones, pero justo cuando estaba por ponerme el bóxer que había traído de repuesto una figura parecida a la de un lobo de color negro y con ojos blancos apareció.
La cosa me observaba mostrando sus colmillos de gran tamaño, Jacobo apareció a mi lado y le gruño a la cosa mostrando sus ojos de un color ámbar brillante.

La cosa no retrocedía, ni tenía intención de hacerlo. Jacobo se posiciono delante de mí. Terminé de cambiarme rápidamente, la bestia caminaba alrededor nuestro gruñendo. Abrió su hocico y de él brotaron unas manos cubiertas por un líquido negro, así fue como terminó por salir el cuerpo de una mujer, todo manchado por un líquido negro, su mirada era de odio y abrió su boca vociferando pequeñas palabras.

Se incorporó, evité ver su desnudez enfocando mi rostro en el suyo, sosteniendole la mirada. Sonrió cínicamente y alzó una mano hacia mí.

—Eres un malnacido, vidente asqueroso—sus palabras estaban cargadas de odio—solo eres un niño torpe que obstaculiza nuestro paso. Tendré que matarte, pero a él lo dejare vivir. Es demasiado simpático para morir.

Observé a Jacobo quien la miraba con repulsión, la mujer hizo que sus ojos destellaron en un verde que ya había visto antes. Jacobo emitió un quejido y cayó de rodillas mientras apretaba su cabeza con las manos. Gemía de dolor, pero no podía hacer nada.

—Suficiente—me posicioné enfrente de Jacobo quien seguía quejándose—. ¡Para ya!

—Asquerosos sentimientos humanos. Si fueras un verdadero vidente deducirías que de no escapar antes de que controle su mente morirás, pero ya es tarde—sentí la respiración de Jacobo en la nuca—. El hará el trabajo sucio por mí, asesinara a su propia pa...

¡Divini muneris!—exclamó una voz femenina que brotó de un árbol. De la nada una mujer salio de la tierra con ojos destellando como los de la otra mujer. Jacobo cayó al suelo, posiblemente inconsciente.

—Vaya, vaya—dijo la mujer desnuda—no sabía que aún habían brujas blancas por estos lados—su sonrisa se amplió a la par que una sombra enorme se alzaba a su espalda. Darack. 

Videns ©  ||En edición||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora