Matar para ganar.

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Sentir el agua recorrer mi cuerpo desnudo es una sensación relajante y más cuando está en su punto exacto.

Estaba tan concentrada en sentir como recorría todo mi cuerpo, que me asusté cuando escuché unos golpes provinientes de la puerta de entrada, cerré la llave y la relajante agua dejo de caer, tome una toalla y la enrolle en mi rubia cabellera y otra toalla para mi pálido cuerpo.

Se volvieron a escuchar los golpes.

— Un momento.

Corrí a mi cuarto y me coloque ropa interior, un chandal todo gris y unos calcetines blancos, quite la toalla de mi cabello y caminé descalza y despeinada hasta la puerta, seguían tocando.

— Ya voy, ya voy.

Mire por la mirilla y había un muchacho –guapo a decir verdad– detrás de la puerta. La abrí.

— ¿Si?
— Hola. - tenia una voz extremadamente sexy.
— Hm, ¿Hola? - eleve mi ceja izquierda.
— Disculpa por estar tocando así, es solo que mi carro se averió y mi celular está muerto. - una penosa sonrisa cruzo por su muy definido rostro. Llevaba un suéter negro, igual que su pantalón y tenis.

Me asome para ver detrás de él y si, había un carro con el capo abierto.

— ¿Quieres que te presente el teléfono?
— Si no es mucha molestia.
— Está bien, pasa.

Me hice a un lado y el joven muchacho paso, caminé hacia el teléfono y cuando voltee con el teléfono en mano el chico me miraba con una sonrisa de malicia.

— Sabes... - su mano se colocó en la bolsa de su suéter — No deberías de confiar en la gente, si yo hubiera sido tú, lo hago esperar afuera.

El chico saco una pequeña navaja.
Estaba en shock, no hago nada, tengo el aire retenido, los ojos bien abiertos y tomando con fuerza el teléfono.

Empezó a caminar hacia mi, les juro que quería correr pero mis piernas no respondían.

Muevanse estúpidas

Estás reaccionaron e inmediatamente empecé a correr, corrí hacia la puerta trasera, y salí al patio, mi vecina estaba regando sus flores.

— ¡Ayuda ayuda! - grité alarmada.

Mi vecina me miro extrañada y me acerque a la cerca, ella hizo lo mismo.

— ¿Qué pasa? ¿Está bien? - me miro preocupada.
— Hay un chico en mi casa... T-tiene una navaja.
— Oh Dios. ¡Llama a la policía!

Agarre el teléfono temblorosa y marque a la policía, coloque el teléfono en la oreja y en la ventana de la casa mire al chico sonriendo.

— ¡Oh Dios ahí esta!
— ¿¡Donde!? - gritó la vecina.
— ¡Ahí, ahí! - dije llorando tirada en el piso.

— ¿Bueno? Emergencias.
— H-hay un tipo en mi casa.
— ¿Segura que no es un familiar?
— N-no, vivo s-sola.
— Bien, ¿dónde vive?
— E-en Calzada V-vallejo No. 734

El tipo seguía mirando por la ventana.

— Bien, ¿dónde te encuentras en este momento?
— E-en el patio trasero, con la vecina detrás de la cerca.
— Bien, ya van en camino.
— Gracias. - colgué.

Me levanté y la vecina seguía ahí.

— ¿Ya vienen?
— S-si.
— Trata de brincar la cerca cariño.

Le pase el teléfono y coloque mis manos en la cerca para poder levantarme, creo que me hace falta hacer ejercicio, no podía.

Volteo y el chico estaba parado ahí en la puerta, está totalmente abierta.

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