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Ω

Estuvo de vuelta en la residencia Bakugo el lunes siguiente. Las piernas le temblaban y sus dedos se enredaban en su cabello continuamente. Kacchan le había entregado una copia de la llave de la casa algunos días antes del incidente y ahora podía entrar sin preámbulos; se detuvo en el pórtico y tomó una respiración muy profunda para después introducir la llave en la cerradura.

—¡Señor Deku! —lo saludó Eri de inmediato, corriendo por el pasillo y esperando ansiosamente a que el omega se sacara los tenis y el abrigo. —¡Me alegra mucho verlo!

—¿Ya estás mejor? —preguntó Kouta asomándose por la puerta de la estancia y el pecoso asintió, de buen humor, sosteniendo a Eri cuando esta se aferró a su mano derecha.

—¡Te trajimos un regalo del acuario! —cuchicheó la niña mientras lo jaloneaba para que caminara con ella hacia la estancia, Izuku le siguió el juego y después tomó asiento junto a Kouta, quien escondía algo detrás de su espalda.

—Es un detalle muy lindo, se los agradezco. —sonrió y al instante el pequeño alfa puso el presente en su regazo, haciéndolo dirigir su mirada hacia abajo.

Se trataba de un pequeño muñeco de tela en forma de narval, de color verde y con ojos negros que estaba sujeto a un aro metálico para ser usado como llavero, Izuku lo tomó entre sus manos y lo observó atentamente antes de llevar su mirada al par de niños que esperaban su reacción.

—¡Es el mejor regalo de la vida! —exclamó, alegre y extendió sus brazos para sostener a Eri y abrazarla, seguida de Kouta, quien intentó huir al principio, pero luego se resignó y lo abrazó de vuelta. Se echó hacia atrás en el sofá, sosteniendo aun a los pequeños y haciéndolos reír. —¡Son los mejores, muchas gracias!

Los ojos verdes de Izuku se movieron de inmediato al sentirse observado y luego de pasar rápidamente sobre la televisión apagada, se topó a Katsuki observándolo desde la puerta de la cocina.

Tenía una ceja arqueada y a Midoriya se le antojó especialmente atractivo. Carraspeó y se irguió sobre el sofá, volviendo a agradecerles a los niños y dejándolos ir para después preguntarles que querían para desayunar.

—Tostadas francesas. —pidió Kouta y Eri asintió, de acuerdo con su hermano; Izuku aceptó y colocó el llavero al zipper de su mochila antes de caminar en dirección a la cocina, pasando al lado del alfa.

Bajó su mochila y la dejó sobre una silla en una esquina antes de prestar atención al llavero idéntico al suyo -pero de color amarillo- que estaba sobre la mesa del desayunador.

—Oh, ¿también te dieron uno? —le preguntó al cenizo animadamente, como la respuesta era obvia, continuó hablando. —¿Les diste las gracias?

—Claro que lo hice.

—¿Y por que no lo has colocado en ningún sitio? —preguntó en un susurro, acercándose al alfa para evitar que los niños escucharan.

—¿En donde crees que voy a ponerlo, Deku? Lo dejé sobre la mesa para verlo todos los días.

El omega se sintió conmovido; a pesar de ser horriblemente malo relacionándose con los niños Kacchan seguía intentándolo.

—Te recomiendo que lo coloques en un lugar en donde más personas puedan verlo, —se giró, fingiendo desinterés y abriendo la nevera. —a los niños los hará sentir orgullosos que quieras mostrar algo que ellos te dieron.

Bakugo chasqueó la lengua y después pareció salir de la habitación; Izuku se giró, dispuesto a tomar el llavero para moverlo de lugar y encontrándose con que este ya no estaba ahí.

Aroma del verano; [Katsudeku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora