Día inicial.
Los médicos guiaron a los participantes a sus respectivas habitaciones, donde empezarían con los cambios. Cada uno se tomaba el tiempo para ver sus lienzos y descubrir lo que necesitaban hacer para lograr su mejor creación.
Brandon, el médico de Abigail, era un hombre de aproximadamente 30 años. Aficionado a las operaciones estéticas, y amante de la perfección. Cabello rubio, ojos azules, mejillas rosadas...
Él empezó dibujando con un marcador por todo el cuerpo de Abigail los cambios que haría. Tomó fotografías del boceto, y prosiguió.
Ella estaba allí, tendida en esa camilla. Desnuda, mostrando sus imperfecciones, llena de vergüenza, de odio consigo misma, pero cansada y decidida.
Cabello castaño... Ojos verdes, flácida, piernas faltas de ejercicio y dedicación, hombros rectos, etc. Cada parte de su cuerpo, al unirse sus extremidades, y todos sus órganos la hacían ver completamente horrible.
Entonces, solo tuvo una pregunta para Brandon.
-¿por qué me elegiste? Viste mi mano, sabes que no ganaremos. - Dijo, en tono de reclamo.- Eres la oportunidad que necesito para demostrar lo que tengo para ofrecer. - la miró despectivamente.
Brandon sacó una jeringa y un frasquito con líquido, de su mesita de herramientas. Evidentemente era anestesia.
Las pupilas de Abigail empezaron a dilatarse, sus nervios empezaron a estrujarse, sus poros empezaron a gritar sudor... La angustia le invadió.
Cerró sus ojos fuertemente y Brandon la anesteció.
Tomó el bisturí, cortó pedazos de su abdomen, justo por sobre las marcas que le había hecho. Le dio una forma perfecta y delineada. Desapareció 2 costillas de cada lado. Cosió las aberturas. Y esperó a que despierte.
Mientras, en otras habitaciones, los médicos empezaban por el tamaño. Usaban una cápsula especial que al pasar la línea láser, le daba elasticidad a los huesos. Lógicamente sabían que era una mala forma de crecimiento, pues los huesos al envejecer, por lo delgado que quedarían, sería complicado movilizarse.
Pero la belleza no tiene precio ni sacrificio. Y éstos participantes se habían entregado completamente a cambiar sus apariencias.
Brandon veía a Abigail, se perdía en lo que había hecho. Tan bella pero imperfecta, especial de algún modo, tal vez su brazo sin una mano, tal vez era eso lo que le llamaba la atención, saber qué pasó en ese tiempo que recibía desprecio.
-Dr. ¿será que sigo en el cielo? - lo miraba con una sonrisa, aún delirando por la anestesia.
-No te muevas, has despertado antes, aún tendrás dolor.
-Gracias por darme las alas que tanto quise. - seguía sonriendo, pero esta vez con los ojos llenos de luz.
-Desde que te vi, ya eras un ángel. ¿Qué hizo que tomaras la decisión de cambiar? - dijo Brandon, con voz melancólica.
-Tenía 15 años y estaba jugando en el receso de la escuela. Sentí mucha tristeza y no supe por qué; ese sentimiento permaneció hasta que fui a casa y obtuve mi respuesta. Mi madre, aun dormía en su cama, pero ésta vez para ya no despertar. No entendí lo que pasó, esa mañana estuve en su habitación para que me revise algunas tareas, me despedí y ella se recostó porque dijo que estaba cansada. Luego supe que ella estaba muy enferma, tomaba muchos medicamentos, lo descubrí días después mientras limpiaba su cuarto. Desde ese momento he estado sola, y me he sentido como tal.
-Yo creo que sigues sola, porque no hay alguien de confianza aquí.
-Es la primera vez que hablo de la muerte de mi madre, creo que eso te convierte en mi compañero de soledad. - Dijo Abigail, mientras volvía a cerrar sus ojos para dormir.
Brandon solo sonrió.