Capítulo 2

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Eran pocas, por no decir ninguna, la veces en las que Amber Bramson había roto una promesa en su vida. Siempre había sido de ese tipo de personas que cumplían su palabra, y precisamente por eso, no solía darla en cualquier circunstancia. Por supuesto, jamás se imaginó que en ese caso, lo que el hombre le fuera a decir sonara lo suficientemente inverosímil para dudar de su cordura. Se equivocó, pues si no estaba loco, se trataba de una broma muy, muy pesada.

Envaró los hombros y miró al americano con los ojos entrecerrados, haciéndole saber lo poco que le gustaban los juegos. Si no lo tachó de loco en ese mismo instante, era en honor a su promesa; así que esperó que se explicar.

-Es un poco complicado de explicar, pero recuerde que juró no considerarme loco. Mire, la verdad es que necesito casarme, y usted ha sido hasta ahora, la mejor opción que se me ha presentado. Por lo que veo, ya no está en edad casadera, y por la forma en que estos estirados ingleses ven el matrimonio, dudo que consiga otra propuesta en su vida. No debe tener ningún título o se hubiera presentado como "Lady", o mínimo, como "La honorable señorita Bramson" y no Señorita Bramson a secas. Además, tampoco es que sea lo que aquí consideran "una beldad" así que las posibilidades se reducen aún más de ser posible. Piénselo, en realidad no es tan mala opción.

La barbilla de Amber casi se desencajó por la sorpresa, y puede que si no hubiera sido sometida a años de estricta educación, se hubiera quedado con la boca abierta ante todos. Sin duda, algo debió pasar con su cerebro que no procesó con eficacia la propuesta, porque de haberlo hecho, quería decir que, primero, a ese hombre le hacían falta años de estricta educación; y segundo que si estaba loco si creía que aceptaría una oferta semejante ¡Por Dios! ¡Lo acababa de conocer! Al menos hubiera tenido el detalle de ser un poco más sensible en su propuesta.

-Déjeme ver si entendí, como soy fea, vieja, y de poca clase ¿No recibiré más propuestas?

-No, eso no fue lo que quise decir...

-Me ha llamado, fea, vieja, y de poca clase-insistió Amber cada vez más atónita y ofendida.

-¡Carajo, no! Yo...

-No diga malas palabras frente a una dama. Module su vocabulario -reprendió casi por inercia- Usted está loco, o esto es una broma pesada.

-No es una broma. No haría una broma de ese estilo.

-Entonces está loco. Además de que le acaba de proponer matrimonio a una desconocida en un parque, tiene el descaro de hacerlo de la forma más grotesca posible ¿En verdad pensó, aunque sea solo por un segundo, que iba a aceptar?

-No, pero...

-Además, no sé si se lo han enseñado, pero cuando los caballeros tienden a pedir matrimonio, no suelen decirle feas, viejas, o de poca clase a las damas que planean que acepte. Si nada más le ha faltado llamarme tonta -espetó y en un acto poco femenino, se cruzó de brazos- Nadie me ha insultado tanto en mi vida.

-¡Bien! -exclamó él cansado de los reproches de la mujer- ¿Quiere una propuesta más romántica, entonces? ¿Quiere que le diga que el sol la iluminó en su mejor ángulo cuando la vi? ¿Qué...?

-¡Imbécil, maleducado, grosero! -gritó y se giró no dispuesta a escuchar más tonterías.

-Si esa no es de su agrado, quizás puedo...

-¡Váyase al infierno! -espetó y empezó a caminar.

-¿Qué pasó con lo de modular el vocabulario? -se burló.

Amber lo ignoró y siguió caminando. Sentía sus pasos detrás de ella, pero decidió no hacerle caso. Tenía que encontrar a su doncella, que, en ese preciso instante, había decidido desaparecer de su campo de visión.

Una pareja inapropiada (Amores Inesperados #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora