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Cuando Jae entro a cuarto, en vez de hacer alumbrar la habitación, dio orden a su criado de que se retire, y asomándose a la ventana, se apoyó en el alfeizar, fijando sus miradas en la casa de enfrente.

La noche estaba obscura, el aire era tibio, y hasta el joven llegaba el aroma de las flores que adornaban los balcones de la vivienda de su vecina.

Las persinas de aquellos estaban cerradas, y apenas se veía entre alguna un débil rayo de luz. Lo que si percibía claramente Jae era el sonido dulce y melancólico de una pieza musical tocada magistralmente en el arpa.

-¡Cuánto daría por ver a la que así expresa con la música las sensaciones de su alma! –exclamo.

Poco a poco se fueron extinguiendo todas las luces; la casa de enfrente quedo como la de Jae, envuelta en la sombra, y entonces oyó el joven el ruido de una persiana que se abría. Vagamente diviso la figura esbelta y graciosa de una mujer vestida de blanco, que se asomó a uno de los balcones, apoyando sus brazos en la barandilla. Así paso un cuarto de hora, y al cabo de el las campanas de la iglesia cercana empezaron a tocar con tal precipitación, que los dos vecinos no pudieron menos de asombrarse.

Sim embargo paso rápidamente por la calle.

-Dios mío, ¿Qué sucede? –pregunto ella dirigiéndose sin duda al transeúnte, que no la oyó.

Jae, al escuchar aquel dulce y suave acento, se sintió impresionado, y se apresuró a contestar.

-Señora, es un incendio.

-¡Un incendio! ¿Y e sabe dónde?

-Debe ser en la fábrica de papeles pintados que hay no lejos de aquí.

-¡Que desgracia! Exclamó la vecina. ¡Cuántas familias quedaran pereciendo si el fuego es de consideración.

-Corro a verlo y traeré a usted noticias.

Media hora después volvía Jae a ocupar su puesto en la ventana de su casa.

-Señora –dijo a su vecina que permaneciera inmóvil., el incendio ha sido cortado y no hay que lamentar grandes pérdidas. El pueblo en masa ha trabajado con ahinco para que se extinga.

-Gracias al cielo, puedo retirarme tranquila. Le agradezco el servicio que me ha prestado, pues se que no tengo ninguna desdicha que lamentar.

-¿Se va usted ya?

-Es muy tarde.

¿Quiere usted hacerme un favor?

-Si esta en mi mano...

-Precisamente: que antes de retirarse a sus habitaciones toque un momento el arpa.

La vecina se retiró, y un poco después volvían a sonar los suaves acordes del instrumento Jae no se apartó de la ventana hasta que la vecina dejo de tocar; entonces se alejó; y durante toda la noche no ceso de soñar con ella.

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aqui les traigo el cap 2 , he estado inactiva debido a asuntos personales :v

espero que le gusten :]

VecinosWhere stories live. Discover now