Fase I: Reinvención intensiva de un subconsciente en disputa.

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-No puedo abrir los ojos- fue lo primero que pensé. Era consciente de que había despertado de un largo sueño, como si hubiera dormido por demás y pasaron años, pero... Mis brazos, piernas, dedos. No lograba reaccionar ninguna articulación.

-Hhh...

Intenté esbozar alguna palabra, pero no tenía voz, no podía sentir siquiera mis labios, ni mi cara, me costaba respirar ¿Había muerto ya?¿Es por eso que no lograba recordar nada?

-¡...!-

No. Había oído vagamente voces. No entendía en absoluto lo que decían, pero definitivamente fueron voces acompañadas de esos chirridos insoportables que hacen las ruedas de los carritos de los supermercados. Sentía cómo de a poco mis oídos se destapaban y un leve cosquilleo en mi cabeza que se expandía hacia mi rostro me indicaban que muerto no estaba y que se trataba de algún tipo de anestesia, ¿Por qué sabía esto?¿Ya lo había vivido otras veces?

-¡... y le dije más de una vez que es excesiva esa cantidad de la fórmula que le está aplicando a los sujetos!

Bingo. Estaba en un hospital o algo así. Podía escuchar casi a la perfección, si no fuera por ese extraño <<piii>> de alta frecuencia que se escucha al encender un televisor viejo, o algo parecido.

-Va a estar bien, esta vez es distinto, Venegas. Quédese tranquilo, ya lo probamos en él y resistió hasta tres dosis.-

Escuché de una voz masculina de mediana edad. Parecía locutor de radio. El chirrido se detuvo.

Por fin el cosquilleo llegó a mis extremidades y de a poco pude empezar a moverme. Aún no lograba abrir los ojos, como si algo me lo impidiera. Pero algo llamaba más mi atención, y era el frío tan propio del metal que sentía en mis extremidades como si fueran esposas, y lo eran. Brazaletes metálicos limitaban el movimiento de mis brazos y piernas. Mi corazón empezó a palpitar fuertemente con un traidor miedo invadiendo mis entrañas. Al final, con impaciencia y poca fuerza, logré abrir los ojos, pero no encontré más que alguna especie de tela impidiéndome ver más allá y como si fuera poco, ésta cubría casi toda mi cara. Inconscientemente mi respiración se tornó un poco abrumadora a pesar de lo mucho que me costaba hacerlo. Algo no iba bien...

-No, Victor, no le hablo de eso, hace más de dos días que está inconsciente, usted es Ingeniero y no sabe nada de medicina ni de cómo aplicar... -

-¡Mpff, mpff!

Tosí. Lo que me faltaba entre tanta ansiedad. Llamar la atención de estas personas.

-¡Ah! Despertaste, pichón... No veía la hora de que lo hagas. Por un momento pensé que no iba a poder volver a verte respirando.

Se dirigió a mí el mismo hombre que hablaba, que según lo que había escuchado, se llamaba Venegas, hombre que quizás, por su voz ronca, le calculaba al menos unos sesenta años que al parecer era doctor. Sentía cómo su mano buscaba por mi cabeza cubierta sacarme esa tela.

-Y qué a tiempo, justo los muchachos están preparando la habitación blanca para vos.

Dijo aquel "ingeniero" Víctor mientras al parecer por lo que escuchaba se paseaba por el lugar donde nos encontrábamos dándome la espalda. Noté aquello porque su voz rebotaba con alguna pared que estaba al menos unos 3 metros delante mío, ¿Pero cómo es que yo sabía, o al menos suponía todo esto? No importaba. Algo me preocupaba aún más, el sonido de objetos metálicos y pequeños en una bandeja típica de cirugías que manipulaba aquel hombre me hacía temblar hasta los huesos mientras Venegas me sacaba lo que deduje que era una venda por cómo se escuchaba la tela dar vueltas en mi cabeza. Era cuestión de segundos para lograr ver con claridad qué estaba pasando. Y así ocurrió. La luz de aquel lugar me encegueció por unos instantes y empecé a toser por la falta de aire causado por la venda.

Cianuro: El ComienzoWhere stories live. Discover now