Capítulo Cinco

0 0 0
                                    

-Es todo muy simple. Yo te puedo brindar mis poderes y explorar hasta donde son nuestros límites en esta realidad.
-¿Esta realidad?
-Todo es mucho más complicado de lo que crees.-Talakael terminó su frase como su fuera una serpiente y se rió.
-No debe ser tan complicado.
-¿O tal vez si? Lo veremos con el tiempo. Es demasiado rápido para hablar de ciertas cosas, mí querido amigo.

Estaba acostado el domingo en mí cama, moviendo una pelota antiestrés cerca del techo.
-¿Son todos los poderes que tenés?-le pregunté a Talakael mientras veía a la pelota enrollada en una especie de liana negra que salía de la palma de mí mano.-Estoy bastante aburrido. Ojo, no digo que tus poderes sean aburridos o malos. Esto de tener básicamente una teletransportación y un brazo látigo...o lo que sea esto no es poca cosa.
-¡Maldito mal agradecido! ¿No aprecias tampoco el que ya no te hace falta dormir y que si leo o aprendo algo lo sabes tú también?
-Me gusta dormir y leer, Talakael. Creo que no me hace falta de momento. ¿Algún otro poder?

Talakael apareció un viernes en mí vida, luego de mí encuentro con Leonel. El sábado estuvimos investigando nuestros límites y viajando por la ciudad. Ya dominaba esto de "volar" en las sombras, por lo que me desplazaba bastante rápido, aunque aunque aún me falta un poco de práctica para salir.

-¿Sabes bailar?-preguntó luego de un silencio.
-¿Qué? ¿Para qué querés saberlo?
-Te estoy preguntando algo, idiota. ¿Sabes bailar o no?
-No...
Talakael sonrió.
-Busca un vídeo en...
-¿El celular?
-¡Eso! Tengo una idea.
Agarré mí celular desde mí mesa de luz, puse un vídeo cualquiera de coreos y me puse a verlo.
-No se a que queres llegar con esto.
-¡Silencio! Estoy concentrado.
Terminamos de ver el vídeo y Talakael se movía de un lado a otro sobresaltado.
-¡Levántate!
-¿Para qué? Me gusta estar acostado.
-¡Haceme caso!
Me levanté de mala gana.
-Ahora, necesito que me permitas usar tu cuerpo. No del todo si lo quieres pero tampoco me quejaría...
-¿Está...bien...?
-¡Perfecto!
Talakael chocó contra mí. No sentí nada raro.
-¡Ahora baila como nunca!
-¿Qué?
-¡Solo hazlo, maldición!
Moví un poco mí cuerpo y sentí como mí cuerpo se movía solo, alto forzado pero estaba imitando a la coreo.
-¿Qué es esto? Es tan...extraño.
-Solo relájate. ¡Piensa en la coreo!
Pensé en la coreo y en querer hacerla, para mí sorpresa, mí cuerpo empezó a moverse de forma mucho más fluida.
-¡Estoy bailando!-me empecé a reír.-¡Estoy bailando, Talakael!
-¡Así es niño! ¡Y qué bien nos movemos!
Terminé la coreo y me volví a acostar riéndome. Agarré mí celular para buscar otras coreo pero un mensaje del grupo del curso me llegó.
"Están locos como roban! Acaban de robar a mí mamá en la puerta de la casa"
Miré hacia mí armario, estaba abierto y una larga gabardina negra que había sido de mí abuelo "brillaba ante mis ojos"
-Talakael...tengo una idea.
-Federico.
-¿Sí?
-Anota otro poder.-Talakael empezó a reírse.-Se lo que pensas.

Tenía la gabardina puesta y me envolví la cara con una bufanda marrón.

-Uy si, te cubre mucho la cara eso.-dijo Talakael entre carcajadas.
-Partamos desde que de por si nada de esto es buena idea. Me gustaría quedarme a dormir.
-¡Oh vamos! ¿Quieres que te vuelva a atocigar con mis comentarios sobre lo triste que es la vida?
-Aun no entiendo que logras con eso. Onda, si me mato por tu culpa vos te morís conmigo.
-Ya te expliqué niño. Me alimento de todas tus inseguridades y emociones negativas. Mientras más fuertes sean, más poder tengo.

Talakael me explicó eso cuando apareció el látigo extraño en mí mano. Fue un accidente y desapareció cuando me asusté. "Solo debes "proyectar" que agarras algo y aparecerá eso. Eso sí, cuando más deprimido y concentrado estés, más fuerte será. Cómo el resto de mis poderes"

-¿Entonces quieres que recuerde todos mis traumas en medio de una pelea?
-Algo así.-Talakael empezó a reírse siniestramente.-Solo que no te salga lo suicida en medio de una pelea. Nos podría salir mal la jugada, amigo...
-O muy bien. Depende como la veas. Aparte nunca pensé en matarme.
-Federico...
-¡¿Qué?! Pensar en desaparecer es algo totalmente distinto...
-Los humanos son sumamente interesantes en cada realidad...

