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Al día siguiente, A invitó a B a un paseo por el parque. Siempre solían hacer planes de ese tipo, así que no había problema.

Después de encontrarse en el lugar citado pasaron todo el día juntos.
Charlaban sobre cosas al azar, reían y en cierto momento fueron por helados.

Todo marchaba bien para A, sin embargo esa era solo la primera parte del plan.

Las horas pasaron una tras otra, al igual que los temas de conversación, y sin darse cuenta el cielo ya se encontraba pintado de color naranja y el sol comenzaba a ocultarse.

Es el momento, pensó A, pero cuando estaba a punto de hablar notó como B tomaba su mochila y se levantaba del banco en el que estaban sentados.

—Ya es tarde, me tengo que ir. Fue bueno verte, hasta mañana.— Dijo y comenzó a caminar. A lo detuvo, tenía que decírselo ya.

Finalmente insistió a B para acompañarlo a su casa, aunque eso no era parte del plan.

Pero bueno, al final todo lo que pasaría después tampoco lo era.

Platicaban a lo largo del camino. Los rayos del sol al ser más intensos a esa hora se reflejaban en el rostro de B, haciendo que múltiples veces A se perdiera en sus ojos, y cuando recuperaba la razón se sonrojaba a más no poder.

Aún no podía creer lo que iba a hacer, y temía no ser correspondido.

Finalmente llegaron a casa de B.
Por lo que B le había contado hace tiempo a A, casi siempre estaba solo en casa porque sus padres trabajaban todo el día.

B estaba por cruzar la puerta cuando A lo tomó de la barbilla y unió sus labios con los del contrario en un tierno beso.

B no sentía nada en realidad por A, siempre estaban juntos y siempre lo había considerado como su mejor amigo, pero sintió de repente un escalofrío pasar por todo su cuerpo y un cosquilleo que nunca había sentido antes.

Después de unos segundos de ese dulce contacto, tomaron aire y se miraron a los ojos, como intentando leer la mente del otro.

Sin pensar volvieron a unir sus labios estrepitosamente, esta vez en un beso más profundo y romántico que duró lo suficiente como para que B pudiera abrir la puerta y ambos entraran en la casa.

Ahora lo único que importaba era mantenerse unidos en largos y embriagadores besos.

Estaban perdiendo la cordura poco a poco, y para cuando se vieron a sí mismos sobre la cama, ya era demasiado tarde para recuperarla.




D: ¿C? ¿Qué escribes?

C: AHH- Ehhhh... N-Nada...

D: ¿Seguro? Déjame ver eso *le arrebata a C su cuaderno*

C: ¡NO! ¡ESPERA!

D: *Lee lo escrito* ...

C: ...

D: Sabes que esos dos nunca terminarán juntos, ¿cierto?

C: DÉJAME SER, ¡¿OK?!

Fin :D

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