Capítulo 3: La confesión

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Hannah había ido a mi departamento apenas le comenté que me iría con ellos a su ciudad. Mi hermana no pudo con la emoción, me abrazó y me dijo lo mucho que le encantaba la idea de tenerme de vuelta. Empacó todas las cosas que le parecieron importantes para mí, incluyendo un álbum de fotos para ayudar a mi memoria, aunque aún no me había atrevido a ojearlo. Temía encontrar miles de caras sonrientes desconocidas, miles de momentos que jamás regresarían.

Admiraba el carácter de Hannah. La notaba como una chica hermosa y con la mejor disposición a ayudar. Siempre que la veía cargaba una hermosa sonrisa en su rostro y una energía desbordante. Su cabello rubio caía largo hasta su espalda, sus ojos verdes lucían muy parecidos a los míos, aunque ella tenía pequeñas motas doradas alrededor del iris. Siempre la veía maquillada y elegante, sus pestañas eran impresionantes y sus labios siempre lucían del color de las cerezas.

Me había contado que tenía diecinueve años y que estaba estudiando administración de empresas. En un susurro bajo me había confesado que eso no era lo que realmente le gustaba, pero que nuestros padres la obligaban a estudiarlo, puesto que necesitaban a alguien que manejara las empresas algún día.

Sus palabras me habían sorprendido, no entendía realmente a qué se refería. No es como si no notara la elegancia con la que se manejaba mi familia. Cualquiera que los viera podía notar que no encajaban con el ambiente en el hospital. De hecho, a veces creía que no encajaban en ningún lado.

—A veces olvido que no recuerdas mucho —lo dijo con una sonrisa, como una broma personal. Nos encontrábamos en la habitación del hospital, ambas sentadas en la camilla, con las piernas cruzadas como indios. Mis cosas se encontraban a su lado, puesto que ella me las estaba enseñando, orgullosa—. Nuestros padres tienen tres empresas, aunque son totalmente diferentes. La idea principal era que cada hijo se encargara de cada empresa en un futuro, pero entonces tú te fuiste...

—Espera un segundo, ¿Cómo que me fui? ¿Nosotros no teníamos contacto? —la cara de mi hermana se tornó blanca cual papel, me dio la impresión de que no tenía pensado decir eso, que se le había escapado.

—Te fuiste hace cinco años, Al. Y claro que teníamos contacto, nos veíamos un par de veces al año —su voz sonó temblorosa, insegura. Por alguna razón, no pude evitar dudar de sus palabras-

—¿Por qué me fui? No tiene sentido, Hannah. Cuéntamelo todo, por favor —casi estaba suplicándole, la impotencia de no poder saber esas cosas por mi cuenta me estaba matando. No soportaba la idea de cualquiera pudiera saber más de mí que yo misma.

El rostro de la pequeña Hannah se veía confundido, contrariado. Incluso llegué a pensar que quizás se debieran a las órdenes del médico de no contarme muchos detalles de mi vida. Quizás por eso no debía hablarme acerca de mí, pero algo en mi cuerpo rugió de desconfianza.

—Te fuiste porque querías una vida más independiente —la voz seria de un hombre mayor se escuchó en la pequeña habitación.

De manera instintiva, volteé hacia la puerta, encontrando a quien decían que era mi padre. Debía admitir que tenía cierto atractivo a pesar de su edad. De alguna forma, todos parecían unos modelos de revista, incluyéndome. Las canas se notaban en su cabello y en algunas zonas de su naciente barba, causándole el efecto de verse maduro. Sus ojos verdes, parecían ser la mayor herencia dada a sus hijos. Sus facciones eran duras, como las de alguien que había tenido una vida no muy fácil. Su ceño se encontraba fruncido, mientras me observaba con seriedad.

Noté que la mayoría de mis facciones, provenían de mi madre, se podía decir que era su vivo retrato, pero tanto yo, como mis hermanos, teníamos los mismos ojos verdes.

—¿Independiente? —Las dudas enmarcaron mi rostro, las piezas no encajaban en mi mente.

Se sentía como si la vida fuera un puzle, pero a mí me había tocado uno en blanco. Por más que intentaba organizar los fragmentos de recuerdos e información que obtenía, la verdad es que cada día me sentía más confundida.

Yo sí te recuerdo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora