Cincuenta y dos (*)

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WILLIAM

Todo ocurrió tan rápido que no tuve tiempo de reaccionar, mi cabeza dolía, las voces alrededor se escuchaban, pero no era capaz de entender algo, ni siquiera la más pequeña parte.

—Está embarazada, necesitamos a un especialista ¡Ahora, el bebé corre peligro! —mi cuerpo entero reacciona, abro los ojos, las luces blancas y el rápido movimiento de lo que sea que es donde me encuentro consiguen aturdirme más.

Varios rostros me rodean, ninguno conocido.

—Ha despertado —intento incorporarme, pero un par de manos lo impiden. —Tranquilo muchacho, estás en buenas manos.

—Mi esposa —gimo con dolor cuando intento incorporarme una vez más —mi esposa está...

—La están ateniendo —informa el médico. Los movimientos se detienen. Es en ese momento en el que consigo mirar a mi alrededor. Estoy en un hospital.

Mis sentidos de alarma se disparan, el sentimiento de preocupación me invade porque no veo a Anna por ningún lugar.

—No, espera, muchacho no puedes...

—Mi esposa, ella está...

—La están atendiendo, tendrás noticias pronto, pero necesitas tranquilizarte —pide —estás herido, necesitamos asegurarnos de que estés bien.

Hago una mueca cuando alguien toca mi ceja, parecía ser que mi cuerpo era por completo ajeno al dolor, hasta este punto.

—Tuvieron un accidente, los trasladaron en una ambulancia —informa el doctor —tranquilízate y podrás ver a tu esposa pronto.

—¿Ella está bien? ¿Mi bebé está bien?

—No podemos decirte nada ahora —intento apartarme, consiguiendo que el par de chicos a mi costado me sostengan.

—Necesito verla, necesito saber que está bien —pido con desesperación. Me libero del agarre de las enfermeras cuando intentan recostarme de nuevo, mi cuerpo duele, pero necesito verla. Necesito saber que no corrían peligro.

—Hay que sedarlo, la herida en su frente es seria, necesitamos asegurarnos que no hay daños internos y...

—¡No! —mi grito suena desesperado —¡Solo necesito saber si están bien!

Mi cuerpo tiembla, la desesperación me llena por completo mientras intento apartarme, mientras ruego porque alguien me diga que carajos ha ocurrido con Anna y con mi hija.

El piquete en uno de mis brazos me hace entender que han hecho lo que el doctor ha pedido.

—¡Solo necesito saber si están bien! —repito, pero parece ser que nadie tiene la intención de decirme que ocurre, así que el medicamento hace su efecto y pronto, todo se apaga.

(...)

Para cuando despierto otra vez, mi madre se encuentra a mi costado.

—¿Mamá? —inquiero débilmente. Cierro los ojos al sentir una punzada de dolor en la cabeza.

—Cielo, has despertado —ella se incorpora, camina hasta conseguir colocarse a mi lado y acaricia mi rostro.

—¿Dónde está Anna? —inquiero, trato de levantarme, pero ella lo impide. —Mamá ¿Dónde está Anna? ¿Está bien?

—Cariño...

—¡Con un carajo, necesito saberlo! —exijo. Gimo cuando el dolor en uno de mis costados se hace presente. —Mamá, dime de una maldita vez lo que sucede. ¿Por qué nadie me dice en donde está o como se encuentra? Es mi esposa, se trata de mi familia ¿por qué nadie puede decirme nada? —inquiero con desesperación.

Amor por Contrato[SAV #3]  ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora