Amnesia.
No podía abrir los ojos, sólo era consciente del dolor que sentía y del malestar que embargaba mi cuerpo. Al principio me lo tomé con calma, quizás, si me quedaba quieta el tiempo suficiente, lograría disminuir aquel incesante dolor en mi cabeza, sin embargo, pasados los minutos me desesperé al sentir que aumentaba.
Tampoco podía moverme, un dolor punzante atravesó mi cuerpo, apenas hice el amago, paralizándome en donde estaba. No me sentía capaz de siquiera mover mis manos y llevarlas hacia donde creía que estaba el causante de mi malestar.
Tenía que obligarme a reaccionar, abrir los ojos, levantarme y con algo de suerte, encontrar algún analgésico que me ayudara con el dolor que me embargaba. De alguna forma, sabía que no se iría solo, así que una aspirina me vendría más que perfecto.
Mi vista se encontraba desenfocada, solo veía el blanco de una habitación, algunos materiales desconocidos para mí, una gran puerta de color gris y una extraña máquina que producía un incesante y molesto sonido que no me ayudaba a concentrarme en averiguar dónde estaba.
Poco a poco, mi mente se fue aclarando y todo cobró sentido. Me encontraba en un hospital, por supuesto. Maldije mi suerte, no me gustaban los hospitales y su olor antiséptico insufrible.
La puerta de la habitación se abrió, dejando ver a un hombre bastante joven,con un cabello castaño suave y unos ojos que parecían grises, no podía estarsegura pues mi vista aún se encontraba borrosa y mi mente cada vez más confusa.Sus facciones eran delgadas y amables, una sonrisa bailaba en sus delgadoslabios. Sus cejas eran pobladas y su nariz resultaba un poco grande.
El desconocido hombre portaba una bata blanca, mi mente al fin la asoció con la imagen de un doctor. Parecía desconcertado al verme despierta, como si nunca fuese imaginado que me despertaría, pensé con ironía. Se quedó viéndome por largos segundos, hasta que por fin reaccionó y se acercó cuidadoso a la camilla.
—Vaya, miren quien regresó al mundo de los vivos— El doctor me observaba, me analizaba. Se sentó en la camilla, demasiado cerca de mí. Me resultó extraño, no creía que fuera normal que un doctor se tomara tantas libertades. ¿Quién era ese hombre que parecía tener tanta confianza conmigo? —. Sé que debes estar confundida, pequeña. Tengo que hacerte varios exámenes, prometo que intentaré no pincharte, aunque no puedo asegurarte nada.
Definitivamente eso era extraño, el rostro del doctor lucía lejanamente familiar, como si lo hubiese visto en algún sueño hace mucho tiempo. Intenté hablar, preguntarle las mil cosas sin sentido que rondaban por mi mente, pero ningún sonido salió de mi boca. Me alteré, volví a intentarlo, pero sólo fui capaz de emitir un pequeño pitido.
—Calma, poco a poco podrás hacer todo lo que quieras, supongo que debo explicarte algunas cosas o saldrás corriendo, aunque apenas puedas moverte —él parecía dudar, quizás buscaba las palabras perfectas para no alterarme más—. No me gusta ser yo quien dé las malas noticias, tienes que tomarte esto con la mayor calma posible, ¿Entendido, pequeña? —Esperó a que le respondiera, por lo que asentí, aunque mi cabeza apenas se movió unos centímetros—. Tuviste un accidente de tráfico hace una semana, un conductor ebrio salió de la nada, tú ibas conduciendo hacia tu casa, luego de la fiesta. Has estado todo este tiempo en estado de coma, me preocupaba que no despertaras, nos has dado un susto terrible.
Sentí mi corazón acelerarse, la máquina a mi lado haciendo sonidos estridentes. Lágrimas de desesperación inundaron mis ojos, aunque traté de no derramarlas. No entendía nada de lo que estaba pasando. Por más que intentaba hablar, mi cuerpo no parecía responder, ni siquiera podía moverme.
—Mierda, tranquila, cariño. Ya estás a salvo... Mírame, estás teniendo un ataque de pánico, tienes que calmarte o tendré que tomar medidas por mi cuenta. Sé que no soy el más delicado, por eso odio dar yo las malas noticias —su voz era suave, tranquilizadora. Haciendo efecto, sentí como poco a poco me calmaba—. Ven, respira conmigo, bonita, inhala, exhala...
Al cabo de unos minutos mi cuerpo se relajó por completo, permitiéndome mover un poco más, intenté primero con un dedo, todo mi brazo estaba vendado, lo que hizo más difícil moverlo, sin embargo, lo estaba logrando. Me sentí un poco más preparada para hacerle preguntas, resolver al menos una de mis dudas.
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Yo sí te recuerdo ©
RomansPrimera parte de la trilogía recuerdos. Alissa perdió su memoria en un accidente de tránsito. Max aún no la olvida. Tras quedarse sin recuerdos, Alissa vuelve a su ciudad de origen con su familia, encontrándose con Max Jones, un cantante en ascenso...