El accidente
Me había despertado temprano ese día, como si sintiera que algo iba a cambiar toda mi vida por completo y la ansiedad no me permitiera dormir.
El día anterior, Adam me había acompañado todo el tiempo que le fue posible, explicándome algunas cosas. Me estuvo comentando lo más básico sobre mí misma, me habló un poco sobre nuestra amistad, y además me explicó sobre todas las heridas que tenía. Mi brazo izquierdo estaba lastimado, mucho. Al parecer me había cortado con la ventanilla del auto. La lesión en mi cabeza era la más preocupante, tendría una cicatriz de al menos ocho centímetros justo en el nacimiento de mi cabello.
Me hizo muchos exámenes, cada uno más tonto. Tocar mi nariz con una mano mientras que la otra la ponía sobre mi cabeza, me había sentido como toda una idiota, pero hice caso a sus palabras. Había mencionado que era importante ver que no había otro tipo de daño en mi cerebro.
Al parecer, no me gustaban las inyecciones, pensé, arrugando la nariz en disgusto ante la idea. Los hospitales me causaban miedo y desagrado, eso podía notarlo por mí misma. No sabía porque razón, pero me sentía claustrofóbica, ansiaba levantarme, huir del hospital e irse a mi casa, donde fuera que eso quedara.
El hecho de que Adam me hubiera prohibido levantarme de la cama, a menos que fuera estrictamente necesario, me estaba volviendo loca. Mi cuerpo ansiaba correr, aunque mi mente seguía tan dispersa como el momento en el que desperté. Diría que incluso estaba más confundida.
Mis recuerdos eran confusos, borrosos. Sabía que había una razón por la cual los hospitales no me gustaban, pero no podía recordarlo. Tenía la impresión de que tampoco me gustaría la causa. Tanto desagrado, tanta resistencia a la idea de quedarme aquí no podía ser mal infundado.
Adam era un buen amigo, se encargó de nunca dejarme sola, ayudándome a retomar el control de mi cuerpo, poco a poco, dedo por dedo. Incluso me ayudó a aclarar mi cabeza, al contarme pequeñas cosas, nada muy importante.
Estuvo comentándome sobre el accidente. Fue un día viernes, todos nos encontrábamos celebrando el compromiso de unos amigos, Rosa y Armando, unos mexicanos que ambos conocimos hace dos años. Nos habíamos hecho amigos desde que ellos llegaron a nuestro vecindario. Según lo que me contó Adam, ellos habían estado enamorados desde siempre, se conocían desde el jardín de niños y desde entonces fueron inseparables. Todos sabían que quedarían juntos, excepto ellos.
La historia me resultó vagamente familiar, pero no lo interrumpí.
Yo había tomado un par de tragos, solo lo suficiente para estar ligeramente contenta. Argumentando que tenía que trabajar al día siguiente, me retiré por mi cuenta de la discoteca, mi pequeño automóvil aguardaba por mí, en el estacionamiento. Adam me dijo que nosotros siempre salíamos juntos, la mayoría de los fines de semana. Nuestro grupo de amigos era amplio y siempre me acompañaban a casa, dado que la mayoría vivíamos en el mismo vecindario. Esa noche todos habían estado festejando a lo grande, pero yo no pude quedarme. El doctor había insistido en acompañarme a casa, sin embargo, solo le permití acompañarme a la puerta de mi auto.
—Maneja con cuidado, escríbeme apenas llegues —Fueron sus palabras antes de cerrar la puerta del pequeño automóvil.
Justo cuando me encontraba en un cruce, apareció otro vehículo, a una velocidad elevada y el choque fue inevitable. Según los reportes el otro conductor estaba ebrio y se saltó la luz del semáforo, llevándome por delante y sin poder hacer para evitarlo. Me sentí en cierta forma responsable, pues según lo que Adam me había contado, yo había estado bebiendo un poco. Quizás no estuviera ebria, pero sí algo achispada.
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Yo sí te recuerdo ©
RomancePrimera parte de la trilogía recuerdos. Alissa perdió su memoria en un accidente de tránsito. Max aún no la olvida. Tras quedarse sin recuerdos, Alissa vuelve a su ciudad de origen con su familia, encontrándose con Max Jones, un cantante en ascenso...