Fase II: Prolongación de un colapso intentando evitar lo destinado.

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De repente me encontraba arrastrado fuera de aquella habitación en donde el sentido de mi vida se había tornado tan confusa como siniestra. Lo cierto es que más temor me causaba saber qué habría más allá de esas cuatro paredes, y lo primero que sentí al salir de éstas fue un viento helado y una iluminación tenue e intermitente que le quitaba color a ese lugar. Intenté ver más allá de lo que aquella bolsa que Venegas me había puesto en la cabeza me permitía, y hasta donde pude suponer, era un pasillo muy descuidado y sucio de un ancho de al menos tres metros con un aspecto casi industrial. Llegaba a ver, debido al rebote de aquella pobre luz, alguna especie de sistema de cañerías de tubos grandes y humeantes junto a las paredes a lo largo del pasillo, también oía el típico sonido que hacen las gotas cuando se desploman en el charco de agua y éstos causaban ecos en el frío silencio. El olor a humedad y putrefacción era insoportable, era muy parecido a un baño público en abandono. Intenté deducir lo que había más allá por el largo pasillo, pero hasta donde mi vista llegaba se tornaba confuso entre el vapor que los tubos desprendían y la poca iluminación.

-Despejen el área de ensayos, estoy en camino con el sujeto de prueba número dieciocho-. dijo Venegas en un tono firme que me hizo brincar todos los músculos del susto. -Código de éste: ocho, nueve, nueve, uno. Proyecto "León"-. añadió mientras le seguía un familiar << bip>> propio de un walkie talkie.

Iba directo a una habitación de pruebas. Era uno entre tantos para esta gente, ¿A cuántos más se habían cargado? Lo seguro era que estaban por experimentar conmigo. Era un "proyecto" al que tenía que servirles o, en su defecto, desecharme como algo no reciclable. Como basura. Me aterraba la idea de entrar ahí y no tener la más pálida idea de lo que debía hacer, o peor, de lo que me irían a hacer. Aún en mi resignación por ser un triste número de cadáver o experimento fallido más, me temblaban hasta los dientes por la incertidumbre. Era solo cuestión de minutos para que ocurriera cualquier cosa conmigo. Pero, al fin y al cabo, ¿qué podría ser mejor o peor? Para estos hombres soy un objeto a probar, era el único propósito que tenía hasta entonces mi vida que parecía recién haber empezado. Si seguía con vida después de aquello, viviría en un encierro para ser un conejillo de indias siendo sometido a inyecciones y borrando mi memoria una y otra vez, teniéndome como un juguete resistente a una tal "fórmula". Quizás hasta que se aburran de mí, o que mi integridad física no resista más de aquello y muera en el constante abuso, o en el peor de los casos, enloquecer en una total paranoia producida por el horror de vivir diariamente este calvario. Pero por otro lado, si llegaban a liberarme porque me tenían piedad, que era lo menos probable, ¿Qué sería de mi? Una persona que no reconoce siquiera su cara, que sólo sabía que lo apodaban León en un establecimiento donde le borraban la memoria y sometían a experimentos humanos, sin destino ni objetivo alguno en su vida, sin familiares, sin hogar, sin dinero. Nada. No tenía siquiera a dónde ir porque no sabía mi ubicación actual. Jaque mate a mí. Era triste admitir que esperaba morir de la manera más rápida e indolora posible en ese cuarto.

-Hffff...-.

Largué un suspiro ahogado dando fin a mi temblor. Para cuando me había dado cuenta, estábamos llegando hacia el final del pasillo por allá pasando aquel vapor, y noté que se dividía en dos caminos. Venegas viró hacia la izquierda y me detuvo luego de dar dos pasos. Había algo parecido a lo que es un ascensor en frente mío, pero de los antiguos de puertas tipo rejas y con manija para abrir manualmente. El hombre se me adelantó para alcanzar el botón y allí quedó esperando al menos unos cuarenta segundos hasta que llegó la plataforma que provenía desde arriba. Abrió la puerta forcejeando un poco, hacía un chirrido horrible que evidenciaba la oxidación de ésta. Venegas volvió hacia mis espaldas e introdujo la silla hacia la plataforma del ascensor que era prácticamente una jaula, cerró la puerta de éste, presionó un botón y al instante sentí cómo subíamos. Yo quedé de espaldas a la puerta. Podía ver a través del fino hilado cómo la manchada pared por la humedad iba hacia abajo lentamente. Fue así durante al menos veinte segundos hasta que aquella pared terminara y me deje ver algo que me dejaría helado. Me encontraba en lo que me parecía una fábrica o un astillero abandonado, las luces me cegaban por su intensidad, pero podía ver. Aquella bolsa no impidió en absoluto que pueda ver y aterrarme de aquello. Habían barcos gigantes, todos oxidados y abandonados, pero dentro y fuera de estos habían hombres con máscaras de gas. Todos ellos vestidos de la misma manera con lo que parecían chalecos especiales antibalas, pantalones tácticos, y botas militares. Noté cómo algunos se gritaban cosas de una punta de la instalación a la otra, o hablaban entre ellos. Algunos estaban jugando a las cartas y reían. Cargaban fusiles de asalto de alto calibre entre sus brazos, parecían de guardia, ¿dónde había visto aquello antes?¿una película?¿algún juego? Era aterrador pensar que estaba en una especie de base ilegal de la armada, o la marina, ¿Pero qué podría esperar ya de gente que usa a personas para experimentar? Lo que sí me llamó mucho la atención era la cantidad absurda de puertas casi selladas que habían por allá en las lejanas paredes de las instalaciones, lo que no está demás decir que me erizaba la piel en sólo pensar qué tenían allí dentro, ¿más personas como yo? Probablemente. Describiría un poco más lo que llegué a ver de aquel lugar, pero nuevamente otra pared me enfrentaba del otro lado del ascensor. Nos detuvimos bruscamente y al instante escuché cómo se abrió la puerta del mismo.

Cianuro: El ComienzoWhere stories live. Discover now