Capítulo 2: Familia.

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Entré a mi habitación tarareando una melodía que resonaba en mi cabeza. No podía recordar dónde lo había escuchado, ni de qué iba la letra, pero en el camino me la pasé tarareando alegremente, justo antes de notar que no estaba sola.

Estaba totalmente petrificada. Me había imaginado demasiadas cosas sobre mi familia, en el corto tiempo que llevaba despierta. Imaginaba a una madre bajita y gordita, con un cabello corto y castaño, con mucho amor en su mirada. Me imaginaba a un padre bromista, alto, con un porte relajado a pesar de ser la autoridad, quizás un poco severo cuando se molestaba.

Quizás el problema fue que imaginé mucho.

El ambiente en la habitación del hospital se sentía pesado, demasiado tenso. Pude sentir mi corazón acelerarse y mis piernas flaquear. No estaba preparada para lo que me encontré, luego de abrir la puerta. Había cuatro personas de pie, esperando por mí. Por un momento deseé tener a mi amigo cerca. Adam sería un buen escudo para mí, él no dejaría que nada malo ocurriera.

Una chica delgada, un poco más baja que yo y sobre todo muy hermosa—además de rubia, hecho que fue bastante impactante para mí, más aún al notar que todos en la habitación lo eran, siendo yo la excepción—. La chica era bastante joven y no dudó en saltar a mis brazos. Sus ojos eran de un impresionante color verde, enmarcados por unas pestañas que la hacían lucir como una muñequita. Llevaba puesto un maquillaje suave, delicado.

Escuché su suave y tierna voz murmurar sobre cuánto me había extrañado y otras cosas que no alcancé a entender. Después de quien sabe cuánto tiempo la chica se dio cuenta de que yo no estaba respondiendo a su abrazo, por lo que se apartó ligeramente.

—Lo siento, Al. Me dejé llevar por la emoción de verte de nuevo —las lágrimas inundaban el precioso rostro de la muchacha, debía rondar por los veinte años—. Mi nombre es Hannah, soy tu hermana menor. Sé que debes estar confundida. Esta situación es rara por donde se mire. Entiendo que para ti debe ser difícil, pero puedes contar conmigo.

Escucharla me conmovió, no pude evitar la oleada de tristeza que cubrió mi cuerpo. No fue lindo darme cuenta de que estaba haciéndole daño a la gente que me quería por no recordarlos. No era mi culpa y muy dentro de mí, lo sabía. Sin embargo, no podía evitar sentirme mal, sentir que los estaba defraudando. Era una mala situación para la que nadie estaba preparado para afrontar, nadie jamás pensó que esto podría ser posible.

—Lamento mucho haberte olvidado, Hannah. Prometo intentar recordarte, recordarlos a todos —dije, echando una mirada a los demás.

Hannah soltó un chillido de emoción y se lanzó de nuevo a mis brazos. Era una chica llena de energía, pero me resultaba refrescante en el lúgubre estado del hospital. Le respondí a su abrazo, sintiendo su calidez.

—Hannah, compórtate. La estás sofocando —el chico tomó a mi hermana y nos alejó un poco. Era alto, muy muy alto. Su cabello rubio estaba un poco largo, al punto de tapar ligeramente sus ojos. Su color era similar al de los míos, pero un poco diferente a los de Hannah. Llevaba una pequeña barba de dos días que lo hacía ver bien, tenía un porte serio y una mirada helada en su rostro—. Ha pasado un tiempo sin verte, Alissa.

—Él es Ethan, es el mayor de nosotros, Al —se entrometió la pequeña Hannah. Se lo agradecí con una sonrisa.

—El doctor dijo que no le dijeras nada sobre ella, se supone que tiene que recordar por sí misma —la reprendió nuestro hermano mayor, su seriedad logró asustarme, pero no dejé que se notara.

—No te molestes con ella, solo está ayudándome —no pude evitar salir en su defensa—. No creo que pase nada porque me explique una que otra cosa.
—Basta. Se están comportando como unos críos —la voz de la señora me provocó un escalofrío, sentí como mi piel se ponía de gallina, mis nervios se alteraron.

Supuse que era mi madre, pero no era en absoluto como imaginaba. Su rostro era frío, sin rastro de amor ni de sentimiento alguno. Era tan alta como yo, con un cuerpo muy bien conservado para alguien de su edad. Su belleza era indudable. Su cabello rubio, largo hasta la cintura, sus fríos ojos azules, sus facciones eran duras, fuertes. Su labial rojo pasión le daba el toque justo para verse sexy y elegante. Un traje hecho a la medida que contrarrestaba con todo en la habitación, incluyéndome.

A su lado, un hombre imponente no quitaba su vista de nosotros, de nuestra interacción. Lucía severo, con un cabello rubio un poco oscuro y los ojos verdes, justo como los míos y los de mis hermanos. Sus facciones eran atrapantes, su rostro libre de barba. Esperaba que dijera algo, sin embargo, se mantuvo impasible, lejano.

Se veían bien juntos. La belleza severa de mi madre y el frío encanto de mi padre. Parecían la imagen perfecta para una portada de revista.

Una modelo retirada, el pensamiento llegó a mi como un flash, junto con una imagen de mi madre, mucho más joven, en la portada de una revista importante. Mi cabeza dolía, comencé a ver borroso, mientras puntos negros aparecían en mi visión. Me llevé una mano a la cabeza, intentando detener el potente dolor. Escuché a Hannah gritar, llamando a los médicos.

Yo sí te recuerdo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora