Hace algunos años, falleció la hija pequeña de un tío de una enfermedad desconocida; él, desconsolado, cada día iba al cementerio a llorar a la tumba de su hija; un día vio a una niña pequeña sola por allí y le preguntó:
Perdona niñita qué haces sola por el cementerio?
La niña volteó su duce carita y respondio:
-Estoy esperando a mi padre-
Mi tío pensó que el padre de la pequeña era trabajador del panteón, por lo que no se le hizo raro verla cada vez que iba.
La niña era muy simpática y alegre y le recordaba a su hija, por lo que al verla todos los días, mi tío se fue consolando; así pasaron dos semanas.
Un día que mi tío acudió al camposanto, vio que se estaba llevando a cabo un entierro; se acercó curioso y se dio cuenta por los comentarios que aquel hombre se había suicidado por no soportar la muerte de su hija. Mi tío buscó de pronto a la pequeña y la miró con un hombre de la mano mirando el entierro, con terror se dio cuenta que el hombre que le tomaba la mano era el mismo que estaban enterrando. La niña lo miró sonriente y le dijo adiós con la mano, mientras al pasar a su lado susurró:
Ahora ya estoy con mi papi, ya me puedo ir.