Capitulo 1

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Comenzamos de nuevo....

Dia de actualización: DOMINGO

Dia de actualización: DOMINGO

Dia de actualización: DOMINGO

Amber Bramson acarició con su característica delicadeza el pétalo de la rosa que, tímida, se asomaba entre el verde del arbusto en donde se encontraba, esperando que sus compañeras encerradas en capullos fueran lo suficientemente valientes para hacerle compañía.

Era un día soleado como pocos, y por eso Amber lo consideró perfecto para dar un paseo por el afamado Hyde Park, donde la alta sociedad se arremolinaría en horas de la tarde, cuando  lleven rato levantados y considerasen oportuno comenzar el día. Ahora, a las diez de la mañana, estaba casi desierto, y solo las institutrices o niñeras paseaban a unos cuantos niños y jóvenes, sabiendo que a esa hora no importunarían a nadie.

Amber suspiró y se dejó caer en uno de los bancos que rodeaban el camino. Cerró los ojos un momento, y aprovechando que no era blanco de miradas, se aflojó el sombrero para que el sol acariciara su cara. Una suerte que su madre haya decidido no acompañarla ese día, y que su doncella fuera discreta, pues de lo contrario, sería reprendida duramente por arriesgar su blanca tez de esa manera.  Sinceramente, ella dudaba que una pequeña exposición al sol fuera a llenar su cara de pecas como se creía popularmente, pero los demás no pensaban lo mismo, y lo que ella estaba haciendo podía ser incluso catalogado una ridiculez. Sin embargo, y puesto que ya había pasado esa edad en la que estaba en la obligación de impresionar a los caballeros, y era casi invisible a los ojos de los mismos, le importaba poco un poco de bronceado en su cutis, aunque su madre no era de la misma idea.

Si algo podía admirarle Amber a la Señora Bramson, era su esperanza de que ella se casara con veinticuatro años y en su quinta temporada. Era más que claro para todos que eso era casi, por no decir completamente, imposible, y aunque Adriana, su hermana gemela, había logrado conseguirlo hace tan solo unos meses, no significaba que ella corriera la misma suerte; pues no solo las circunstancias que llevaron a su hermana al altar fueron un tanto…peculiares, sino que además, su carácter tranquilo y anodino jamás podría compararse con la vivacidad y carisma de su hermana. Siempre habían tenido el mismo aspecto, pero Adriana Bramson fue la que siempre resaltó, y si aquel escándalo no la hubiera arruinado, sin duda habría tardado menos en casarse, aunque por supuesto, no lo habría hecho con el que ahora era su esposo, al que quería con toda el alma, por lo que el tiempo en su caso solo había sido una inversión que terminó favoreciéndola; cosa que no tenía porque pasarle a ella, a quién no volteaban a ver ni siquiera aquellos desesperados por una esposa.

 Con una dote moderada, y una apariencia en su opinión, apenas aceptable, y además, sin título o influencias relevantes, no era considerado un partido digno a tomar en cuenta, y menos a esa edad. Sin embargo, su madre no perdería la esperanza ni aunque ya pisara los treinta años. Lo único que deseaba era tener a sus hijas bien casadas pues al no haber hijos varones en la familia, sabría Dios quién sería el heredero de todas las propiedades de su padre, y era mejor asegurar su futuro. Amber solo podía consolarse con el hecho de que su hermana y su cuñado no la dejarían desamparada, y aunque no era muy alentador vivir a costa de su cuñado, no era como que tuviera más opciones. Algunas habían nacido para ser la tía solterona que vivía en una pequeña casa de campo en un pueblo alejado de la mano de Dios en lugar de ser la Señora de la casa. Amber se había resignado a ello, y era todo más fácil de digerir cuando se aceptaba.

Negada a arruinar su día con pensamientos tristes, centró su atención en el par de niños de unos cinco años que jugaban bajo la estricta vigilancia de una anciana niñera y una joven doncella. El par corría en círculos y  reía a carcajadas, mientras uno, no estaba seguro de cual, intentaba atrapar al otro. No era un juego común entre los infantes aristócratas, que desde pequeños eran criados con una rigidez sorprendente, pero le sacó una sonrisa su alegría y la capacidad de divertirse con cosas tan sencillas. Ella nunca había podido hacerlo, jamás fue tan extrovertida, revoltosa. Tenía el carácter tranquilo de su padre, mientras Adriana, si heredó la jovialidad de su progenitora.

Una pareja inapropiada (Amores Inesperados #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora