Capítulo Uno

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Para que comprendan bien la historia tenemos que volver a aquella etapa tan bella que conocemos como "adolescencia" y brindarles un poco de contexto.
Vivía con mis abuelos y madre en una casa acogedora en Tucumán, nunca le vi la cara de mí padre salvo en una foto que vi cuando apenas tenía memoria.
Mí vida escolar era la típica de cualquier víctima de acoso. Notas promedio, pocos amigos y mis bullies de siempre. Nada destacable.
Todo se cae abajo desde inicio de año. Adrián, mí mejor amigo y de los únicos que tenía en esa época, la otra era Cristina.
Adrián se da cuenta que juntarse conmigo no "garpa", por lo que me empieza a dejar de lado por este grupo de pelotudos.
Cristina por su lado siempre fue más sociable que nosotros dos, le caía bien a todo el mundo y se solía juntar con el nuevo grupo que había formado. Aparte nos habíamos separado de orientación.
Aún así no les guardé rencor en ningún momento, aunque creo recordar que a Adrián en su momento un poco.
Cuarto año de secundaria fue cuando empezó todo.
Aparte del distanciamiento con mis amigos, mí abuelo fallece semanas después de mí cumpleaños, unas semanas luego del inicio de clases.
Su muerte fue catalogada "bajo circunstancias especiales". Así solían catalogar los asesinatos producidos por personas con "Mensajeros", pero en ese momento no lo sabía.
Y mí "fiel amigo" apareció en Mayo. Me acuerdo muy bien.
Ese día ya estaba harto de los golpes, ataques verbales y el acoso, por lo que intenté frenar a Leonel.
Leonel era el típico "tincho", un vago con plata que hacia deporte y vivía por la joda y las minas.
Era más bajo que yo, morocho pero mucho más musculoso que yo.

-¡Basta ya, pajero!-le dije cuando me sacó los anteojos.
Él y su grupo se quedaron mirando impresionados, sobre todo Adrián.
-Oh, así que ahora tenés voz ¿Te hartaste de tartamudear y hablar bajito?
-¡Me harté de vos, pelotudo! ¿Qué te pasa que te la agarras conmigo?
-Ahora veo bien tus ojos. Es la primera vez que me podes ver.-se quedó callado un rato y sonrió con la malicia de siempre-¿Vas a llorar? Tenés los ojos llorosos, Fede.
Me levanté de mí banco y lo empujé, el resto del curso se quedó mirando y su grupito empezó a gritar, Adrián se se alejó y se sentó en su mesa a ver.
-Ah ¡¿Ahora te has hecho un hombre, Hernández?!-Leonel me devolvió el empujón con más fuerza y al intentar agarrarme de algo para no perder el equilibrio empujé varios bancos y terminé cayendo debajo del pizarrón.-¿Ya no sos tan hombre, Hernández?-mientras dijo eso, se acercó a mí y me pateó en el abdomen.-Dale, pelotudo. Contéstame.-me volvió a patear.
-Ya está, Leonel. No te hizo nada y si no viene el profesor, va a venir otro o el preceptor. Estás haciendo mucho escándalo por nada.- dijo Adrián desde su banco con suma paz.
Él era más o menos de la altura de Leonel, le pasaría un poco más de una frente. Era blanco y de ojos verdes, su pelo era rubio y ondulado. Lo que me sorprendió fue la paz que tenía. Sus ojos demostraban poco interés o cansancio y tenía las manos en los bolsillos.
-¿Qué te pasa, Castillo? ¿Ahora vas a saltar para tu "amigo"?-Leonel se dió la vuelta y se lo dijo con prepotente como siempre. Intentando demostrar su puesto en la "jerarquía".
-¿Yo?-Adrián soltó un suspiro burlón y miró a hacía otro lado.-Yo no me meto en sus problemas.
-¿Ahora no es tu amigo? Seguro que tenés miedo, ¡cagón!.-gritó
Adrián solo le sonrió, miró hacia la puerta y se levantó despacio de la mesa para sentarse en la silla.
-¡¿Qué pasa acá!?-gritó el preceptor Martínez que entraba alterado-¡¿Me podes explicar qué está pasando, Roldán?!
-Hernández se cayó y lo estaba ayudando a levantarse, profe.-Leonel me apretó el brazo hasta acerme doler y me "ayudó a levantarme".
-¡No hace falta tanto escándalo para ayudar a tu compañero a levantarse, Roldán! ¡Ya viene el profesor Leiva así que comportensen!
Martínez se fue y en Leonel me agarró del cuello de la camisa y me golpeó contra el pizarrón.
-¡Mirá pelotudo! Si tan hombre sos espero que no te cagues a la salida.
Le escupí en la cara.
-No tengo drama. No soy como tu papá que siempre que le hablas de verse no te da bola.
Todos sabían la relación de Leonel con su padre. Cuando había reunión de padres y hablaban de su conducta, la histérica de su madre victimizaba a su retoño diciendo que su padre lo ignoraba y era por eso.
-Te voy a reventar a la salida, pelotudo.
-¿Qué es lo único que sabes decir, pelotudo?
Me volveó a golpear contra el pizarrón y me soltó.
El resto del día fue igual, solo que en los recreos Leonel y su grupo me insultaba o se reía más de lo normal.
No me gustaba salir a los recreos, por lo que casi siempre me quedo en el aula.
-¡Hola, Fede!-gritó Cristina al entrar en mí curso.-¿Cómo estás?
Cristina era colorada, tenía la cara llena de pecas y sus ojos eran de un marrón verdoso. Su voz era muy dulce y ella también lo era.
-Hola, Cristina. Estoy bien ¿vos?
-Bien, bien.-su tono cambió a uno más serio.-Che, no te vayas a querer hacer cagar con el estúpido de Roldán.
No contesté.
-Adrián me dijo que andas raro ¿Te pasa algo, Fede?
Mí ojo izquierdo empezó a temblar, era un tic que tengo desde que tengo memoria. Cuando me pongo nervioso, me estreso o estoy mal me empieza a temblar.
Tenía ganas de decirle a Cristina todo lo que pasaba en mí cabeza. Que me siento mal desde hace años, que estoy harto y hay veces que no aguanto. Que el grupo se haya separado un poco no ayudaba y que me hacía daño la situación en mí casa.
Pero no dije nada de eso.
-Estoy bien, simplemente estoy harto del gil ese.
-Si, me imagino ¿Quién no está harto de Roldán? Pero no creo que sea lo más inteligente pelear.
-Yo tampoco pero es lo que hay.
-¿No hay manera de hacerte cambiar de decisión?
Me quedé en silencio.
-Entiendo.-dijo con cierta decepción que intentaba ocultar.-Mandame un mensaje cuando llegues a tu casa.
Cristina se levantó y se fue.
No me gusta preocuparla. No me gusta preocupar a nadie pero es obvio que se iban a preocupar ¿Cuáles eran las posibilidades de que gane?
Tocó el timbre de la salida y en el portón me esperaba Leonel con su grupo.
-Hernández, amigo.-dijo Leonel riéndose.-¿Nos vas a acompañar?
No le contesté y me acerqué a él.
-Escuchame pelotudo. No nos podemos agarrar a las trompadas acá porque si no viene el pelotudo del rector, algún preceptor o profesor y cagamos nosotros después. Así que nos vamos a hacer cagar debajo de un puente. ¿Te parece?
-Me re parece.
-¡Perfecto! Vení, seguinos.

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