Estaba en el techo de un edificio de apartamentos observando mí barrio. Era una zona liberada, como casi todas las zonas en Tucumán, o en Argentina, o en un país tercermundista. Claro, al menos que vivas en un country.
-No estoy tan seguro de esto, Talakael. Mañana tengo clases y...
-¡Cobarde! ¿Y piensas desperdiciar todas las horas de videos de NME y defensa personal que vimos?
-MMA, Talakael.
-¡Cómo sea! ¡Mirá, están robando!
Tomé aire y dudé un tiempo largo.
-Feeeedeee...el tiempo se acabaaa...
Cerré los ojos y suspiré.
-¡Está bien! ¡Lo hagamos!

Salí por una sombra detrás de tres ladrones que estaban forcejeando y golpeando a una mujer para quitarle la cartera. Vi a mí madre reflejada en esa señora y me llené de ira.
-¡Basta!-les grité.
Todo se quedó en silencio y pausado. Giraron a verme y los ladrones empezaron a reírse.
-¿Y este quien se cree que es?-dijo el que estaba forcejando por la cartera.-¡Háganlo cagar! ¡Yo le voy a quitar la cartera a la hija de puta está!

Los otros dos corrieron hacia mí y quedé congelado.
-¡Federico!-me gritó Talakael con suma excitación.-¡El látigo!
Reaccioné, extendí mí puño hacia ellos y una gran sombra salió dentro de mí palma, tomando una forma alargada, este giró como si tuviera vida propia y agarró de la pierna al que estaba más cerca mío, provocando que se cayera. Hice fuerza y lo levanté en el aire, tomé impulso y se lo arrojé al otro. Cayeron a unos metros, en medio de la calle.
La muchacha y el último de los ladrones estaban congelados.
Yo estaba igual que ellos, no podía creer lo que estaba pasando, pero Talakael explotó en carcajadas demasiado siniestras que me hicieron reaccionar.
Empecé a caminar hacia la mujer.
-O soltas la cartera o vas a terminar peor que tus amigos.
-¡S-si!-el hombre estaba temblando y soltó la cartera lentamente.-¿Ves? E-esta todo bien. N-no le hicimos nada.
-Yo la veo golpeada.
-¡N-no! ¡E-es la poca luz!
Hubo un poco de silencio hasta que los pasos de alguien corriendo hacia mí me hicieron dar la vuelta. Era uno de los ladrones que me dio un golpe en la cara.
-¡La sombra, Federico!
Mientras me caía por el golpe me acordé. Me concentrarme en hundirme en la sombra que producían los que estaban ahí.
Desaparecí.
-¿D-dónde se fue el loco este?-la voz de uno de los ladrones se escuchaba distorsionada, como si estuviera debajo del agua.
Veía a las personas de un rojo muy oscuro, tal vez algo bordó.
-Las figuras rojas son personas por lo visto.
-¡Si! ¡Y las luces sombras para salir! Recomiendo una retirada...
-No.
-¿Qué?
-Si nos vamos la van a reventar a golpes o peor...
-¿Entonces...?
No le contesté a Talakael.
Me concentré en salir por la misma sombra del que quería quitarle la cartera a la señora y tomé más velocidad que nunca.
Salí debajo de él con demasiado impulso, le encajé un gancho en la mandíbula y tanto él como yo estábamos elevados varios centímetros en el aire, tal vez cerca de un metro.
Lo agarré del cuello de la campera y lo arrojé violentamente contra el que me había golpeado.
Miré hacia la calle y solo veía al que quedaba corriendo.
La señora estaba tirada en el suelo horrorizada.
-¿Está bien?
-¡Aléjate!
Estaba impactado, la acababa de salvar, pero eso se volvería una costumbre.
-¡Salí de acá con tus poderes... psíquicos
-¿Qué?
-Creo que no puede ver el látigo.-dijo Talakael.-Así que dudo que me vea a mí
Me miré la mano y el látigo estaba enrollado en mí mano.
-Pero seguro vió como me metí en la sombra...
-¡Fuera!
Me metí en una sombra y me dirigí a mí casa.
-¿No vamos a seguir?
-Tengo mucho que pensar. Y estoy cansado.
-¡No estés desganado! Aparte no te hace falta dormir.
-Pero quiero dormir.
-Tienes tantas cosas en tu cabeza, Federico, que me es imposible detectar bien que piensas y que sientes. ¡Tantos mundos y años viviendo y me cuesta entenderlos del todo!
Me quedé callado. Salí en mí habitación, me cambié y fui a dormir.

Miré la hora en el celular, lo había dejado ante cualquier cosa y me llevé una gran sorpresa.
-¡Mierda! ¡Tendría que haber acompañado a Adrián a misa!

Hablemos de sentimientos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora