Abrí los ojos lentamente. Al momento los volví a cerrar, la luz del sol me molestaba demasiado. Me hice una bolita al notar el aire, la ventana estaba abierta. Escuché los ruidos en el piso de abajo de unas sartenes. El apetito se me abrió y bajé las escaleras. Vi a Alex de espaldas. Al parecer estaba friendo unos huevos. Me acerqué a el.
-Hola.- dije viendo como cocinaba.
-Hola, ¿dormiste bien?- dijo el retirando la mirada de la sartén y poniendo su atención en mis ojos.
Yo recordé lo que había pasado anoche. Como era de esperar me sonrojé.
-Bien, bien. - dije quitándome del punto de visión de Alex. No quería que me viese.
Alex simplemente sonrió. Me entregó un plato con huevos fritos y una tira de bacón. Yo cogí el plato y me fui a la mesa. Alex se sentó en frente de mi, pero el, por lo visto no tenía ningún plato de comida.
-¿Tu no comes? - dije yo mirando su lado de la mesa vacía.
-No, ya comí esta mañana. - dijo el.
Yo asentí y empecé a comer. Noté como Alex me miraba. Era bastante incómodo. Demasiado, en mi caso. Levanté la mirada, seguía mirándome.
-¿Por qué me miras tanto?- dije yo.
-Porque eres preciosa.- dijo Alex de forma inexpresiva, — o al menos a mi me lo parecía— y serio.
Yo tosí un par de veces. Me había atragantado al oír a Alex decir eso. Cogí el vaso de agua y me lo tragué rápidamente. Mi corazón se había parado. Estaba roja, si. Otra vez.
Tal vez la gente pensara que ponerse rojo porque alguién te suelte un alago es una tontería. Pero para mi no eran tonterías. Yo siempre había sido muy tímida. Y tampoco es que se me diera hablar bien con los chicos. Por eso me sorprendía que un chico como Alex me soltara tal cosa.
Alex me seguía mirando. Y yo tenia que decirle algo si no quería quedar más mal de lo que ya estaba.
-¿Por que no le sueltas esos piropos a tu novia? - dije yo.
La verdad, me molestaba que me tratase así. Su sonrisas, sus arrimones, sus alagos...¡TODO! Se pasaba. Y más teniendo novia.
Miré de nuevo Alex, esperando una respuesta. Pero no hubo ninguna. Alex parecía tenso. Noté como apretaba su mandíbula. Se levantó, cogió las llaves y se fue de la casa.
Pues si que se lo había tomado mal. Iba a salir de casa, a preguntarle lo que le pasaba. Pero al parecer, a el no le apetecía hablar. Además, el plato de huevos fritos me esperaba. Cogí el tenedor y seguí comiendo.
El ruido de un motor hizo que me percatase. Miré por la ventana desde mi asiento. Alex estaba sentado en su moto, haciendola rugir. Aceleró y desapareció de mi punto de visión. No le dí importancia. Seguí comiendo. Al parecer vivía por y para la comida. Si, era eso.
Abrí los ojos como platos al acordarme de Elena, la niña a la que se supone que tendría que haberla hecho el desayuno.
Subí las escaleras de dos en dos, recorrí el gran pasillo y llegué al cuarto de la niña. Ella estaba aun dormida.
-Veenga, despierta Elena.- dije quitándole cuidadosamente las sábanas en las que estaba enredada. Ella empezó a abrir los ojos perezosamente.
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Solo somos vecinos.
RomanceAna tenía una vida sin problemas, una vida sencilla. Todo cambió cuando comenzó el curso. Conoció a Alex. Ambos se intentaron evitar. Pero las casualidades de la vida harán que se tengan que soportar más de una vez...cómo por ejemplo al ser vecinos.