Capítulo 1: Larosan, Tierras de Libertad

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Parte 1

Frío, frío por todos lados. A pesar de llevar guantes, sentía como el frío lograba abrirse paso entre la lana. La nieve dificultaba mucho mi movimiento, debí haber traído los zapatos para la nieve, gran error mío.

Mis orejas, a pesar de estar cubiertas de pelo, también sufrían debido al viento gélido que susurraba entre los árboles.

Estaba rastreando a un ciervo desde temprano en la mañana, me ha hecho alejarme unos cuantos kilómetros del pueblo, pero no importa, ya he andado lo suficiente en medio de este bosque para saber orientarme.

Vivir tan al norte es una completa miseria, siempre hay frío, es difícil cultivar cualquier cosa y la buena comida solo se consigue cazando o comprándola a los comerciantes de paso. Pero claro, como esto es el norte, como estamos muy lejos, esos desgraciados tienen el descaro de subir los precios y no es poco lo que nos cobraban.

El trineo lo dejé a unos 20-30 metros de aquí, así que no me preocupó mucho por ello.

El lugar en donde estoy, tiene algunos arbustos con bayas, así que el animal debe de estar cerca, lo presiento. Mis oídos sintieron el crujir de una rama a mi izquierda y me dirigí en esa dirección; me encanta tener una audición tan buena con estos oídos de animal.

Preparé mi arco y una flecha, me agaché y empecé a caminar suavemente hacia donde había oído el ruido. Avancé unos 15 pasos y allí, entre los árboles, a unos 15 metros, estaba un venado mucho más grande que el que había estado rastreando.

Supe de inmediato que era uno especial, ya que su gran par de cuernos tenían destellos amarillos. Cuando el ciervo se agachaba, la nieve a su alrededor se derretía, revelando el pasto fresco.

Mientras me acercaba, imaginaba lo que podría hacer con ese esplendido par de cuernos, cualquier comerciante que respete su oficio me daría algo bueno por ellos... o tal vez me decida en conservarlos.

Llegué a una distancia apropiada sin alertarlo. Apunté en ángulo donde podría, con suerte, darle directamente en el corazón. Tensé mi arco lo más fuerte que pude ya que debía ser un buen tiro si quería llegar hasta su corazón.

Disminuí mi respiración, pero cuando iba a disparar, un sonido silbante y el ardor en mi mejilla izquierda hizo que soltara el arco. Logré contener el grito de dolor.

La cuerda no estaba bien encordada, como resultado se había salido de su sitio, golpeándome fuertemente en la mejilla. Rápidamente empecé a sangrar, pero no me importaba de momento.

El ciervo se alertó, pero aún permanecía estático. Me apuré encordando el arco, pero, sin la posibilidad de hacer un tiro de prueba, me sentía nervioso del resultado. Era ahora o nunca, así que disparé y sin siquiera saber en dónde había impactado la flecha, saqué mi cuchillo de su funda y me lancé hacia el ciervo.

La flecha había impactado en el lugar correcto, sin embargo, no tuvo la fuerza suficiente para llegar a su corazón. A fin de cuentas, ya no importaba; en el momento me encontraba encima de la criatura, estaba sujetando una de sus astas, utilizando mi mano libre para acuchillarle en el cuello en repetidas veces.

Después de la cuarta puñalada, el animal cayó. Mi mano izquierda estaba ardiendo; cuando caí al suelo, la metí rápidamente en la nieve, pero de seguro me saldría una ampolla. Por otro lado, el ciervo estaba muerto, el cuero estaba en perfectas condiciones a pesar de su cuello y las astas estaban intactas, muestra de ello era la nieve que se derretía a su alrededor.

Tomé la soga sujeta en mi cinturón y empecé a asegurar la nueva adquisición. Lo arrastraba con sumo cuidado hasta llegar al trineo, me tomaría más tiempo, sí. Pero evitaba que algún depredador se aprovechara de mi esfuerzo.

El Arquero del NorteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora