VI (Editado)

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Siempre había sido una persona muy meticulosa, sentía que todo debía de estar en perfecto orden alrededor suyo. Cuando las cosas se le escapaban de las manos la ansiedad le invadía y un sentimiento de asfixia se hacía presente. Lo peor de todo eran los temblores, la perseguían a todos lados. La seguían como si fueran su sombra. Su cabeza daba vueltas y vueltas, el esfuerzo de mantenerse a raya y tratar de reprimir su poder la dejaban exhausta. Aquel día después de que su madre y tía salieran de la habitación, justo después de hablar con Andrés, todas las luces de la casa se apagaron. Sintió como todo a su alrededor daba vueltas, aquel día cerro los ojos y disfruto de aquel caos. Que era suyo, que era ella.

Después de hablar con Andrés esperaba que las cosas mejoraran, pero no había sido así. El ya sabia el más grande de sus secretos, aquel que había mantenido oculto por años, aquel que no solo la involucraba a ella sino también a su madre. Andrés le había pedido su confianza, pero Lisa no confiaba de todo ni siquiera en su familia.

Al siguiente día despertó con dolor terrible en todo el cuerpo, su madre insistió en que se tomara un par de día libres. Estuvo allí acostada hasta las nueve, cuando sabía que ya su familia estaba lo suficientemente lejos. Había planificado entrar en sus habitaciones para intentar encontrar algo que las encubrieras a ambas, algo que le diera una idea de que lo estaba pasando y de quienes eran ellas. Incluyéndose.

A la primera habitación que entro fue a la de su madre, como todas las mañanas había ropa tirada por todas partes y la cama muy desordenada, después de hacer un examen visual y evaluar los posibles lugares donde esconder algo se dio cuenta de que Miriam no dejaría nada importante al cuidado de Helena. Se dirigió a la habitación de Miriam con pasos firmes, abrió la puerta con determinación y entro al santuario de su tía. Aquel lugar era casi sagrado, eran pocas las personas que entraban en él. Aquellos que habían tenido el privilegio, también habían tenido un par de ojos alrededor suyo vigilando. Lisa buscó primero en el armario, cajas de zapatos y bolsillos de abrigos. Busco en las diferentes gavetas de la cómoda, en todas las esquinas posibles y debajo de la cama. Pero allí no había nada, nada que respondiera al menos una de sus preguntas. Entonces en el último momento fue cautivada por un objeto sobre la comida.

La caja de música. Era de caoba bastante antigua y sencilla, pasaba totalmente desapercibida. Era de tamaño mediano, color marrón con detalles dorados en los laterales y la tapa, tenía una pequeña cerradura dorada en la parte de delantera, su interior estaba dividido en tres, dos huecos para poner las pertenencias y el centro estaba la bailarina de ballet, que salía disparada cuando abrían la caja bailando "It's hard to say goodbye" una pieza de su pianista favorito, Michael Ortega. Solo había visto la bailarina una sola vez, lo que significa que solo había visto el interior de la caja una sola vez en toda su vida. Estaba estirando su mano para poder ver la bailarina moverse al compás de esa triste melodía cuando escucho la puerta abrirse detrás de ella.

— ¿Qué haces en mi habitación? —se giró para poder encarar a su tía, comprobar que evidentemente se veía tan molesta como se escuchaba.

— Yo, estaba buscando algo.

— ¿Qué estabas buscando?

— Unos artes.

— ¿Míos?

— Sí, tuyos, ya sabes tus pequeños aretes circulares, esos que me gustan tanto, los morados.

— ¿Para que los quieres?

— Estoy pintando, quiero pintar flores con ese tono de morado, los necesito para copiar el color.

— Sabes que no me gusta que entren a mi habitación y más cuando no estoy —dice mientras se acerca a buscar los artes entre sus cosas, los encuentra y los deposita con rudeza sobre su mano—, no vuelvas a intentar abrir esa caja.

Pottens I: El Secreto de los Clanes (Pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora