JiMin se observaba a sí mismo en el espejo, con lágrimas cayendo por sus abultadas mejillas. Estaba gordo. Obeso.
Unos golpecitos en su puerta lo sacaron de sus horribles pensamientos. Se secó las lágrimas con el borde de su camiseta y su mirada se posó en la puerta que estaba siendo abierta. Su madre entró sosteniendo un plato de comida en su mano.
— Mochi, cielo, te traje algo de comida. — Los ojitos del chico desaparecieron en una sonrisa, que se borró al ver un hilo de sangre caer por la comisura del labio de su madre. Se acercó a ella y le acarició la mejilla, dejando el plato en la superficie plana más cercana que encontró y guió a la mujer hasta su cama, sentándola ahí. Analizó la herida. — Cariño, estoy bien, no debes preocuparte. — Su madre fingió una sonrisa.
— ¿Dónde está papá? — Cuestionó con su voz temblorosa.
— Ya se ha ido, Mochi, no hay de qué preocuparse.
— ¡Claro que debo preocuparme! — Exclamó como un niño pequeño teniendo una rabieta. — ¡Sabes que va a volver más bebido todavía y te hará daño! ¡No lo soporto! — Las lágrimas volvieron a brotar de sus ojitos y comenzaron a caer acompañadas de unos sollozos. — Mamá, no quiero que te haga daño. — Sintió unos brazos rodeándolo y unas manos finas y pequeñas brindando pequeñas caricias por su espalda.
— Estoy bien, Mochi. Y estaré bien, no me hará daño. — JiMin calló, como siempre, aguantando sus ganas de gritarle que no iba a cambiar, que desde incluso antes de que él naciese, su padre ya le daba palizas brutales a la mujer, y no iba a cambiar de la noche a la mañana; y un día más, una noche más, calló y mantuvo sus sentimientos guardados en una cajita cerrada con llave en su frágil corazoncito, que ya estaba roto y demacrado, pero continuaba en pie.
Su madre le dio unas cuantas caricias más, miró su reloj y le dio un pequeño beso en su frente, susurrando contra ella un "debo irme". JiMin odiaba el trabajo de su mamá, porque siempre estaba sin ella.
La mujer se fue y cerró la puerta. El chico miró el plato de comida que le trajo su madre. Deseaba poder comérselo y hacer a su madre feliz, pero era incapaz, con tan sólo el olor de la comida, ya se sentía ansioso por rozar con las yemas de sus dedos la úvula de su garganta y vomitar.
Agarró el plato de comida, se sentía como la mismísima mierda por tirar la comida que su madre le había preparado con todo el cariño que podía. Llorando, tiró a la basura de su cuarto el contenido del plato y bajó a la cocina a dejarlo en el fregadero mientras se limpiaba con la manga de su sudadera holgada las lágrimas que habían caído por sus mejillas.
Desde que era un niño pequeño, su padre lo había odiado por su sobrepeso, y siempre se reía de él y le ponía motes. Su madre era conocedora de aquello, y siempre, al caer la noche, antes de acostarle, le decía que nada de lo que decía su papá era cierto, que él era un niño hermoso, cariñoso y bueno.
Quizás las palabras de su madre lo ayudaban de pequeño, porque la creía; pero cuando entró al instituto, los insultos se multiplicaron. Se volvió la "ballena de la escuela", y nadie lo quería.
JiMin lloró, sollozó, gritó hasta desgañitarse, gimió de dolor. Se miró a sí mismo en el espejo de la pequeña sala de estar. Era primavera y debía usar ropa de invierno para ocultar sus heridas con la excusa de que tenía frío. Se sentía cómodo cuando usaba ropa holgada, pues sentía que su grasa se escondía. Observó su rostro. Sus ojos y su nariz estaban irritados y rojos, pues había estado frotándolos con la manga de la sudadera. Sus mejillas estaban empapadas en lágrimas y no podía dejar de sollozar. Se odiaba, se odiaba mucho.
Comenzó a pegarse débiles puñetazos en su estómago, gritándose a sí mismo "te odio" con cada golpe que recibía. Después de aquello, volvió a mirarse en el espejo, jadeando.
ESTÁS LEYENDO
Beautiful - Hopemin
FanfictionDonde JiMin sufre de bulimia nerviosa y HoSeok se refugia en sus poemas.