HyukJae, un rey hermoso y temible, respetado por todo su reino, continuamente busca esclavos sexuales de diferentes edades sin importar el sexo, para satisfacerse y después votarlos.
Donghae, un chico albino, lindo y amable es vendido por su padre a...
-Cariño, ¿Quieres apresurarte? vamos, ayuda a mamá- Dijo, aquella mujer hermosa de cabellos blancos que eran cubiertos por una pequeña manta.
¿¡Por que sonríe!? ¡Hasta el ultimo momento permaneció sonriendo!.
-Vamos, aún es temprano. Conseguiremos un buen lugar en el pueblo-.
Si hubiera sabido...
¡Si tan solo nos hubiéramos quedado en casa ese día!
¡SI NO HUBIERAS SIDO UN COBARDE!
-No creo que tú padre tarde, dijo que iría a por una sorpresa- Rió. -Y pensar que yo misma olvidé que era mi cumpleaños-.
Una lágrima rodó por su mejilla. Era tan joven.
-Vamos, apresúrate, las manzanas no aguantaran mucho-.
¡Mamá, corre!
-Deberíamos esperar a papá, no es seguro caminar por esta zona-.
-¡Que va!, no nos pasará nada-.
Si él no hubiese tardado tanto...
¡¿Por qué solo fue mi culpa?!
¡Yo no quería que eso pasara! ¡Yo la amaba!
Un grito, una ultima sonrisa, lágrimas, y un cuerpo hermoso cayendo sobre el frió asfalto de una madrugada de octubre.
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El cuerpo de quien una vez fue la mujer a la que más amo, la que desprendía alegría y amor cada día a pesar de su situación de pobreza, yacía inerte frente a sus ojos.
-Mamá... ¡MAMÁ!-
Su hermoso vestido blanco era manchado por gotas de sangre que brotaba desde un costado.
Había sido apuñalada profundamente.
-Por favor... por favor no me dejes-. Sollozaba aquel jovencito de cabellos blancos, los cuales eran poco a poco machados por las manos llenas de sangre de su madre, la cual con sus ultimas fuerzas le acariciaba el rostro y su cabello.
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No sabía el porque habían atacado a su madre. El dueño de tan vil acto se perdió en segundos.
Segundos.
Su madre perdió la vida también en segundos.
¡¿Pero que podía hacer yo!?
¡Ni siquiera lo había visto acercarse!
¡No pude hacer nada al ver como apuñalaban a mi madre!
¡Fui un cobarde!
Su padre, llegó unos segundos... minutos... horas después. No fue consiente de cuanto tiempo paso abrazado al cuerpo de su madre.
Después de eso todo se volvía borroso.
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Recordaba haber llorado desconsoladamente, más ser ignorado por su padre, el cual lloraba y suplicaba que fuera todo una cruel mentira.
No lo era.
Recordaba que su madre fue levantada, entre las personas que conforme iba amaneciendo en su totalidad se habían acercado.
Recordaba el como había sido enterrada con su cuerpo tocando la tierra lodosa y después ser cubierta con ella.
No tenían para más, y eso le daba tanta rabia.
No pudo darle ni siquiera el descanso que merecía una madre tan buena como lo había sido ella.
No recordaba mucho. Y desearía no recordar nada más que lo buenos momentos.
Hoy, dos años después, él deseaba estar junto a su madre. Y con ello no recordar nada.
17 años
Un portazo.
Y reafirmo nuevamente eso. Quería estar muerto. ¡Olvidarse de todo!
Al principio había pensado que era alguno de los usureros que venían por el pago de las deudas de su padre, cada tres días estos aparecían sin falta. Siempre terminando yéndose después de golpearlo a él al no recibir el dinero y al no encontrar a su padre.
Su miedo fue aún más grande al reconocer la de su padre.
-¡¿Dónde estás pequeño mocoso!?-. gritó una voz cansada y áspera. Malhumorada.
Donghae, ante el miedo de ser golpeado hasta quedar inconsciente nuevamente por aquel que se decía llamar padre solo pudo temblar y esconderse más bajo sus cobijas.
La puerta de su habitación fue abierta bruscamente.
Pasos bruscos, tambaleantes y arrastradizos resonaron por la pequeña habitación.
El no había vuelto desde hace dos semanas.
¿Por qué ahora? ¡Hoy vendrían a por el dinero!.
Su sangre se heló. A pesar de ser odiado por su padre y ser golpeado aún peor por este que por los mismos usureros, el lo amaba. Por lo tanto soportaba golpiza tras golpiza con el fin de que su padre no saliera herido.
La manta con la cual era protegido el cuerpo de Donghae fue removida bruscamente.
¡Su padre no tenía que estar ahí!
La luz que entraba por una grieta de aquel cuarto a punto de caerse cegó momentáneamente al chico.
Cuando por fin logró acostumbrarse, su padre habló.