Un reino lechoso

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En eso, se abrió una puerta, iluminada intensamente, que estaba detrás de ellos...

Una vaca sagrada se había parado en el marco de la puerta, interrumpiendo su conversación.

—¿Qué hacen ustedes aquí?— dijo con su potente voz- ¡Esta es un área restringida!

—Sí, ya estábamos por salir— dijo la jirafita.

—¡Pues salgan ahora!

Caminaron hasta la puerta mientras la vaca los seguía con mirada fija.
Una vez que estuvieron afuera, la vaca azotó la puerta con mucha fuerza, provocando un gran estruendo en... ¿un lugar nuevo?

Bueno, ahora, el lugar en donde estaban era diferente: era un mundo donde casi todas las cosas eran blancas y por todos lados habían vacas y toros dando clases. Vacas que iban de compras, que manejaban autos enormes, que iban a la escuela o a trabajar en sus aburridas oficinas o simplemente iban al parque y salían a divertirse.

—Ven. —dijo la jirafita— conozco un lugar que te va a encantar.

Las jirafas se dirigieron a un punto un poco alejado de la sociedad de vacas. Era un lugar donde los deseos (los mejores deseos) se cumplen. El jirafo presumido quería salir de ese lugar lo más pronto posible. No obstante, tenía que aprender a amar.
Había algo que le impedía ver. Algo que le impedía sentir o pensar.

Cuando al fin llegaron a un místico bosque, un toro que parecía tener como 100 años les preguntó:

—¿Qué es lo que desean?

Su voz resonaba firmemente entre la maleza del bosque.

—Yo... solo quiero salir de este lugar... -dijo el jirafo tembloroso.

El toro soltó una carcajada y le contestó al jirafito:

—Eso no es algo que yo pueda hacer, eso depende de ti y solamente de ti. Tienes que aprender a vivir; aprender a sentir. Solo entonces podrás irte.

—¿Entonces que debo hacer?— preguntó.

—Viaja al monte más lejano, escucha el canto de las sirenas, conoce las historias de amor del CB, derrota el mal y solo así podrás romper el hechizo que tienes, aprenderás a amar y podrás irte... —éstas eran las palabras del toro hasta que de pronto un animal muy veloz le quitó el reloj al jirafito.

—¡No! ¡Espera! —gritó el jirafo.

—No importa un simple reloj. Tienes mucho dinero. Puedes conseguir otro. ¡Ahora vámonos!

—¡¡No es un reloj cualquiera!! ¡Me lo dio mi abuelo!

—¡Ay no! ¡¡Entonces vamos a atraparlo!! ¡¡CORRE!!

Las jirafas salieron corriendo en busca del ladrón...

El toro sabio se rió un poco y murmuró para sí mismo "Más vale que tengan suerte emprendiendo el viaje. Ojalá rompan el hechizo... la profecía está por cumplirse. ¡¡Es tiempo de liberarnos!!

La jirafa que aprendió a amarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora