Prólogo.

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-¡Oye, si no me has tocado! -dije entre carcajadas

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-¡Oye, si no me has tocado! -dije entre carcajadas.

Empecé a perseguirlo con la intención de atraparlo y salir corriendo, el único inconveniente era que el jardín de mi abuela era demasiado grande y mi amigo era demasiado rápido para mi.

-¡Eres muy lenta, Aldara! -reía burlándose de mí.

Por lo visto, mientras se burlaba de mi, bajó un poco el ritmo y tenía la oportunidad de pillarlo, y eso hice, alargue mi brazo tocando su hombro, y lo pillé.

-¡Al fin, te pillé! -dije saltando, riendo y con la euforia dentro de mi-. ¿Que era qué? ¿Me lo puedes volver a decir, Jack?

-Vale, vale, me ganaste... -reía conmigo, aceptando la derrota-. Oye... ¿Te apetece jugar al escondite? Estoy cansado de jugar al pilla pilla...

-¿Y lo dices tu? ¡Si yo he tenido que esforzarme más que tú! -recuperaba aire, con las manos apoyadas en mis flacas rodillas-. Y si... Acepto tu propuesta, pero, ¿Quien se esconde?

-¡Me lo pido! -dijo antes de que terminada de formular la pregunta.

-De esta no te libras...

Sonreí, apoyé mis antebrazos sobre el tronco de un árbol mustio y empecé a contar hasta 20, mientras el se escondía.
Era de noche, y todo estaba muy tranquilo; parecía que los grillos del jardín hablaban entre ellos y la brisa era refrescante. Mi abuela, que estaba dentro preparando la cena, nos dejó salir al jardín a jugar, pero teníamos estrictamente prohibido pasar la valla que rodeaba toda la casa, dice que somos demasiado pequeños como para salir a la calle solitos. Nosotros en si no nos considerábamos tan pequeños... ¡Tenemos 7 años, no es para tanto! ¿A que no?

-18... 19... ¡20! -dije en alto y me separé del árbol-. ¡Listo o no, allá voy!

Miré detrás del árbol donde yo estaba contando y no lo encontré, luego me fije en las esquinas y en las vallas del jardín, decorados con arbustos, me acerqué a buscarlo y tampoco lo encontraba.

-Si que se a escondido bien...

Miré por la entrada de mi casa y por el trastero y tampoco había rastro de él.

-¿Jack...? Me rindo... ¡Has ganado!

La brisa empezó a soplar más fuerte y a ponerse más helada de lo que estaba anteriormente. Los árboles de fuera y del jardín eran empujados por el viento con fuerza; papeles, plásticos y hojas volaban y deambulaban por las calles. Empecé a tener escalofríos por el frío que hacía, pero seguía sin haber rastro de él.

-¡Venga, sal! ¡¡Esto no tiene gracia!!

Busqué por lo último que me quedaba, los árboles. Trepaba, giraba sobre ellos, pero seguía sin encontrarlo.

-¡Jack! ¡¿Me estás escuchando?! ¡Sal por favor! -me senté en un árbol viejo para esperarlo, y sentí algo duro debajo mía.

-¿Pero que...?

Me levanté un poco y vi aquella cosa dura, era una pulsera de goma, azul y negra con estrellas que brillaban en la oscuridad. Me volví a sentar, ya con lágrimas en los ojos, apreté la pulsera con todas mis fuerzas y grité a pleno pulmón.

-¡JACK, DONDE ESTÁS! -dije entre llantos.

Mi abuela salió rápidamente de casa y me llevó dentro. La noche cada vez se hacía más oscura, con el viento soplando con fuerza, llevando la suciedad que había en la calle y los pájaros piaban alvorotados.
Aquella noche no se lo que pasó, mi amigo desapareció de la nada, y lo único que quedaba de él era aquella pulsera. Pero, por culpa de lo que ocurrió, a día de hoy, me da miedo la oscuridad y a todo lo que se relaciona con la luz nocturna.

 Pero, por culpa de lo que ocurrió, a día de hoy, me da miedo la oscuridad y a todo lo que se relaciona con la luz nocturna

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MádagozDonde viven las historias. Descúbrelo ahora